—Lin Che, ¿puedes despabilarte un poco?
Gu Jingze se acercó a ella y la levantó. De forma inconsciente, su mirada viajó
hasta su abdomen plano.
—Lin Che, vamos. Despierta —insistió Gu Jingze desviando la mirada y apretando
los dientes.
—Esposito, eres tan estricto conmigo —respondió Lin Che, bajando la cabeza para
mirarlo.
Gu Jingze trató de no perder los estribos cuando replicó:
—Puedo ser aún peor.
—Esposito... ¿de verdad me odias?
Ella lo miró y sus dientes blancos nacarados mordían su labio inferior,
enrojeciéndolo levemente. Gu Jingze tuvo la extraña sensación de que su corazón
se paró por un instante.
Mientras la miraba, primero había querido ignorarla, pero al final terminó intentando
convencerla con paciencia.
—No te preocupes. No te odio.
—¿En serio?
Gu Jingze cargó a Lin Che en sus brazos. Usando sus brazos y piernas, ella de
inmediato se apoyó en su cuerpo. Así, de una manera muy peculiar, él se dio cuenta
de que no tuvo brotes ni se sintió incómodo.
Bajó la mirada hacia su cabeza, que descansaba sumisa sobre su hombro. Parecía
haberse quedado dormida y sus pestañas revoloteaban con suavidad.
Con 1,68 metros de altura, no podía considerársela pequeña. Era, en efecto, más
alta que el promedio. Sin embargo, en ese momento, recostada contra él, parecía
muy pequeña, lo cual despertó con naturalidad su instinto protector.
Después de bajarla, el brazo de Lin Che rodeó su cuello una vez más. Su pequeña
cara, enrojecida por entero debido al alcohol, estaba muy cerca de la suya. Pero el
olor de la bebida lo desconcertó.
Una ligera sensación de adormecimiento hormigueaba por todo su cuerpo.
—Esposito, todavía espero mi abrazo.
—...
—¿Sabes con quién estás hablando? —preguntó Gu Jingze.
—Con mi esposito —respondió Lin Che, aturdida.
Por un momento, Gu Jingze se quedó sin palabras.
—Sé buena y no fastidies.
Quería alejarla, pero al estirar su brazo, terminó acariciando su suave cabello.
—Dame un abrazo —murmuró Lin Che.
Sin saber qué más hacer, se acostó y la atrajo hacia sus brazos, permitiéndole que
su pequeña cabeza descansara en el espacio de su cuello. Al sentirla, sintió que se
congelaba y su cuerpo se ponía rígido.
A pocos centímetros de sus ojos, escuchó a Lin Che suspirar y gemir con
satisfacción.
—No está mal...
—…
El cuerpo de Gu Jingze se relajó. Y al final, la acostó y se levantó. Al momento, la
escuchó quejarse con los ojos cerrados.
—¡Todavía quiero mi abrazo!
Gu Jingze frunció el ceño y se masajeó la frente.
"Esta mujer... ¿por qué es tan pegajosa?".
Cuando se retiraba, un repentino sonido vino de la mujer en la cama. Gu Jingze giró
rápido su cabeza y vio que Lin Che había caído al suelo. Aunque el piso estaba
alfombrado, era obvio que se había golpeado.
Ella se llevó la mano a la frente, se levantó y miró fijo hacia adelante con una
expresión perpleja. Cuando vio a Gu Jingze, frunció el ceño y preguntó confusa:
—¿Qué pasó, Gu Jingze? ¿Por qué estoy aquí?
"¿Al fin dejó de llamarme esposito?".
—Estás borracha. Ya que despertaste, levántate y báñate antes de dormir.
—Oh —respondió Lin Che, como si ella también se hubiera enterado de algo.
Luego, se arrastró por el suelo en un intento de volver a la cama.
Sin embargo, su cuerpo se sentía débil y suave. Después de gatear dos veces,
todavía no lograba subirse a la cama.
Mientras la observaba actuar con torpeza, Gu Jingze sintió como si hubiera agotado
la paciencia de un año antes de convencerse de ayudarla. Sin dudarlo, levantó a Lin
Che en brazos.
Ella se puso rígida y su rostro se enrojeció de forma gradual. Gu Jingze no la miró,
pero sintió que las manos de Lin Che se aferraron a las solapas de su abrigo. Sus
largas pestañas se movían con suavidad.
Él se veía tan guapo mientras la cargaba. Incapaz de observarlo con calma, ella
sintió que estaba a punto de asfixiarse. Y solo pudo aferrarse a él como si tuviera un
profundo temer de dejar escapar un suspiro por accidente.
Mientras tiraba las solapas de su abrigo, Lin Che levantó la barbilla y se acercó
despacio a su cara.
Gu Jingze bajó la cabeza. Al mismo tiempo que miraba sus ojos claros, las llamas
en su interior casi quemaron el poco sentido común que le quedaba.
Sus ojos se detuvieron para contemplar sus brillantes labios rojos. Se veían gruesos
y carnosos, como si estuvieran diseñados especialmente para ser besados.
La comisura de su boca se contrajo cuando un pensamiento vino a su cabeza. Sin
embargo, sintió que su cuerpo se ponía rígido hasta el punto en que no podía
moverse. Era como si su campo de visión se limitara solo a los labios de Lin Che a
medida que se acercaba a ellos poco a poco.
Pero en este preciso momento...
—Buargh…
Gu Jingze solo sintió una oleada de calor en su pecho como si algo se estuviera
derramado.
Ella había vomitado sobre él.
Gu Jingze ya no podía tolerarlo. Al instante, la levantó y la arrastró al baño. La dejó
en la bañera, recogió el rociador de la ducha y lo puso sobre su cabeza.
—Eres tan desagradable... ¿No puedes ser al menos un poco femenina? ¿Qué
mujer se comporta como tú? Después de beber tanto alcohol, vienes a casa así de
ebria. ¡Y hasta me vomitas!
El agua cayó en los ojos de Lin Che, incomodándola. Estaba a punto de llorar
mientras luchaba por salir. Sin embargo, Gu Jingze saltó a la bañera, la empujó
hacia abajo para sentarla y la limpió a la fuerza.
En cierto momento, Lin Che se sintió muy refrescada al estar sumergida en el agua.
Encontró una posición cómoda y se acostó.
Una vez más, cayó en un sueño profundo, con la cabeza apoyada en el recodo del
brazo de Gu Jingze. Sus ojos estaban cerrados y su boca hacia arriba. Con el agua
tibia, su cara estaba roja como si se hubiera puesto el mejor rubor. El vapor se
condensó de forma paulatina formando perlas de agua en sus largas pestañas.
Gu Jingze tragó saliva y, con gran dificultad, desvió la mirada.
Quería soltarla y dejarla así como estaba. Esta mujer alborotadora de verdad lo
preocupaba demasiado. Sin embargo, cuando volvió a mirarla en el agua, le pareció
una langosta bien cocida y lo pensó dos veces.
Al final, se acercó a ella y la sacó con un solo movimiento veloz.
***
Lin Che se despertó al día siguiente sintiendo un intenso dolor en todo su cuerpo.
Mientras se llevaba la mano a la cabeza, se levantó de la cama y miró hacia abajo.
"¿Por qué estoy desnuda?".
Le retumbaba la cabeza, pero no recordaba lo que había sucedido. "¿Qué ridiculez
hice anoche?".
Un recuerdo la asaltó, despertándola: en un ataque de ebriedad, se aferró a Gu
Jingze con insistencia e incluso... vomitó sobre él.
Lin Che tomó su ropa con rapidez y se la puso antes de salir corriendo a toda prisa.
En apenas segundos, se encontró con la criada cargando un tazón de caldo para la
resaca.
—Madame, ya despertó. El caldo para la resaca está listo.
—Uh, ¿dónde está el señor? —preguntó Lin Che en voz baja, sintiéndose culpable.
—¿Por qué ya no me llamas "esposito"?
Una clara voz viajó detrás de ella y Lin Che giró la cabeza de inmediato.
Gu Jingze caminó hacia ella desde atrás, dando grandes pasos. Su mirada era
profunda y atractiva; y su expresión era tan fría como el hielo, parecía que en
cualquier momento congelaría a alguien.