Como Yu Zhe había mencionado, las razas puras eran muy apasionadas por las batallas y aceptaron el duelo al instante. El gran príncipe anciano que parecía un niño dio un paso adelante con una expresión ansiosa mientras la miraba fijo. Sus intenciones eran claras: quería luchar.
Un escalofrío pasó por Yao Si, pero ella imitó la arrogancia de Yu Zhe, tratando al mundo entero como si estuviera por debajo de ella. Con una mirada de reojo, ella se mofó.
—¡Yo no le pego a los niños!
De acuerdo con su plan, se volvió hacia sus compañeros.
—Mi Mu Xuan se encargará de ti.
¡Qué chiste! Aunque tenía un aspecto infantil, en realidad era el gran príncipe anciano más fuerte. ¡No arriesgaría su vida en una pelea que no podía ganar!
La cara de Yuan Jian se oscureció al instante; su pequeño cuerpo temblaba de ira. Parecía muy ofendido, con un oscuro vapor a punto de salir de sus oídos. Sin embargo, de repente reprimió su furia y la miró con frialdad.
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