Los hombres de Qiao Hen tomaron a Gong Yijun en su custodia, pero antes de que Shen Yi pudiese irse, la voz de Li Yuren lo detuvo.
—Predecible como siempre —comentó Li Yuren sin mirarlo—. Sabía que vendrías por él apenas Lu Xinyi corriera hacia ti.
—¿Lo usaste como carnada a propósito? Esto es tan impropio de ti —respondió Shen Yi. Se mantuvo en silencio durante la conversación anterior, pero eso no significaba que no estuviera prestando atención. En el momento en que Qiao He le informó que Gong Yijun estaba bajo la custodia de Li Yuren, supo que el joven maestro de la familia Li tenía algo que decirle.
Li Yuren se rió entre dientes y aplastó el extremo del cigarrillo en su cenicero para apagarlo.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Ocho años?
Shen Yi no respondió y se limitó a mirarlo, lo cual Li Yuren esperaba. Después de un largo silencio, Shen Yi habló.
—Y bien, ¿qué necesitas de mí? —preguntó.
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