Li Sicheng compró un algodón de azúcar. Al mirar la nube rosa, le recordó una dulce voz que dijo "¡Todavía quiero más!". Estaba a una gran distancia, pero su oído era lo suficiente bueno como para escuchar la voz de la niña. Su hija quería comer algodón de azúcar. Papi se lo comprará.
Papi te dará lo que quieras.
Los ojos de Li Sicheng se atenuaron bajo las gafas de sol. Ya casi; solo otros dos meses. En dos meses, volvería a casa para reunirse con su esposa, su hijo y su hija...
El algodón de azúcar no duraba mucho en el viento, la forma esponjosa y hermosa pronto se derrumbó en una bola. Li Sicheng miró el algodón de azúcar en su mano y no pudo evitar reírse de sí mismo. ¿En realidad compró tal cosa, quién la va comer? Yendo al bote de basura, tiró el algodón de azúcar. De repente, hubo un grito.
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