—¿Qué... qué dijiste? —El capitán de la Guardia se puso pálido. Después de un rato, preguntócon curiosidad.
—Pensé que escuchaste bien lo que dije —Rhode bajó la taza de café que sostenía y le respondió tranquilamente.
—¿Quieres decir... que el anciano, el jefe del pueblo, es la mente maestra detrás de esas criaturas no muertas? ¿Y la razón por la que atacaron nuestra aldea también es él? —El capitán lo vio con incredulidad y sacudió la cabeza—. Lo siento, todavía no puedocreerlo.
—Qué lo crea o no, no es mi problema —Rhode agitó la mano y le impidió que discutiera más—. Solo le dije lo que ocurrió anoche. Solo tiene que escucharlo; creerlo o no, es suproblema. No puedo darme el lujo de perder tiempo aquí para explicárselo. ¿Entendido? No tiene el derecho de preguntarme. Solo debe escuchar y ya.
—Guau...
Parada en la entrada, Anne miraba dentro conteniendo la respiración. Luego se volteó silenciosamente y mostró una expresión de miedo.
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