—Está bien, señor Everest —lo tomó de la mano con las dos de ella—. Sólo sentía curiosidad por saber quién le había hecho daño. Espero que se haya curado y que no haya peleado con su hermano. El Señor Nicholas los atesora a los dos —recibió una serie de gruñidos y se quejó de sus palabras como para oponerse—. Ya veo, así que es Narciso a quien le gusta pelear y no a ti —dijo, para que asintiera con la cabeza y se le escapó una pequeña risita de los labios. Le parecía gracioso que el demonio pareciera un niño a sus ojos.
—Sabes, Everest, mientras que yo extrañaba el mundo y a la gente del otro lado a donde vamos a volver. Yo también te extrañé. —pensó que al demonio le gustaría oírlo y habló de sus pensamientos con una suave sonrisa en sus labios.
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