—¡Joven Amo Lin, la hemos traído! —algunos de los hombres con tatuaje hablaron, y parecía que estaban reclamando crédito por algo. Se llevaron a la dama y la entregaron del directamente a Lin Chao.
Cuando Lin Chao escuchó esto, levantó la cabeza con entusiasmo.
No podían molestarlo por más nada. Se aproximó y le apartó el cabello a la joven. Casi se puso bizco cuando se aseguró de que era ella, a quien tanto había anhelado día y noche.
—Ah, Shangxin. ¿Y qué pasó por ser tan arrogante? ¡Al final, igual caíste en mis manos! —Lin Chao estaba tan emocionado que entrecerró los ojos.
Hace mucho tiempo él había mencionado que Shangxin sólo podría firmar tratos de promoción con su compañía.
¡Si él no podía tenerla, nadie más podría!
¡El que ríe de último, ríe mejor!
Lin Chao sintió que su corazón se ablandaba mientras miraba la delicada belleza frente a él.
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