Si ese duque legendario que trabajaba en el consulado de Luna Plateada descubría lo que tramaba su nieto, probablemente lo encarcelaría y ahorcaría lo antes posible. Quizá incluso lo habría hecho pedazos con un hechizo de disyunción. Desafortunadamente, había estado saturado de trabajo mientras se preparaban para la batalla, lo que había permitido que ese enorme desastre pasara desapercibido.
Hasta ese día, claro. La tibia luz del sol brillaba en el norte y algunas nubes completamente blancas manchaban el cielo celeste y lo hacían parecer terciopelo que cambiaba sus estampas.
Eric estaba de muy buen humor esa mañana. La presión que había ejercido continuamente sobre el Grupo Comercial de Neón había hecho que esos tontos cedieran. Habían enviado un sobre a través de medios ocultos, lo que indicaba que su firmeza se debilitaba.
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