Los dioses no podían morir. Aunque cayeran, siempre que sus fieles recitaran sus nombres verdaderos día y noche, algún día se alzarían en el plano astral y recuperarían su antigua gloria.
En ese momento, con las fervientes oraciones de la Iglesia del Escorpión Venenoso, el altar pareció encenderse con una llama extraña. La sangre y la carne comenzaron a unirse y revelaron rostros retorcidos de dolor.
—Señor Todopoderoso, el Dios de los Escorpiones, ¡Chester Potter!
—¡Chester Potter!
—¡Chester Potter!
Los fieles recitaron una y otra vez su nombre y pronto quedaron unidos a los rostros retorcidos sobre el altar. Una fuerza misteriosa pareció atraer a un consciente y hacerlo descender en el lugar.
—Oh, señor... ¡Despierte de su sueño! —los brazos y piernas de Schliff parecían temblar de emoción...
—¡La ceremonia del dios falso ya ha comenzado! ¡Deténganlos!
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