—¡Dios mío, realmente eres tú!
Cuando Sunflower bajó de las gradas con una bolsa llena de reales de oro en su mano, escuchó una voz familiar.
Se dio la vuelta y una sonrisa apareció en su rostro.
—¡Hey, Tigerclaw!
—Jaja, ¡ha pasado tanto tiempo, Sunflower! —El hombre grande le dio un gran abrazo y le dio una palmadita en la espalda con ganas. —Cuando su majestad anunció tu nombre, pensé que era otra persona. No esperaba que derrotaras al Jefe Caballero y a Luz del Alba. ¡Realmente me sorprendiste! Espera... te ves más rellena, ¿verdad?
Sunflower empujó a Tigerclaw lejos y lo golpeó en el pecho sonriendo.
—¡Oh, cállate! Estoy un poco gordita. ¿De verdad te gusto más flaca? —respondió inmediatamente.
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