Por un momento, Ruiseñor sintió como si el mundo entero temblara.
Mientras salía de la Niebla, la escena ante sus ojos recuperó su color habitual. La oscuridad creada por la piedra mágica también comenzó a disiparse, permitiendo que su corazón dejara de latir frenéticamente. El hombre tendido en el suelo no era Roland, sino un guardia que Ruiseñor nunca había visto antes. Llevaba el uniforme estándar de la familia Madreselva, y en su pecho tenía una marca roja oscura que parecía una herida de bala.
—¿Por qué estás aquí? —Oyó una voz familiar gritar a su lado.
Volvió la cabeza y se dio cuenta de que la persona que hablaba era Roland. Estaba rodeado de capas de guardaespaldas en una esquina de la sala, lo que explicaba por qué Ruiseñor no lo notó cuando ella entró corriendo.
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