Alicia nunca había pensado que algún día sería parte de la delegación de emisarios.
Después de todo, cada vez que la Iglesia enviaba una delegación de emisarios, los miembros siempre eran guerreros de élite. No solo eran bendecidos con virtudes civiles y marciales, sino que también se veían lo suficientemente bien como para representar a la Iglesia. Tenía mucha confianza en sus habilidades de lucha y en los ritos de la Iglesia. Pero en lo que respecta a su apariencia, ¿qué aspecto atractivo podría tener una mujer que agitaba su enorme espada en los campos de batalla todo el día? Pensar en eso la hacía sentir incómoda.
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