Un barco de vela de Fuerte Largacanción atracó lentamente en el muelle de Ciudad Fronteriza. Después de bajar la tabla, los pasajeros, con todo tipo de equipaje en la espalda, comenzaron a descender. La mayoría de ellos nunca había puesto un pie en esta tierra extraña, por lo que parecían bastante confundidos. Los marineros que estaban detrás los urgían a apurarse, haciéndolos sentir terriblemente incómodos.
Cuando la multitud comenzó a empujar hacia adelante, una mujer de mediana edad se tropezó. Perdió el equilibrio y casi se cayó del caballete. Por suerte, una mujer más joven dio un paso adelante y la agarró de la muñeca, salvándola de caer.
—Gracias, gracias —dijo la mujer de mediana edad, con una mano en el pecho para calmarse.
La mujer más joven, sin embargo, solo sonrió y agitó la mano, indicando que no era ninguna molestia.
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