La Hermana Mai Na miró el teléfono con exasperación y dijo: —Vete al diablo Li Lei.
En su rabia casi lanza el teléfono al piso.
Lo que ella no sabía era que detrás de la puerta del cuarto de huéspedes, Xiao Ling había estado escuchando todo. La rabia e impotencia de la Hermana Mai Na, la conversación de los familiares en el salón de estar, la risa...
De repente, tuvo un sentimiento de opresión en su pecho. Todo estaba más allá de lo que podía soportar.
Xiao Ling buscó unas prendas del closet, se cambió, y dejó una nota diciéndole a la Hermana Mai Na que no se preocupara. Aprovechando que todos estaban ocupados, se fue de la casa de Mai Na sin decir nada.
Las calles estaban frías y desoladas. Sin embargo, un leve aroma de comida llenaba el ambiente y se podían escuchar fuegos artificiales.
El área residencial estaba iluminada cuál isla aislada sobre un océano calmado.
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