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La santa debe morir

Una Autora que transmigra a su mediocre y nefasta novela ¡Esa autora decide morir! -Disculpe, sensual y atractivo protagonista podría dejarme en paz. ಠ⁠ಗ⁠ಠ -Lo siento, debe morir al final. -Tranquilo, le ahorro las molestias. -Una pena, pero la necesito para derrotar a los monstruos. -ML, usted en serio no me agrada. -No se preocupe, usted a mí tampoco. "La Muerte de la santa" Una historia que no sigue las reglas de su propia trama. ¡Pobre autora, no conocía su propia historia! ─•────────────•─ Prólogo. "La muerte de la santa" Una novela que abarca romance, fantasía, drama y comedia. ¿Algo más? Sí, la autora era una amateur que aspiraba al éxito. ¡Nunca es tarde para perseguir los sueños! ¿Quién sabe? Quizás, la obra gustaba y tenía una buena recepción. Quizás, los elementos mágicos y las espadas eran irrelevantes. Quizás, los no muertos y las criaturas extrañas no importaban. Quizás fue demasiado. Cincuenta capítulos llenos de esfuerzo y dedicación. Seis haters y un solo lector satisfecho. Gracias a ese único lector, ella continuó y concluyó la trama principal. Pero todo se volvió demasiado cliché, incluso para ella misma. "¡Lo tengo!" Exclamó frente a su computadora, que funcionaba más lento que un caracol en cemento. "¡Cambiaré la portada!" "¡La protagonista morirá!" "¡El emperador enloquecerá al no poder confesar su amor!" Después de innumerables borradores, tramas descartadas y personajes ocultos, estaba a punto de modificar la historia cuando... ¡Transmigró! Sí. Transmigró a su propia novela. Ya conocía el desenlace. Pero había un problema, la historia no seguía su curso natural. Y ahora se encontró en un dilema. Las apariencias engañan, y la realidad es diferente a nuestras especulaciones. Bienvenidos a esta historia, que puede ser cliché, pero no tan cliché como parece.

DANxRA · แฟนตาซี
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25 Chs

Capitulo 25: Prejuzgar.

Milennia camina hacia adelante, con la espalda recta y la barbilla levantada. El Emperador sonríe al ver a la mujer, que para variar, está visiblemente molesta.

—Señora, no es en esa dirección.

La Santa se vuelve hacia él, mostrando desagrado y responde:

—Recuerdo bien el camino, señor.

Darius niega con la cabeza y señala hacia su izquierda.

—Ese no es el camino hacia el taller del maestro Tut —replica ella.

—Es correcto, pero el joven Enoc será nuestro anfitrión esta noche. Así lo dispuso el sabio —explica, acercándose a la mujer y extendiendo su brazo con elegancia.

Milennia frunce el ceño y rechista.

—¿Qué está haciendo?

—El camino es complicado y pueden ocurrir accidentes —afirma con confianza, su rostro iluminado por una sonrisa sutil.

La mujer lanza una pequeña carcajada y pasa a su lado, esquivando el brazo ofrecido con sinceridad.

—No se preocupe, señor. Puedo caminar muy bien sola. —Toma su falda y se aleja sin mirar atrás.

El hombre, resignado, suspira.

El pequeño camino que se desprende del principal está hecho de tierra y rodeado de arbustos. El sendero es estrecho, y ambos caminan uno al lado del otro. A medida que se adentran, el camino se torna más angosto y los arbustos se vuelven más frondosos.

La mujer toma la delantera. Los crujidos de las ramas y el desliz de sus pies en algunas rocas la hacen tambalear, a diferencia del Emperador, que avanza con paso firme e imperturbable. Conociendo el camino, para él todo resulta más sencillo.

A medida que avanzan, se revela un majestuoso bosque que se alza ante ellos. Las pequeñas criaturas nocturnas entonan melodías dulces, llenando el aire con sus canciones encantadoras. Las flores, cautivadas por la presencia de la luna, despliegan sus pétalos en una danza armoniosa. Las luciérnagas parpadean en tonalidades diversas, creando destellos mágicos en la penumbra.

Unos pasos más adelante, aparecen marcas en la corteza de algunos árboles, que resplandecen con líneas luminiscentes. Los troncos parecen iluminarse desde el interior, como si ocultaran un secreto que necesita ser revelado.

Hace cinco años, Enoc creó este lugar, invirtiendo su energía vital y depositando su maná como una expresión profunda de amor.

Día tras día, cultivó ese fragmento de tierra con la esperanza de que alguien que partió sin mirar atrás regresara.

Como futuro maestro alquimista, ese rincón se transformó en la fusión entre la naturaleza y los anhelos más profundos del joven. Era la materialización de todos los sueños que, en algún momento, se permitió explorar y acariciar con esperanza.

Este espacio se convirtió en una muestra de su afecto, creciendo y floreciendo con la misma intensidad con la que Enoc añoraba el regreso de esa persona especial.

Al final del bosque mágico, se alzaba la casa que su maestro le había ayudado a construir recientemente. Sin embargo, a pesar de estar completa, el joven nunca la había habitado.

Para él, un hogar va más allá de las paredes y el techo; es cuando realmente lo sientes como tuyo.

Solo podría considerarse "hogar" el día en que esa persona decidiera compartirlo con él.

Por eso, el sendero que lleva a la casa era prácticamente desconocido para muchos; Enoc solo lo recorría cuando iba a cultivar y cuidar el bosque que había creado con tanto esmero.

Hasta ese momento, seguía viviendo en el mismo lugar de siempre, compartiendo su vida con Tut y descansando en la habitación que el anciano, con cariño, le había proporcionado en su infancia.

La casa recién construida aguardaba en silencio, lista para convertirse en un verdadero hogar, cuando esa persona que esperaba pacientemente regresara a su lado.

Aunque el camino es estrecho, se atraviesa con cierta comodidad. La mujer se detiene al oír una melodía sutil, diferente al canto de las pequeñas bestias que los acompañan en la oscuridad.

Una voz femenina se desliza entre la vegetación y se escurre entre los troncos de los árboles.

Es hermosa.

Milennia queda cautivada por los tonos que flotan en el aire nocturno. Cierra los ojos, tratando de agudizar la audición, mientras una canción dolorosa la envuelve con su encanto. A medida que la melodía continúa, no puede evitar sentirse atraída hacia el origen de tan abrumador sonido.

El Emperador la observa con curiosidad: ¿acaso esta mujer se ha vuelto loca otra vez?

Pero cuando intenta acercarse, ella abre los ojos de golpe y se dirige rápidamente hacia la derecha. Las hojas se enredan en su cabello y los arbustos rozan su rostro, pero ella no parece notar las molestias; la comisura de sus labios se curva en una sonrisa tierna mientras sigue el canto que la llama. Las espinas y ramas no representan obstáculos y su paso se acelera.

¿Cómo no lo reconocería?

Las letras de esos tarareos resuenan en su inconsciente.

—Mi corazón está triste, no me atrevo a decirlo, mi corazón está triste por alguien. Yo podría velar durante toda la larga noche y siempre soñar con alguien.*

Los de brazos de Milennia están marcados por arañazos y su falda está manchada y cubiertas de roturas.

Pero ella siga adelante sin mostrar signos de detenerse.

No le importa.

El Emperador la sigue de cerca, con una creciente ansiedad. La llama, grita su nombre, pero ella no reacciona. No se voltea hacia él ni responde y la desesperación comienza a apoderarse del hombre.

Las pupilas color miel de Milennia se llenan de fascinación al observar a la figura encantadora.

Es una mujer de cabellos rojizos y tez clara. Lleva un vestido que ondea en el aire sin brisa que lo explique. Mientras continúa tarareando, sus ojos negros se cierran con tristeza.

—Ella florece, resplandece y brilla, contemplando inmóvil las alturas. Ella embriaga, llora y tiembla de amor y por penas de amor.*

El pecho de Milennia sube y baja mientras se apresura. Solo unos metros las separan.

A poca distancia, el Emperador está al borde de la desesperación.

—¡Mierda! —gruñe furioso al darse cuenta de que su pie está atrapado en las raíces de un árbol.

Voltea hacia la Santa y siente un escalofrío recorrer su columna vertebral. La mujer corre hacia un barranco con el brazo extendido, intentando alcanzar algo que no está allí.

—¡Maldición!

Él forcejea en vano con la raíz; esta es elástica, se estira y vuelve a su posición como si no tuviera intención de soltarlo.

Milennia está a centímetros de la figura encantadora. Justo antes de que la yema de sus dedos roce uno de los cabellos rojizos, se detiene para permitir que termine de cantar.

—Tempestades de dolor atraviesan mi corazón, ¡te las envío en mi aliento a ti! Cuando tú evoques la melancolía, el cielo de mis noches se iluminará.*

Al darse cuenta de que la canción está por terminar, Milennia no puede contenerse más.

—¿Eres tú? —pregunta con una voz cálida.

La mujer que canta frente al abismo se vuelve al oír la pregunta. Sus ojos negros y profundos están húmedos, y el iris amarillo brilla con un leve resplandor. Al cruzar miradas, ella sonríe y asiente con sutileza.

El Emperador corta con su cimitarra la raíz que lo retiene y corre hacia ellas. La figura con ojos de serpiente inclina la cabeza, observando cómo él se aproxima rápidamente. Luego, dirige su atención de nuevo a la Santa y arquea sus ojos como medialunas.

La figura da unos pasos hacia atrás y pone el índice sobre sus labios en un gesto que indica silencio. Milennia se sorprende, pero la mujer de cabellos rojizos eleva su cuerpo unos centímetros con un movimiento de sus pies y comienza a ascender lentamente.

Con desesperación, la Santa intenta aferrarse a su falda para retenerla, pero antes de que la punta de sus dedos toque la tela, esta se transforma en plumas.

Sin comprender del todo lo que acaba de ocurrir, siente cómo la jalan hacia atrás. Darius la agarra por la cintura con fuerza y ambos pierden el equilibrio. Por inercia, los cuerpos ruedan por el suelo.

El hombre, alterado y furioso, grita:

—¡¿Estás loca?! ¿Qué demonios intentabas hacer?! —Las venas en su frente se tensan y su mirada se vuelve intensa—. Otra vez, ibas... ibas. —Se muerde los labios con fuerza, conteniendo la ira y la frustración.

Las plumas rojas con tonos anaranjados se convierten en partículas al llegar al suelo; la brisa las mueve y rodea a los dos en el suelo. Al llegar a Milennia, que está de espaldas contra el firmamento, una profunda angustia invade su pecho, apretando su corazón con tristeza y melancolía.

Abrumada por las emociones intensas, su mirada se humedece. Una avalancha de sentimientos reprimidos brota de sus ojos. Las lágrimas se deslizan por sus mejillas, y el Emperador, desconcertado, intenta disculparse varias veces, pero las palabras se le atoran en la garganta.

Después de unos minutos, ella trata de disimular la situación. Cubre la parte superior de su rostro con el antebrazo y explica:

—Me caí sobre una piedra, y eres pesado.

Darius se queda en silencio.

—Por favor, señor ¿podría levantarse?

—Disculpe —murmura él con voz baja y apesadumbrada.

Darius ayuda a la mujer a levantarse, pero la tristeza se refleja en sus ojos. Tal como había supuesto, la piedra nunca existió y ella no revelará qué ocurrió realmente.

Un suspiro amargo escapa de los labios del hombre.

La Santa intenta calmar sus emociones y se queda admirando el lugar unos minutos. Al intentar dar un paso, un dolor punzante en el tobillo cambia su expresión. Al notar su malestar, el Emperador se acerca y desabrocha los botones de su chaqueta.

A veces, es preferible aparentar ser arrogante con quienes no cuidan de sí mismos.

—Señora, es tarde. No tengo intención de corretearla como a un bebé, así que con su permiso —dice, mientras le coloca la chaqueta sobre los hombros.

—¿Qué dijo?

—Hasta que lleguemos al camino principal, es mejor ir así —responde, tomando su cintura y levantándola en brazos en cuestión de segundos.

Rabiosa, lo insulta en su mente, pero el agotamiento solo le permite mostrar un odio silencioso mientras se acurruca en los brazos firmes del Emperador.

Regresan por el mismo camino. Los brazos, cubiertos por la chaqueta del hombre, evitan nuevas heridas por la floración. Su rostro descansa protegido en el pecho de Darius, Milennia percibe los latidos rítmicos en el pecho de su compañero y la melancolía resurge como un eco taciturno.

—¿Conoce la leyenda del fénix?

Sorprendido, él la mira y sonríe.

—Sí, la conozco.

—¿Qué opina sobre ella?

—Es una historia cruel.

La mujer, que había mantenido la cabeza agachada, levanta la mirada y sonríe amargamente.

—Yo también pienso lo mismo.

≪•◦♥∘♥◦•≫

En épocas inmemoriales, en la vastedad de la nada, existía un Dios niño llamado Elysiam, portador de un encanto y poder que desbordaban la imaginación.

Afligido por la tristeza, Elysiam decidió esculpir algo único y majestuoso. Modeló con sus manos el primer unicornio de arcilla cósmica, dotándolo de la pureza de las estrellas y la gracia de la luna. Esta criatura mágica encarnaba la nobleza y la inocencia.

Al observar las alas del unicornio, él sintió que algo aún faltaba en su creación celestial.

Inspirado, insufló vida en las plumas del unicornio, dando origen a un magnífico fénix, un ave con plumaje resplandeciente y la capacidad de renacer de sus propias cenizas.

Este ser ardiente y eterno fue destinado a surcar los cielos con majestuosidad.

El niño aplaudió con sus manos regordetas, y su corazón saltó de alegría. Sus ojos, como jade pulido, brillaban de felicidad.

Envió a sus dos prodigiosas criaturas a explorar el vasto Imperio de Obsidian, un reino donde la oscuridad y la luz danzaban en eterna dualidad.

El unicornio se dirigió al norte, llevando esperanza e iluminación a los humanos, mientras que el fénix emprendió su vuelo hacia el sur, convirtiéndose en el guardián de las bestias que crecían en aquellas tierras mágicas.

Así, el unicornio y el fénix se convirtieron en guardianes eternos de los extremos opuestos del reino. Aunque eran venerados, cada uno experimentaba un sentimiento de soledad: sin madre, sin padre, sin hermanos, sin pareja, únicos en su especie.

Con el tiempo, los humanos curiosos viajaron hacia las tierras del sur. Maravillados por las criaturas mágicas y las plantas exóticas, intentaron apoderarse de ellas.

Pero el fénix, aunque benevolente, no podía tolerar tal afrenta. Extendió sus alas y con el poder del sol, convirtió en abono de tierra a cada ser despreciable.

Algunos hombres sobrevivieron, corriendo con el culo entre las manos y el rostro moqueando, fueron a pedir venganza al unicornio.

El joven de piel blanca, sorprendido, se preparó para vengar la injusticia cometida contra los humanos.

Sin intercambiar palabras, libraron una batalla de tres días y tres noches, hasta que las nubes retumbaron y el Dios Elysiam descendió para separar a sus creaciones, llevándolas hacia el cielo.

Todo había sido un malentendido, pero las criaturas cambiantes no habían intentado escuchar la explicación de la otra parte.

Como castigo, el niño Dios las obligó a convivir durante trescientos años.

A medida que las décadas transcurrían, el tiempo se convertía en un aliado.

Reforzaron un vínculo que desconocían poseer desde su origen.

El unicornio, ahora un joven de cabello blanco y ojos tan oscuros como la noche y el fénix, transformado en una hermosa mujer con cabellos rojizos como el fuego y ojos tan amarillos como el sol, se enamoraron.

Al concluir los trescientos años, cada uno regresó a su lugar de origen. Sin embargo, como la luna busca al sol y ocurren los eclipses, estos jóvenes enamorados lograron coincidir para apreciar el amor que invadía sus corazones.

Fue una tragedia que el cielo se volviera contra los seres humanos. El joven unicornio se unió a las filas de los seguidores de Sin Nombre, desatando una batalla cruda y sanguinaria en el norte. A pesar de su valentía, los guerreros celestiales no vacilaron y una lanza atravesó el corazón de la criatura que una vez había sido amada por Dios.

El fénix desplegó sus alas para ir a su encuentro, pero llegó demasiado tarde.

Si tan solo hubiera volado un poco más rápido.

La mujer tomó en sus brazos el cuerpo herido de su amante, lloró y gritó con ira y dolor.

Su corazón se desgarró en sufrimiento.

Abrió sus alas y llevó el cuerpo frío hacia las tierras del sur, buscando desesperadamente alguna flor medicinal.

La sangre azul del unicornio se derramó en la tierra de Obsidian.

Se cuenta que, cada ciertos años, algunas semillas son bendecidas por la sangre de esta criatura, conectándose con la naturaleza y otorgando un poder especial a aquellos seres humanos de corazón noble y puro.

La mujer gritaba con frustración; con el paso de los días, se dio cuenta de la realidad.

Nacidos el mismo día, con caminos distintos por recorrer y misiones que colisionan entre sí.

Su destino nunca fue estar juntos.

Él no renacería; ella moriría y volvería a resurgir.

Al final, nunca volverían a encontrarse.

Tomó al hombre entre sus brazos y caminó, dejando tras de sí un rastro de llamas resplandecientes.

Las ramas entrelazadas formaron una estructura piramidal que se elevaba en el aire. En cada recodo de la pira, hierbas fragantes como incienso, mirra y sándalo impregnaban el aire con su perfume embriagador. Abrió sus alas y el fénix se posó sobre ella; las llamas comenzaron a danzar.

Abrazada a su amante, ya no le importaba renacer; en ese momento, solo deseaba fundirse con él.

Los cuerpos ardieron durante un día y una noche.

Al amanecer, una nueva criatura surgió de las cenizas.

No era el fénix solitario de antes.

El cuerpo había cambiado, ahora era un ser nuevo.

Sus alas eran de un plumaje rojizo, su cuerpo recordaba al unicornio que tanto amó y sus ojos eran la perfecta combinación de la luna y el sol.

≪•◦♥∘♥◦•≫

El sendero llega a su fin, Darius observa a la mujer deprimida y rompe el silencio.

—Pero creo que a la vez es una bella historia. Ellos se prejuzgaron, y con el tiempo se enamoraron. Y creo que al final, la historia tiene un mensaje interesante.

—¿Qué puede ser interesante de algo tan triste?

Al llegar al camino, el hombre se detiene y explica con tranquilidad.

—Aunque las circunstancias pueden cambiar, el amor puede persistir y evolucionar en formas inesperadas y hermosas. —Baja a Milennia y sonríe—. Después de todo, sus almas se volvieron una, y estarán juntos en la eternidad.

La luz de las estrellas perfila sus contornos, el hombre acomoda un mechón de cabello que cae sobre el rostro de la mujer.

Pero antes de que pueda hablar, es interrumpido.

—¡EMPERADOR! —grita un adolescente con un terrible odio brotando de su voz.

─•──────•♥∘♥•──────•─

Hola ¿como estan? espero que excelente.

Lloro brillitos por el unicornio fenix con ojos de serpiente.

Brindemos por este escaso acercamiento.

pd: Si alguien esta traumado ese es Darius, ¡¡¡pobre hombre!!!

LA HERMOSISIMA CANCION QUE SONO EN ESTE CAPITULO ES ESTA:

*Robert Schumann: Myrthen, Op. 25

4. Jemand (Alguien)

Wilhelm Gerhard

7. Die Lotusblume (La Flor del Loto)

Heinrich Heine

25. Aus den östlichen Rosen (De las Rosas del Este)

Friedrich Rückert 

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