Angélica pensó que él había olvidado la regla de no tocarse, pero estaba equivocada. Todavía parecía tan perturbado por ser tocado y ahora que sabía que no era repulsión y miedo se preguntó por qué temía ser tocado.
Sus hombros se levantaron y ella pudo oírlo tomar una profunda respiración antes de que él se volviera para enfrentarla. —No es que tú me repugnes... Él comenzó a explicar calmadamente, lo cual la sorprendió. Nunca se preocupaba por explicar sus acciones. Se estaba comportando de manera diferente estos días, pero era un buen cambio. —Simplemente... no me gusta que me toquen.
—¿Por qué? —preguntó ella.
Luciendo un poco frustrado, fue al tocador para escoger una camisa nueva de uno de los cajones. —No hay una razón específica —dijo él poniéndose la camisa mientras caminaba hacia la puerta.
Angélica salió de la cama rápidamente y corrió para situarse entre él y la puerta antes de que pudiera irse. Él la miró consternado cuando ella le bloqueó el paso.
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