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XVII

A la mañana siguiente, el grupo reanudó su marcha. El aire fresco del bosque los rodeaba mientras saltaban ágilmente de rama en rama. Naruto iba más callado de lo habitual, sumido en sus pensamientos. Había tantas emociones y dudas acumuladas desde la misión: su nuevo dōjutsu, las cadenas que había manifestado, los eventos recientes con Kiyomi, Miyuki y los demás. Todo se mezclaba en su mente como un remolino interminable.

Katsumi, que se mantenía cerca de él, lo observó con el rabillo del ojo. Aunque su rostro estaba parcialmente cubierto, Naruto podía notar cierta preocupación en su mirada.

—¿Estás bien, Naruto-kun? —preguntó Katsumi con una sonrisa tranquila, rompiendo el silencio mientras continuaban su avance.

Naruto se sobresaltó ligeramente, como si lo hubieran sacado de un trance.

—No… no es nada, Katsumi-sensei —respondió rápidamente, rascándose la nuca con una risa nerviosa.

Katsumi arqueó una ceja, sin dejarse convencer por su respuesta. Su único ojo visible brillaba con una mezcla de curiosidad y sospecha.

—¿Seguro? No pareces muy convencido —insistió, manteniendo su tono relajado pero firme.

Naruto suspiró, comprendiendo que no podía evadir el tema por más tiempo.

—Bueno, es que… tengo muchas preguntas. Sobre todo esto que está pasando conmigo —dijo finalmente, con un leve rubor en las mejillas mientras desviaba la mirada hacia el horizonte—. Katsumi-sensei, ¿usted sabe algo sobre mis poderes? Mi dōjutsu… esas cadenas que aparecieron durante la misión…

La pregunta lo dejó expuesto, y Naruto sintió cómo su pecho se tensaba al esperar una respuesta. Katsumi pareció dudar por un instante, algo inusual en ella. Su expresión relajada se tornó ligeramente incómoda.

—Naruto-kun… —comenzó, pero se detuvo, como si buscara las palabras correctas—. Hay cosas que yo misma no puedo explicarte del todo. Pero cuando regresemos a la aldea, hablarás con el Hokage. Él tiene las respuestas que necesitas.

Naruto frunció el ceño, no muy satisfecho con esa respuesta. Aunque confiaba en Katsumi, sentía que ella sabía más de lo que estaba dispuesta a admitir. Antes de que pudiera insistir, Katsumi aumentó ligeramente la velocidad, adelantándose para evitar prolongar la conversación.

—Confía en mí, Naruto-kun. Todo a su debido tiempo —dijo por encima del hombro, con su tono habitual que mezclaba amabilidad y misterio.

Naruto la observó mientras se alejaba unos metros, aún sintiendo esa mezcla de frustración y curiosidad. Sin embargo, también comprendió que no podía forzar las cosas. Apretó los puños, decidido a encontrar las respuestas por sí mismo, sin importar cuánto tiempo tomara.

Mientras avanzaban entre las copas de los árboles, el suave susurro del viento acompañaba los pasos del grupo. Sasuke, con su expresión habitual de calma y cierta indiferencia, redujo la distancia que lo separaba de Naruto, quien aún parecía absorto en sus pensamientos. Aunque no lo admitiera, Sasuke había estado observando a Naruto con mayor interés desde los eventos recientes. Había algo diferente en él, algo que no terminaba de encajar en la imagen que tenía de su compañero.

—¿Sigues perdido en tus pensamientos, Zorrito-kun? —preguntó Sasuke con un tono burlón, aunque sus palabras llevaban una pizca de curiosidad genuina.

Naruto levantó la cabeza bruscamente, interrumpiendo su ensoñación, y le lanzó una mirada irritada. Al escuchar ese apodo, su mente se trasladó a un recuerdo reciente. Yuzuki había sido quien lo llamó así en un momento privad. Miró rápidamente hacia donde estaba ella. Yuzuki, quien avanzaba unos metros más adelante, giró la cabeza ligeramente, lo suficiente para cruzar miradas con Naruto. Al darse cuenta de lo que él estaba pensando, desvió la vista con una expresión ligeramente indignada, pero no dijo nada.

Naruto resopló, desviando la mirada hacia Sasuke para no prolongar el intercambio con Yuzuki.

—¿Y a ti qué te importa, Sasuke? —respondió con una mezcla de irritación y desafío—. ¿Y quién te dio permiso para usar ese apodo?

Sasuke alzó una ceja, pero no perdió su aire tranquilo.

—Nada, solo lo escuché por ahí —dijo, restándole importancia mientras volvía la vista al frente—. Aunque no sería mala idea adoptarlo. Te queda bien.

Naruto apretó los dientes, claramente molesto, pero antes de que pudiera responder con algo más, Sasuke continuó, esta vez con un tono más serio.

—Además, solo quería asegurarme de que no estés tan perdido en tus pensamientos que olvides lo que importa. Cuando lleguemos, vamos a entrenar. Y no quiero excusas, Zorrito-kun.

Naruto frunció el ceño, tratando de entender la verdadera intención detrás de las palabras de Sasuke.

—¿Entrenar? —preguntó con un deje de confusión—. ¿Por qué tanta prisa?

Sasuke se detuvo brevemente en una rama, lo suficiente para mirar a Naruto directamente. Aunque su rostro mantenía la misma expresión indiferente, sus ojos brillaban con un leve destello competitivo.

—Me molesta lo rápido que te estás fortaleciendo. Si me descuido, vas a dejarme atrás. Y eso no va a pasar —dijo con una determinación que no admitía discusión.

Naruto parpadeó sorprendido, pero una sonrisa traviesa se formó en su rostro.

—¿Así que eso es lo que te preocupa, teme? ¿Que te supere? —dijo, dejando escapar una risa burlona—. Pues prepárate, porque no pienso detenerme.

Sasuke soltó un leve bufido y continuó avanzando sin decir nada más. A pesar de la actitud relajada de Naruto, sabía que sus palabras habían tocado una fibra sensible en su rival.

Desde atrás, Kiyomi observaba el intercambio con una sonrisa juguetona en los labios.

—Vaya, parece que alguien tiene miedo de que Naruto lo supere —dijo en voz alta, lo suficiente para que ambos la escucharan.

Sasuke no respondió, pero su ceño se frunció ligeramente. Naruto, por otro lado, aprovechó la oportunidad para reforzar su ventaja.

—¿Lo ves? Hasta Kiyomi lo dice. Prepárate, Sasuke. Cuando regresemos, te mostraré de lo que soy capaz.

Yuzuki, quien había mantenido un aire de indiferencia hasta ese momento, giró ligeramente la cabeza hacia Naruto, dejando escapar un comentario con su habitual tono frío, pero con un leve toque de burla que delataba su intención.

—Naruto, no te confíes. Aunque estés avanzando, todavía tienes mucho que aprender. No seas tan arrogante —dijo, mirándolo de reojo con sus oscuros y penetrantes ojos.

Naruto abrió la boca para responder, pero las palabras de Yuzuki lo tomaron por sorpresa, dejándolo momentáneamente sin argumentos. Aunque su tono era cortante, no podía ignorar que había algo de verdad en lo que decía. Apretó los labios, claramente irritado, pero antes de que pudiera contraatacar verbalmente, Kiyomi decidió intervenir con su característico tono juguetón y desafiante.

—Oh, por favor, Yuzuki, Sasuke, no sean tan presuntuosos —dijo Kiyomi mientras aumentaba ligeramente el ritmo para emparejarse con ellos—. ¿O acaso ya se olvidaron quién fue el único capaz de enfrentarse a Haku y Miyuki al mismo tiempo y salir victorioso? Porque, si mal no recuerdo, ustedes apenas pudieron mantenerse en pie contra una de ellas.

Naruto, al escuchar esto, no pudo evitar sonreír, satisfecho de que alguien más reconociera sus logros. Miró hacia Kiyomi, agradecido en silencio, mientras Sasuke fruncía ligeramente el ceño, claramente irritado por el recordatorio.

—Eso no significa nada —respondió Sasuke, con un tono defensivo, pero sin elevar demasiado la voz—. No importa lo que pasó antes. La próxima vez será diferente.

Yuzuki, por su parte, entrecerró los ojos y cruzó los brazos mientras saltaba con elegancia a otra rama. Aunque no lo dijo en voz alta, también sentía una espina clavada al recordar cómo Naruto había demostrado una fuerza inesperada en esa misión. Antes de que pudiera añadir algo más, la voz de Miyuki, que venía desde la retaguardia junto a Haku y Zabuza, rompió el silencio.

—No, Sasuke, Kiyomi tiene razón. Naruto fue el único que realmente nos puso contra las cuerdas. —Miyuki lanzó una mirada juguetona hacia el grupo, pero sus palabras tenían un trasfondo serio—. Ustedes, con la excepción de Kiyomi, apenas eran mas que obstáculos molestos. 

—Molestos, pero no peligrosos —agregó Haku con su tono suave, aunque cargado de sinceridad, mientras esbozaba una pequeña sonrisa hacia Naruto—. Él tiene algo especial. No es solo fuerza. Es... determinación. 

Zabuza, quien había estado escuchando desde atrás, soltó un gruñido bajo, como si las palabras de sus compañeras le molestaran, aunque no las desmintió.

—Haku, Miyuki, no alaben tanto al mocoso o se le subirá a la cabeza. Pero sí, fue impresionante para alguien de su edad. Aunque aún tiene un largo camino por recorrer si quiere enfrentarse a oponentes de verdad —dijo con un tono de autoridad, mirando brevemente a Naruto con sus ojos afilados.

Naruto, animado por los comentarios, enderezó la espalda y levantó la barbilla, luciendo una sonrisa confiada.

—¿Escucharon eso, Sasuke? ¿Y tú, Yuzuki? Parece que incluso nuestros "enemigos" reconocen mi talento. Tal vez deberían aprender algo de ellos.

Sasuke apretó los dientes, pero no respondió. Yuzuki, por su parte, dejó escapar un suspiro frustrado.

—Naruto, que reconozcan tus logros no significa que seas invencible. Mantén los pies en la tierra, o te aseguraré personalmente de que lo hagas —replicó con un tono que mezclaba advertencia y un reto implícito.

Naruto la miró de reojo, sonriendo con descaro.

—Puedes intentarlo, Yuzuki. Pero no te prometo que sea fácil. 

El intercambio de palabras entre los tres continuó, mientras el resto del equipo mantenía una distancia prudente, observando la dinámica entre ellos. Kiyomi se limitaba a sonreír divertida, disfrutando del caos que había provocado, mientras Miyuki y Haku intercambiaban miradas cómplices.

Zabuza, acostumbrado al silencio mientras viajaban, finalmente aceleró el ritmo para alcanzar a Katsumi, quien lideraba al grupo con una calma que contrastaba con el bullicio de sus estudiantes detrás. La kunoichi mantenía su semblante relajado, aunque estaba completamente alerta a las dinámicas del equipo.

—Tu equipo es un verdadero circo, Hatake —gruñó Zabuza, lanzando una mirada crítica hacia los jóvenes que discutían en voz baja mientras avanzaban entre los árboles—. Pero admito que esos mocosos tienen potencial. Solo espero que sepas aprovecharlo y, más importante, disciplinarlos antes de que sea demasiado tarde.

Katsumi giró ligeramente la cabeza, dejando que su único ojo visible se enfocara en él con una mezcla de diversión y seguridad. Su sonrisa se curvó apenas perceptiblemente mientras respondía con un tono tranquilo, casi burlón.

—Viniendo de alguien como tú, Zabuza, eso es casi un cumplido. Sí, tienen talento único, pero también un camino complicado y lleno de desafíos. Yo me encargaré de que lleguen a donde deben estar. No te preocupes, sus potenciales no se desperdiciarán bajo mi vigilancia.

Zabuza dejó escapar un gruñido, sin decidir si tomaba sus palabras como confianza genuina o arrogancia. Observó por unos momentos la manera en que Katsumi lideraba al equipo, preguntándose si realmente lograría moldear a esos chicos caóticos en algo digno de respeto. Aunque no lo admitiera en voz alta, había visto algo en esos jóvenes durante sus encuentros: una chispa, una energía que podía convertirse en algo formidable si se canalizaba adecuadamente.

Mientras tanto, el resto del equipo continuaba con sus interacciones habituales. Naruto discutía enérgicamente con Sasuke, quien respondía con sus comentarios sarcásticos y cortantes. Yuzuki, por su parte, mantenía una distancia emocional, aunque no dudaba en soltar comentarios que desafiaban tanto a Naruto como a Sasuke cuando encontraba la oportunidad. Kiyomi, en cambio, se divertía alimentando la tensión con sus palabras juguetonas y sonrisas provocadoras, mientras ocasionalmente lanzaba miradas intrigantes hacia Naruto.

Más atrás, Haku y Miyuki intercambiaban comentarios en voz baja. Aunque parecían relajadas, sus ojos escaneaban constantemente el entorno, una prueba de los instintos afilados que habían desarrollado junto a Zabuza. La relación entre ellas y el equipo 7 todavía era nueva, pero había un respeto tácito en el aire, especialmente hacia Naruto, quien había ganado su admiración en el campo de batalla.

—¿Qué piensas de ellos Zabuza-sama? —preguntó Miyuki en un susurro, mirando a Zabuza con curiosidad.

Zabuza la miró de reojo, cruzando los brazos mientras continuaban avanzando.

—Son ruidosos, impulsivos, y probablemente demasiado confiados para su propio bien. Pero... tienen algo. Si sobreviven lo suficiente, podrían convertirse en algo mucho más peligroso de lo que parecen ahora.

Haku sonrió suavemente al escuchar esto, sus ojos marrón brillando con una mezcla de calidez y admiración mientras miraba a Naruto desde la distancia.

—Naruto tiene un espíritu diferente —murmuró ella, más para sí misma que para Miyuki o Zabuza—. Algo en él... inspira a los demás. Incluso a mí.

Miyuki asintió, pero su expresión era más directa, casi desafiante.

—Sí, pero ese mismo espíritu lo pondrá en peligro si no aprende a controlarlo. Aunque... eso lo hace interesante, ¿no? —dijo, lanzando una sonrisa cargada de intención hacia el pelirrojo.

Finalmente, después de horas de viaje, las icónicas puertas de Konoha comenzaron a aparecer en el horizonte, emergiendo entre los árboles como un recordatorio de que su misión había llegado a su fin. Naruto, con el sudor aún en la frente pero el ánimo renovado, miró la aldea con una mezcla de emoción y alivio.

—Ahí está —dijo en voz baja, aunque su tono denotaba entusiasmo.

Katsumi frenó ligeramente su paso, permitiendo que el grupo se reagrupara mientras observaban las puertas. Volteó hacia ellos, su expresión calmada pero autoritaria.

—Bienvenidos de nuevo a casa. Pero no se relajen demasiado, aún queda trabajo por hacer. Reportaremos al Hokage de inmediato.

El equipo asintió, aunque sus expresiones variaban entre agotamiento y anticipación. Naruto, sin embargo, no pudo evitar mirar a Katsumi con una pregunta en los labios. La promesa de respuestas sobre su dōjutsu y sus cadenas aún ardía en su mente. Katsumi captó su mirada y asintió ligeramente, como asegurándole que pronto obtendría lo que buscaba.

Al cruzar las imponentes puertas de Konoha, Naruto sintió un aire familiar que lo rodeaba, pero esta vez mezclado con una palpable anticipación. Su mente estaba llena de preguntas que no podía ignorar más: su dōjutsu, las cadenas de chakra y el peso de todo lo que había vivido recientemente. A su lado, el equipo avanzaba en silencio, aunque no pasó desapercibido el nerviosismo contenido en cada uno de ellos.

A medida que los siete shinobis caminaban por las calles, atrajeron miradas curiosas y sorprendidas de los aldeanos y ninjas que se cruzaban en su camino. Algunos se detuvieron por completo al reconocer al imponente Zabuza Momochi, uno de los legendarios Espadachines de la Niebla, acompañado por dos jóvenes kunoichis de apariencia extraordinaria. Los murmullos no tardaron en propagarse, pero ninguno del grupo se detuvo. El objetivo era claro: informar al Hokage.

Al llegar a la mansión Hokage, Katsumi lideró al equipo hacia la oficina del Tercer Hokage. Los guardias de la entrada apenas intercambiaron unas palabras antes de dejarles pasar, aunque no sin lanzar una última mirada desconfiada hacia Zabuza. Una vez dentro, la atmósfera solemne de la oficina se impuso de inmediato. Hiruzen Sarutobi, el anciano líder de la aldea, los observó desde su asiento mientras exhalaba una nube de humo de su pipa.

Katsumi dio un paso al frente y comenzó a detallar los eventos de la misión. Narró desde el enfrentamiento con los hermanos Demonio hasta la batalla en el puente contra Zabuza, Haku y Miyuki. Explicó cómo la misión originalmente clasificada como rango C había escalado a una de rango A debido a la magnitud de los enemigos enfrentados y los riesgos involucrados. También mencionó que el pago por la misión sería entregado posteriormente debido a la situación económica de Tazuna y su aldea.

—Y eso sería todo, Hokage-sama —concluyó Katsumi con un tono profesional y firme, inclinando ligeramente la cabeza.

Hiruzen asintió lentamente, tomando otra calada de su pipa mientras sus ojos recorrían al grupo. Sin embargo, su mirada se detuvo en Zabuza y las dos jóvenes a su lado. Había una mezcla de interés y precaución en su expresión.

—Katsumi, lo que has relatado es admirable, pero explícame algo. ¿Qué hacen aquí uno de los Espadachines de la Niebla y dos kunoichis que, según tengo entendido, no pertenecen a ninguna aldea ninja aliada? —preguntó el Hokage, su voz calmada pero cargada de autoridad.

Katsumi alzó la vista, manteniendo su postura relajada pero con un aire de respeto.

—Hokage-sama, Zabuza Momochi, Haku del Clan Yuki y Miyuki del Clan Kurogane desean solicitar asilo en Konoha. Tanto Haku como Miyuki están dispuestas a establecer nuevas ramas de sus respectivos clanes dentro de la aldea, fortaleciendo nuestros recursos shinobi. Por su parte, Zabuza solicita unirse a las filas de los jōnin, ofreciendo su experiencia y habilidades en combate en beneficio de la aldea.

Las palabras de Katsumi cayeron con un peso tangible en la sala. Por un momento, el Hokage se limitó a observar a los tres, evaluándolos cuidadosamente. Zabuza, con los brazos cruzados y una mirada seria, parecía más un depredador enjaulado que un hombre en busca de asilo. Haku mantenía una expresión tranquila, casi inocente, aunque sus ojos ámbar revelaban un profundo compromiso. Miyuki, en cambio, proyectaba confianza con una ligera sonrisa, sosteniendo la mirada del Hokage sin vacilar.

—Es una solicitud inusual —comentó Hiruzen, finalmente rompiendo el silencio—. Pero entiendo que las circunstancias han sido igualmente extraordinarias. ¿Por qué deberían confiar los habitantes de Konoha en ustedes, especialmente en ti, Zabuza? Tu nombre no inspira precisamente tranquilidad.

Zabuza dio un paso adelante, su voz resonando grave pero sincera.

—No tengo excusas ni promesas vacías, Hokage. Pero sé una cosa: la Niebla ya no es mi hogar. Lo que ofrezco es mi lealtad a esta aldea, no por altruismo, sino porque aquí veo una oportunidad de redención. Y porque confío en que aquí, Haku y Miyuki podrán encontrar algo que yo nunca tuve: un lugar donde pertenecer.

Haku asintió suavemente, su voz delicada pero decidida.

—Hokage-sama, mis habilidades con el Hyōton pueden ser útiles para la defensa de la aldea. Estoy dispuesta a demostrar mi valía en cualquier prueba que considere necesaria.

Miyuki tomó la palabra con naturalidad, su tono directo pero respetuoso.

—Soy la última portadora del Shokkin, un kekkei genkai único de mi clan. Mi habilidad para moldear chakra en metal puede fortalecer la capacidad militar de Konoha. Y, personalmente, tengo una razón para quedarme aquí... una razón que no necesito explicar ahora.

El Hokage entrecerró los ojos ante esa declaración, pero no comentó al respecto. En cambio, asintió lentamente, dejando escapar otra bocanada de humo mientras su mente analizaba las implicaciones de aceptar a estos tres nuevos shinobis.

—Esto no es algo que pueda decidir a la ligera —dijo finalmente—. Zabuza, Haku, Miyuki, su integración en la aldea estará sujeta a un período de prueba. Durante este tiempo, demostrarán su lealtad y utilidad a Konoha. Cualquier traición será respondida con severidad.

Zabuza asintió con firmeza, y Haku y Miyuki hicieron lo mismo. Katsumi, por su parte, sonrió ligeramente, aliviada de que todo hubiera salido según lo planeado.

—Gracias, Hokage-sama. Estoy segura de que no se arrepentirá de esta decisión —dijo Katsumi.

Hiruzen se levantó lentamente de su asiento, observando al grupo con una mirada que mezclaba gravedad y esperanza. De un cajón de su escritorio, sacó tres protectores de la frente con el símbolo de la hoja grabado y, tras un breve momento de reflexión, los lanzó uno a uno hacia Zabuza, Haku y Miyuki.

—Bienvenidos a Konoha —declaró con solemnidad—. Pero recuerden, este es solo el comienzo. Su futuro en esta aldea dependerá de lo que hagan a partir de ahora. Haku, Miyuki, si prueban su lealtad y compromiso con nuestra aldea, lo más probable es que se les otorgue un territorio dentro del cual puedan reconstruir sus clanes. Por ahora, podrán quedarse en el edificio donde vive Naruto. Hay espacio suficiente para que cada uno tenga su propio departamento.

Los tres asintieron en silencio, entendiendo la importancia del momento. Zabuza, con una leve inclinación de cabeza, fue el primero en girarse para marcharse. Haku y Miyuki lo siguieron, ambas lanzando una última mirada al Hokage antes de abandonar la oficina junto a Katsumi y el resto del equipo.

Sin embargo, Naruto permaneció inmóvil, sus ojos fijos en Hiruzen. Katsumi lo notó, pero no dijo nada, intuyendo que el joven Uzumaki necesitaba hablar a solas con el anciano. Finalmente, solo quedaron ellos dos en la oficina.

—Bueno, viejo… ahora vas a explicarme qué significa esto —dijo Naruto con seriedad mientras activaba su dōjutsu, el Uzugan, cuyos patrones púrpuras comenzaron a girar lentamente en sus ojos. Antes de que el Hokage pudiera responder, gruesas cadenas rojas emergieron de la espalda de Naruto, serpenteando a su alrededor con un brillo intimidante.

Hiruzen dejó escapar un suspiro profundo, como si el peso de los años se sintiera más pesado en ese instante. Apagó su pipa con calma y se sentó nuevamente, mirando al chico con una mezcla de orgullo y tristeza.

—Bien, Naruto… —comenzó con voz grave—. Esperaba poder contarte esto cuando fueras chunin, cuando estuvieras más preparado para entender lo que representa. Pero, viendo que ya has despertado tu herencia, no puedo retrasarlo más. Es hora de que sepas la verdad sobre tu origen y tu legado… tu herencia.

Naruto entrecerró los ojos, su expresión mostrando una mezcla de confusión e impaciencia.

—¿Herencia? ¿De qué estás hablando? —preguntó, cruzando los brazos mientras las cadenas que lo rodeaban parecían vibrar ligeramente, reflejo de su creciente tensión.

Hiruzen asintió con gravedad, tomando aire antes de continuar.

—Naruto… te oculté la identidad de tus padres por una razón. Durante la Tercera Gran Guerra Ninja, ellos hicieron muchos enemigos, enemigos que habrían hecho cualquier cosa para vengarse de ellos… incluso atacarte a ti. Por eso decidimos protegerte manteniendo en secreto quiénes eran.

Naruto dio un paso hacia adelante, su voz firme pero con un atisbo de emoción en sus palabras.

—¿Y quiénes eran? ¿Por qué tenían tantos enemigos?

El Hokage lo miró a los ojos, sabiendo que las siguientes palabras cambiarían la percepción que Naruto tenía de sí mismo para siempre.

—Tus padres fueron Uzumaki Kushina y Namikaze Minato, el Cuarto Hokage. Eres el heredero de un linaje poderoso, el gran Clan Uzumaki, conocido por su dominio en fūinjutsu y sus impresionantes reservas de chakra, y el pequeño pero noble Clan Namikaze, que destacó por su velocidad y habilidades tácticas excepcionales.

Naruto abrió los ojos de par en par, sus cadenas retrocediendo lentamente mientras las palabras del Hokage resonaban en su mente.

—¿El Cuarto Hokage? —murmuró, incrédulo—. ¿Kushina Uzumaki? ¿Entonces eso significa que... soy...?

Hiruzen asintió con tristeza.

—Sí, Naruto. Eres el hijo del hombre que sacrificó su vida para sellar al Kyūbi dentro de ti y de una mujer que representaba el orgullo y la fortaleza de los Uzumaki. Ambos te amaban profundamente, y estoy seguro de que estarían muy orgullosos de lo que has logrado hasta ahora.

Naruto retrocedió un paso, llevando una mano a su pecho como si intentara procesar la información. Un torbellino de emociones lo invadió: orgullo, tristeza, ira y una profunda confusión. Finalmente, levantó la mirada hacia el Hokage.

—¿Por qué me lo ocultaste? —la voz de Naruto se quebró mientras daba un paso adelante, temblando de frustración y dolor—. Toda mi vida he estado solo... señalado, odiado... por algo que ni siquiera entendía. ¡Podrías haberme dicho esto antes! ¡Todo habría sido diferente!

Sus palabras resonaron en la oficina como un eco, cargadas de ira y un sufrimiento que había guardado durante años. Sus manos estaban crispadas en puños, y sus ojos, brillando con el Uzugan, reflejaban una tormenta de emociones. Las cadenas que antes emergían de su cuerpo temblaron violentamente antes de desvanecerse de golpe, como si compartieran su conflicto interno.

Hiruzen cerró los ojos, incapaz de sostener la mirada del joven. Su cuerpo se encorvó ligeramente, como si el peso de la culpa lo aplastara aún más. Con un suspiro pesado, habló, su voz cargada de arrepentimiento:

—Lo sé, Naruto… Lo sé. No espero que me perdones por ello. —Hizo una pausa, dejando que el silencio llenara la habitación—. Tomé la decisión que creí mejor para protegerte, aunque ahora veo cuán imperfecta fue. Quería que crecieras sin el peso del legado de tus padres, sin ser un objetivo constante para sus enemigos.

Naruto bajó la cabeza, sus mechones rojizos cubriendo parcialmente su rostro. La respiración irregular del joven era un reflejo del tumulto dentro de él. La rabia se mezclaba con un profundo sentimiento de tristeza, una tristeza que había aprendido a ocultar tras sonrisas y risas forzadas. Lentamente, aflojó los puños, dejando que sus dedos temblaran mientras las cadenas se desvanecían completamente.

—No sé si puedo perdonarte ahora, viejo… —su voz era más baja, pero aún firme, cargada de un peso que parecía demasiado grande para alguien de su edad—. Pero al menos… gracias por decírmelo. Ahora… ahora entiendo un poco más de quién soy.

El anciano Hokage abrió los ojos, viendo en Naruto a un niño que había madurado a la fuerza, cargando un dolor que no merecía. Hiruzen asintió, reconociendo el sufrimiento de el niño, y habló con cautela.

—Naruto, hay más que debes saber… pero por ahora, lo importante es que recuerdes esto: eres un Uzumaki, un Namikaze y, sobre todo, un shinobi de Konoha. —Su voz se volvió más firme, tratando de infundir esperanza—. Tu fuerza no proviene solo de tu linaje, sino de lo que tú mismo estás construyendo cada día.

Naruto levantó la mirada lentamente, sus ojos aún brillando con el púrpura intenso del Uzugan. Sus labios se apretaron en una línea tensa, pero en lo profundo de sus ojos había un destello de determinación.

—Lo entenderé todo —dijo con resolución, aunque su voz temblaba ligeramente—. Y me aseguraré de que estén orgullosos… y de encontrar mi propio camino.

Hiruzen esbozó una leve sonrisa, aunque su rostro seguía reflejando la tristeza por los años de sufrimiento que Naruto había soportado. Sin embargo, ese brillo de esperanza en el joven Uzumaki era suficiente para darle confianza.

—Naruto —continuó Hiruzen después de un momento de reflexión—, hay algo más que debo hacer. Puedo entregarte los rollos que pertenecen a tus clanes, los secretos del Clan Uzumaki y el pequeño pero valioso legado de los Namikaze. Pero necesitaré tiempo para procesar el papeleo y organizar todo. Eso incluye tus derechos sobre las propiedades y recursos de tu linaje.

Naruto lo miró en silencio, esperando que continuara.

—A pesar de que tu herencia sigue siendo un secreto para la mayoría, eventualmente, cuando te conviertas en chunin o después de los exámenes chunin, podré anunciar oficialmente quién eres. Por ahora, puedo darte acceso al dinero que te pertenece y a los rollos de técnicas de tus clanes. Sin embargo… hay algo más que debo mencionarte.

Naruto frunció el ceño, adelantándose ligeramente, como si intuyera que lo que vendría no sería fácil de aceptar.

—Dado que eres el último heredero de ambos clanes —continuó Hiruzen, con una seriedad implacable—, tendrás que ser incluido en el programa de reconstrucción de clanes. Eso significa… que se te permitirá, y en cierto modo se te alentará, a tomar múltiples esposas y concubinas para asegurar la continuidad de tus linajes.

Los ojos de Naruto se abrieron de par en par, su mente tratando de procesar el significado de esas palabras. La ira y el desconcierto volvieron a asomarse, pero esta vez estaban teñidos de una incredulidad que no sabía cómo expresar.

—¿Qué? ¿Múltiples esposas? —preguntó, con un tono que mezclaba sorpresa y una leve molestia—. ¿Es eso realmente necesario?

—Sí —dijo Hiruzen con calma, aunque su voz llevaba un matiz de seriedad que reflejaba la importancia de lo que estaba diciendo—. Es una tradición que no muchos clanes han utilizado en las últimas generaciones, pero en tu caso es diferente. Los Uzumaki casi han desaparecido, y los Namikaze son apenas un recuerdo. Este programa no es una obligación, Naruto, pero es una oportunidad para proteger tus linajes y asegurar su legado.

El Hokage hizo una pausa, observando la expresión confusa y cargada de emociones del joven Uzumaki antes de continuar.

—Sasuke está en el mismo programa, aunque su situación es algo diferente. Con sus hermanas no aplica del mismo modo, ya que, independientemente de si tienen uno o dos esposos, biológicamente solo pueden tener un hijo a la vez.

Naruto apretó los dientes. Sus manos comenzaron a temblar mientras intentaba procesar todo lo que acababa de escuchar. La idea de ser colocado en un programa tan extraño, de ser presionado a tomar decisiones tan importantes sobre su futuro y su legado, lo hacía sentirse atrapado. Una mezcla de incredulidad, incomodidad y responsabilidad se agitaba dentro de él.

Pero en lugar de estallar respiró hondo, cerrando los ojos por un momento antes de hablar con voz firme, aunque aún se percibía un temblor en ella.

—Lo entiendo… —murmuró lentamente, escogiendo con cuidado sus palabras—. Pero no quiero que me impongan nada. No quiero obligar a nadie a casarse o a juntarse conmigo. Eso… eso no sería justo para nadie.

Hiruzen asintió con una ligera sonrisa. Aunque Naruto aún era joven, esas palabras mostraban la madurez que estaba desarrollando, una cualidad que prometía un futuro brillante.

—Es una decisión sabia, Naruto. Y es tu elección al final del día. Nadie te forzará a tomar un camino que no quieras.

Naruto relajó ligeramente sus hombros, aunque aún sentía el peso de todo lo que acababa de aprender. Después de un momento, levantó la vista hacia el Hokage, su mirada teñida de curiosidad.

—Entonces… ¿puedes explicarme qué son estas cosas? —preguntó, señalando primero sus ojos y luego el lugar donde habían emergido las cadenas momentos antes—. ¿Mis ojos? ¿Y esas cadenas?

Hiruzen adoptó una expresión más seria mientras respondía.

—Tus ojos, Naruto, son el Uzugan. Incluso entre los Uzumaki, es algo extremadamente raro. Hay pergaminos que explican todo sobre su naturaleza, aunque la mayoría de los detalles se perdieron con el tiempo. —El Hokage hizo una pausa antes de continuar—. En cuanto a tus cadenas, son las Cadenas de Sellado de Adamantina. Es una técnica de sellado única del clan Uzumaki, y su poder es inmenso. Los pergaminos que te entregaré te ayudarán a entender mejor cómo utilizarlas.

Los ojos de Naruto brillaron con una mezcla de fascinación y confusión. Había tantas cosas sobre sí mismo que desconocía, tantas piezas de un rompecabezas que apenas ahora comenzaba a armar.

—¿Los pergaminos? ¿Me los puedes dar ahora? —preguntó, con una determinación renovada en su voz.

Hiruzen asintió y caminó hacia un armario grande en la esquina de la oficina. Después de un momento, sacó dos rollos de tamaño considerable y un tercero, más pequeño. Regresó hacia Naruto, colocándolos cuidadosamente sobre la mesa.

El más grande tenía el símbolo del remolino Uzumaki, un diseño intrincado en rojo y blanco que parecía brillar tenuemente bajo la luz. El segundo rollo, aunque también grande, llevaba el símbolo de los Namikaze: un diseño elegante y minimalista en tonos dorados. El tercer rollo, más pequeño y discreto, parecía insignificante en comparación, pero el Hokage lo señaló con especial énfasis.

—Estos son los pergaminos principales de tus clanes, Naruto —dijo Hiruzen, con un tono solemne—. Contienen el conocimiento y las técnicas de los Uzumaki y los Namikaze. Hay más pergaminos del clan Uzumaki, pero están en una de las propiedades del clan. Cuando te entregue la mansión Uzumaki, podrás acceder a ellos.

Naruto miró los rollos con una mezcla de asombro y responsabilidad. Sentía que finalmente estaba tocando algo tangible, algo que le conectaba con el pasado que tanto había anhelado entender.

Hiruzen señaló el pergamino más pequeño y continuó:

—Este es tu permiso para el programa de reconstrucción de clanes. Es un documento oficial que permite el matrimonio múltiple en tu caso. Pero como dije antes, esto es solo una opción, no una obligación.

Naruto tomó los pergaminos con cuidado, sintiendo el peso simbólico que representaban. Por primera vez en mucho tiempo, tenía algo que lo conectaba con sus raíces, con una historia que no sabía que poseía. Levantó la mirada hacia el Hokage, con determinación brillando en sus ojos.

—Gracias, viejo. Usaré esto para aprender más sobre quién soy… y para decidir mi propio camino.

Hiruzen observó al joven Uzumaki con una mezcla de orgullo y un ligero pesar. Sabía que había tomado decisiones difíciles para proteger a Naruto, decisiones que implicaban mantenerlo en la oscuridad sobre su verdadero linaje durante tanto tiempo. Sin embargo, estaba convencido de que esas acciones, aunque cuestionables, habían sido necesarias para mantenerlo a salvo en una aldea que no siempre había sido amable con él. Ahora, al verlo tomar esos pergaminos con una madurez que iba más allá de su edad, el Hokage sintió que había llegado el momento de corregir el curso.

El anciano líder observó cómo Naruto ajustaba los pergaminos con cuidado en su espalda, sujetándolos con la misma delicadeza que uno manejaría un tesoro invaluable. El joven se detuvo un momento para guardar el permiso del programa de reconstrucción de clanes en una pequeña bolsa que llevaba en su cintura. Su expresión era seria, sus ojos reflejaban la marea de pensamientos y emociones que bullían en su interior. Naruto no dijo nada más, pero Hiruzen podía sentir el peso de todo lo que estaba procesando.

Katsumi, quien había regresado tras un breve momento de ausencia, se adelantó para caminar junto a Naruto. Su mirada se cruzó con la del Hokage por un instante, y aunque no dijo una palabra, su expresión dejó claro que estaría allí para apoyar a Naruto en lo que viniera. La lealtad y determinación de la joven Hatake no pasaron desapercibidas para Hiruzen.

Naruto, acompañado por Katsumi, salió de la oficina en silencio. El trayecto hacia su departamento fue tranquilo, marcado únicamente por el suave sonido de sus pasos. Katsumi permaneció a su lado, respetando su necesidad de procesar todo lo que había sucedido, pero asegurándose de que no estuviera completamente solo.

El joven Uzumaki mantenía la mirada fija en el camino, sus pensamientos girando en torno a los pergaminos que ahora llevaba consigo y lo que representaban. Su vida, que ya era complicada, acababa de volverse mucho más intrincada. Los Uzumaki y los Namikaze no eran solo nombres; eran legados que él debía proteger y honrar, pero la magnitud de esa responsabilidad lo abrumaba.

Katsumi, a pesar del silencio, no dejó de observarlo. Podía notar el peso que cargaba Naruto en sus hombros, y aunque deseaba decir algo para aliviarlo, entendía que este era un momento que él necesitaba enfrentar por sí mismo. Aun así, su presencia era un recordatorio de que no tenía que cargar con todo solo.

Finalmente, llegaron al pequeño departamento de Naruto. Él abrió la puerta con movimientos lentos, casi mecánicos, como si cada acción fuera un esfuerzo monumental. Katsumi lo siguió en silencio, cerrando la puerta tras de sí con suavidad. Durante unos momentos, ambos permanecieron inmóviles dentro del modesto espacio, el silencio envolviéndolos como una manta pesada. Naruto se dirigió hacia una de las paredes y recargó con cuidado los enormes pergaminos contra ella, como si fueran reliquias invaluables. Luego, tomó el pergamino más pequeño, el que contenía el permiso para múltiples matrimonios, y lo dejó sobre la mesa con igual delicadeza. Sus ojos azules se clavaron en él, llenos de pensamientos y emociones que parecían demasiado grandes para expresar.

La realidad de su linaje, de los Uzumaki y los Namikaze, y las expectativas que venían con ese peso comenzaban a asentarse en su mente. La habitación se sentía más pequeña, más opresiva, como si el aire mismo se hubiera vuelto más denso.

Katsumi, apoyada ligeramente contra la pared, observaba en silencio. Había aprendido a leer a Naruto con el tiempo, a entender sus silencios y lo que escondían. Finalmente, rompió la quietud con una voz suave, casi un susurro, pero llena de una calidez que cortaba el frío que parecía llenar el lugar.

—Naruto... no tienes que cargar con todo esto solo. Estoy aquí contigo, pase lo que pase.

Él levantó la mirada, sorprendido por sus palabras. Sus ojos se encontraron, y por un instante, algo cálido y reconfortante brilló en los de Naruto. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro, breve pero sincera, suficiente para mostrar cuánto valoraba su apoyo, incluso si aún no sabía cómo expresarlo completamente.

—Gracias, Katsumi —respondió finalmente, su voz baja pero llena de sinceridad—. ¿Tú sabías todo esto? ¿Lo de mi padre, lo de mis clanes?

Katsumi asintió lentamente, su expresión pasando de la comprensión al arrepentimiento. Dio un paso hacia él, cruzando los brazos, como si buscara protegerse de un juicio que temía, pero que estaba preparada para enfrentar.

—Tu padre fue mi sensei —comenzó, su voz teñida de melancolía—. Y cuando eras un bebé, yo protegí a tu madre durante algún tiempo. Pero el día de tu nacimiento no estaba de servicio... y, bueno, ocurrió lo del ataque del Zorro. No hay mucha información clara sobre lo que pasó esa noche, pero se dice que algo o alguien provocó la liberación del Kyūbi.

Hizo una pausa, midiendo sus palabras antes de continuar.

—Sobre tus clanes, no sé mucho más de lo que cualquier ninja podría saber. Los Uzumaki eran famosos, incluso fundaron su propia aldea oculta, Uzushiogakure. Pero su poder y conocimiento en sellado fueron tan temidos que las otras aldeas se unieron para destruirlos. Konoha mantiene el símbolo del remolino en los chalecos de los chunin y jonin como un símbolo de unidad, un tributo a ellos. Y ahora tú... ahora eres el heredero de todo eso, Naruto. Eres muy rico, y, si lo piensas, casi podrías considerarte un príncipe.

Naruto alzó una ceja, sorprendido por la afirmación. Katsumi bajó la mirada, jugando nerviosamente con sus dedos.

—Perdón si estás enojado conmigo —continuó ella, con un tono más bajo—. Por no haberte dicho nada antes, por no haber estado tan presente. Yo también estaba en una mala situación. Tenía que cuidar de mi hermana, y si soy sincera... no creo que hubiera sido muy buena en ayudarte en ese momento. Pero ahora estoy tratando de enmendar todo eso. Quiero estar aquí para ti, de verdad.

Naruto se quedó en silencio por un momento, procesando sus palabras. Finalmente, dejó escapar un suspiro y dejó caer los hombros, relajándose un poco. Una sonrisa, más amplia esta vez, apareció en su rostro.

—¿Un príncipe, eh? —dijo, con un toque de humor en su voz. Luego negó con la cabeza suavemente—. No estoy molesto contigo, Katsumi. Has sido muy buena conmigo, siempre amable. Me entrenas bien y me enseñas jutsus geniales. No podría pedir nada más.

El alivio en el rostro de Katsumi era evidente, y sin dudarlo, dio un paso más hacia Naruto, rodeándolo con sus brazos en un cálido abrazo. Naruto, sorprendido al principio, terminó correspondiendo, dejando que la cercanía disipara por un momento el peso que sentía. Permanecieron así por varios segundos, como si el tiempo se detuviera, hasta que Katsumi se separó suavemente, con una mirada cargada de empatía.

Decidida a aliviar la tensión del momento, Katsumi se ofreció a prepararle algo de comer. Fue un gesto amable, casi maternal, y aunque ambos sabían que había mucho por procesar, Naruto aceptó en silencio. Mientras ella cocinaba, él permaneció sentado, observando cómo el pequeño departamento se llenaba con el sonido de utensilios y el aroma de comida recién hecha. Sin embargo, cuando la comida estuvo lista, Katsumi no insistió en quedarse. Tras dejar el plato frente a Naruto, se despidió con otro abrazo, esta vez más breve, pero igual de significativo.

—Cualquier cosa que necesites, estoy aquí, Naruto —dijo con una sonrisa suave antes de salir.

Naruto permaneció en silencio, comiendo despacio mientras su mente seguía procesando todo lo que había aprendido. Frente a él, los enormes pergaminos descansaban como un recordatorio tangible del peso de su linaje. Terminó de comer sin prisa, dejó los platos a un lado, y decidió que era momento de enfrentarse a los misterios que esos pergaminos contenían.

Creó varios clones mientras se preparaba para abrirlos, delegando tareas como un hábito adquirido en sus entrenamientos. Sin embargo, ninguno de los clones pudo abrirlos. Los símbolos inscritos en los pergaminos permanecían cerrados, inertes, hasta que Naruto mismo lo intentó. Al sostener uno de ellos, un pequeño corte accidental en su dedo hizo que una gota de sangre cayera sobre los sellos. En ese instante, los intrincados patrones brillaron intensamente, reaccionando al chakra de su linaje. Era como si los pergaminos lo reconocieran. Con un suave clic, los sellos se deshicieron, y Naruto sintió cómo una conexión profunda se formaba entre él y aquellos objetos ancestrales.

Al abrirlos, los pergaminos parecían contener más que simples escrituras. Un flujo de chakra emergió cuando canalizó su energía, revelando más pergaminos en su interior, cada uno marcado con los símbolos de los clanes Uzumaki y Namikaze. La cantidad de conocimiento y técnicas que se desplegaban era abrumadora, pero Naruto no se dejó intimidar. Ordenó a sus clones que comenzaran a leer y clasificar todo lo que encontraran, mientras él enfocaba su atención en uno en particular: un pergamino titulado Uzugan.

Sus ojos se desplazaron por el texto con avidez, absorbiendo cada palabra. El Uzugan, el dōjutsu exclusivo del clan Uzumaki, era mucho más de lo que jamás habría imaginado. Su descripción hablaba de un poder que rivalizaba con el Mangekyō Sharingan y el Rinnegan, sean lo que sea, aunque poseía una identidad única, profundamente entrelazada con el legado Uzumaki. Entre sus habilidades iniciales se mencionaba una maestría suprema en el control de chakra para optimizar técnicas poderosas y absorber o redirigir chakra enemigo, sensibilidad al flujo de chakra para identificar puntos débiles y desactivar genjutsus, incluyendo los del Sharingan, técnicas de sellado instantáneo que permiten crear y activar fūinjutsu con la mirada, y regeneración mejorada que acelera la curación de heridas graves, otorgando resistencia excepcional en combate. 

Chakura Ito (Chakra Filamentoso), leyó Naruto con interés. Esta técnica permitía extender filamentos de chakra desde cualquier parte del cuerpo para manipular objetos, sellar enemigos, o incluso cortar barreras de chakra. Más adelante, se describía cómo el Uzugan podía moldear chakra directamente en técnicas como el concepto de el Rasengan o fūinjutsu sin necesidad de contacto físico, otorgando una versatilidad incomparable.

A medida que continuaba leyendo, las habilidades del Uzugan parecían no tener fin. Su sensibilidad extrema al chakra le permitiría detectar incluso técnicas selladas o camufladas. Más sorprendente aún era el Análisis Molecular, que ofrecía la capacidad de descomponer y entender el chakra a un nivel microscópico, lo que podría revolucionar su forma de crear y contrarrestar jutsus.

Los detalles sobre las técnicas de sellado lo dejaron sin aliento. El Sellado Dimensional permitía encerrar cualquier objeto o ser dentro de dimensiones pequeñas, mientras que el Reflejo de Sellos hacía posible revertir técnicas enemigas con una sola mirada. Sin embargo, lo que más llamó su atención fue la sección sobre regeneración avanzada y absorción de chakra.

Regeneración Automática... incluso bajo condiciones extremas, usando chakra ambiental, leyó en voz baja. Esta habilidad podía convertirlo en un combatiente casi inagotable, mientras que la absorción de jutsus, incluso de alto rango, lo haría invulnerable a muchos ataques.

Finalmente, sus ojos se detuvieron en una lista de técnicas exclusivas del Uzugan. Cada una parecía más increíble que la anterior. El Uzumaki Kyūbu, por ejemplo, creaba una prisión de chakra que anulaba todo flujo interno o externo del objetivo, haciéndolo completamente inofensivo. El Shinku Rasen prometía un vórtice carmesí capaz de absorber y destruir cualquier cosa en su camino. Técnicas como el Chōten Fūin, que sellaba seres inmortales, y el Meikyū no Kabe, que atrapaba a los enemigos en una ilusión interminable, parecían sacadas de historias de leyenda.

El texto cerraba con la descripción de la técnica definitiva: Senkai no Uzumaki. Naruto sintió un escalofrío al leer las palabras. Era un remolino de chakra destructivo que crecía exponencialmente, devolviendo el chakra absorbido al usuario mientras devastaba todo a su paso.

—Esto... es increíble —murmuró, con los ojos brillando de determinación.

Naruto continuaba leyendo los pergaminos con una intensidad creciente, sus ojos azules escaneaban cada palabra, absorbiendo los secretos del Uzugan como si estuvieran diseñados específicamente para él. Su mente procesaba lentamente los conceptos mientras sus clones leían otros fragmentos. Uno de los textos llamó profundamente su atención: un apartado que hablaba sobre la primera evolución del Uzugan. Sentía cómo el peso de sus descubrimientos crecía, pero también la emoción de comprender la magnitud del poder que portaba.

El texto comenzaba describiendo el "Uzugan Hōzō", también conocido como el "Almacén Divino". Según lo que leía, esta evolución representaba un vínculo aún más profundo con la esencia de los Uzumaki, consolidando su legado como maestros absolutos del chakra y los sellos. Naruto podía casi visualizar el poder latente descrito en las palabras. Detalles sobre su apariencia física aparecían con claridad en su mente: las aspas del diseño original del Uzugan se expandían hacia los bordes del ojo, formando anillos concéntricos que giraban en diferentes direcciones, como engranajes que simbolizaban la complejidad de su funcionamiento. Los tonos púrpura oscuros se iluminaban con destellos dorados al activar habilidades avanzadas, y líneas similares a sellos aparecían alrededor de los ojos, marcando una conexión más profunda con el fūinjutsu.

Las habilidades del Hōzō parecían desbordar imaginación y poder. Una habilidad mencionaba la capacidad de sellar objetos, armas y técnicas dentro de un espacio dimensional personal, invisible al ojo humano, que podía abrirse y cerrarse a voluntad. Naruto quedó particularmente fascinado con la descripción de cómo estas técnicas selladas podían liberarse al instante, combinándolas para generar un poder devastador que superaba la técnica original. Otro apartado describía una habilidad conocida como "Chakra Voraz", una capacidad que permitía al portador absorber chakra del ambiente, de enemigos e incluso de técnicas cercanas con un solo vistazo. Esa energía no solo se acumulaba, sino que podía redistribuirse con precisión para curar aliados, potenciar técnicas propias o explotar los sellos de los enemigos. Naruto cerró momentáneamente los ojos, imaginando cómo ese poder podría cambiar el curso de una batalla, y sintió un escalofrío.

Mientras continuaba leyendo, encontró referencias a una visión avanzada que permitía analizar el flujo de chakra a un nivel molecular, identificando trampas ocultas, sellos, afinidades y puntos débiles. Otra habilidad, conocida como desintegración de genjutsu, permitía destruir ilusiones avanzadas con tan solo mirarlas, eliminando cualquier interferencia en combate. Todo esto le hacía pensar que el Uzugan Hōzō era algo más que una herramienta de combate: era un testamento viviente del ingenio de su clan.

La siguiente parte hablaba de las habilidades ofensivas. Una técnica llamada Kaiten Fukai, o "Espiral Expansiva", permitía al portador crear remolinos de chakra a su alrededor, actuando como escudos y armas al mismo tiempo. Estos remolinos podían extenderse hacia el enemigo en forma de látigos de energía devastadores. Naruto sonrió ante la descripción, imaginando las posibilidades de esa técnica en una batalla real. También le impresionó la capacidad del Hōzō de alterar el campo de batalla con una "Zona de Anulación de Chakra", debilitando a sus enemigos mientras le otorgaba una ventaja decisiva.

El pergamino también detallaba habilidades exclusivas que solo se activaban con esta evolución. Una de ellas, la Mugen Uzumaki no Kekkai o "Barrera Espiral Infinita", envolvía al usuario en una barrera protectora que reflejaba parte del daño recibido al atacante. Esta barrera podía extenderse para encerrar a múltiples enemigos en un espacio controlado donde el chakra del usuario dominaba. Otra habilidad, llamada Ōkina Hōzō no Jutsu, mencionaba cómo el Uzugan almacenaba automáticamente grandes cantidades de chakra en su interior, listos para ser usados en momentos críticos, amplificando las técnicas del usuario hasta niveles inimaginables. Pero lo que realmente dejó a Naruto sin aliento fue leer sobre la técnica final, Ōgon Senpū, un tornado de chakra en forma de espiral que arrasaba todo a su paso, con propiedades de sellado que neutralizaban a cualquier enemigo atrapado dentro.

A medida que leía más, Naruto sintió que estas habilidades no solo aumentaban su poder, sino que lo convertían en un símbolo viviente del legado de los Uzumaki. El pergamino también describía los efectos físicos del Hōzō: un aura intimidante que emanaba del usuario, haciendo que enemigos más débiles dudaran en atacar, y un ligero efecto gravitacional que atraía técnicas y chakra hacia sí mismo, reflejando la naturaleza absorbente del dōjutsu.

Naruto se detuvo, cerrando el pergamino con cuidado. Su corazón latía con fuerza, no solo por la emoción de lo que acababa de descubrir, sino también por el peso de la responsabilidad que estas revelaciones traían consigo. Miró a sus clones, quienes continuaban examinando los pergaminos con dedicación inquebrantable. Cuando uno terminaba, desaparecía en una nube de humo, transmitiendo a Naruto la avalancha de información sobre técnicas de sellado, ninjutsu, y secretos sobre su dōjutsu. Sin embargo, había algo en aquel capítulo que acababa de leer que lo dejó inmóvil por unos momentos. El título era imponente: Uzugan Kigen.

Naruto volvió a abrir el pergamino, sus ojos repasando las palabras con una mezcla de asombro y seriedad. Era la segunda y última evolución del Uzugan, la cúspide del poder de su linaje. El nombre resonaba en su mente: Kigen, una palabra que significaba origen, inicio, y también divinidad. Se decía que solo un Uzumaki digno podía acceder a esta forma, alguien que comprendiera la verdadera esencia de su clan y tuviera la voluntad inquebrantable de proteger aquello que considerara sagrado.

El diseño del Uzugan Kigen captó inmediatamente su atención. El texto detallaba cómo este dōjutsu evolucionaba visualmente, alcanzando un nivel de complejidad inimaginable. Las aspas tradicionales se transformaban en patrones geométricos intrincados, cada línea y curva emitiendo un brillo negro y púrpura que parecía vibrar con vida propia. El fondo púrpura oscuro del ojo adquiría un efecto caleidoscópico que reflejaba el flujo infinito de chakra. Además, una aura divina rodeaba al portador, manifestándose como una niebla etérea que se extendía como si reclamara el entorno a su alrededor. Esta forma, decían las palabras en el pergamino, no era solo un símbolo de poder, sino también una representación física del control absoluto del portador sobre el chakra.

Las habilidades del Uzugan Kigen lo dejaron sin aliento. La primera era un dominio absoluto del chakra, que incluía la capacidad de manipular cualquier forma o naturaleza de chakra, incluso tomando control parcial del chakra de otros. Más impresionante aún, el usuario podía generar chakra puro en cantidades casi ilimitadas, suficiente para abastecer no solo sus propias técnicas, sino también las de sus aliados cercanos. Esto no era simplemente un avance en habilidades, era un salto hacia lo divino.

El siguiente apartado, titulado Sellado Cósmico (Tenchi Fūinjutsu), describía una habilidad que rozaba lo inimaginable. El portador podía sellar técnicas, objetos, o incluso entidades completas dentro de un espacio dimensional infinito con una simple mirada. La versión definitiva de esta técnica podía borrar permanentemente cualquier amenaza, no solo del plano físico, sino también de la existencia misma. La descripción estaba acompañada de un comentario en el pergamino: "Solo aquellos que comprenden el equilibrio entre creación y destrucción pueden desatar este poder sin sucumbir a su peso."

Otra habilidad, llamada Forma del Chakra Absoluto, permitía al portador crear estructuras, armas, o incluso pequeñas dimensiones utilizando únicamente su chakra. Era la representación definitiva de la creación, un contraste perfecto con la técnica conocida como Destrucción del Ciclo, que desintegraba completamente cualquier cosa en energía pura, poniendo fin al flujo y reflujo de la existencia.

El pergamino continuaba con técnicas exclusivas del Uzugan Kigen, cada una más impresionante que la anterior. La Bendición del Chakra Divino (Shinsei no Fukuin), por ejemplo, permitía al usuario transferir su propio chakra a un aliado, potenciando todas sus habilidades y otorgándole acceso temporal al poder del Uzugan. Pero lo que más lo impactó fue la técnica definitiva: Despertar del Remolino Primordial (Uzushio Saishū Kōgeki), que liberaba una tormenta de remolinos de chakra comprimido, devastando todo a su paso y sellando cualquier rastro de vida dentro del área afectada.

El texto también mencionaba los efectos físicos y la transformación que acompañaban al Uzugan Kigen. La presencia del portador adquiría una presión espiritual tan intensa que podía paralizar a enemigos más débiles con solo estar cerca. Durante el uso prolongado, el usuario se envolvía en un manto de chakra púrpura con patrones de remolinos en constante movimiento, un recordatorio de su dominio absoluto sobre el chakra y su conexión con el origen divino.

Naruto, respirando profundamente, leyó la sección final que explicaba cómo despertar tanto el Uzugan Hōzō como el Uzugan Kigen. El Hōzō requería que el portador dominara no solo el control de su propio chakra, sino también la comprensión profunda del fūinjutsu y la capacidad de usarlo en armonía con el flujo natural del mundo. Era una prueba de conocimiento, paciencia y voluntad. El Kigen, por otro lado, solo se despertaba en situaciones extremas, cuando el portador enfrentaba una amenaza que ponía en peligro todo lo que amaba y necesitaba trascender sus propios límites para protegerlo. Era un estado que requería no solo poder, sino también una pureza de propósito.

Naruto cerró el pergamino con cuidado, aún procesando la cantidad abrumadora de conocimiento que había adquirido sobre las habilidades de su clan Uzumaki. Su expresión reflejaba una mezcla de asombro y determinación; había aprendido más en unas horas de lo que jamás había imaginado posible. Sin embargo, apenas tuvo tiempo de ordenar sus pensamientos cuando un flujo de información distinto invadió su mente. Esta vez provenía de un pergamino del clan Namikaze.

El cambio era evidente. Las técnicas de los Namikaze no tenían la profundidad en cantidad que las de los Uzumaki, pero lo compensaban con su eficiencia y precisión. Cada técnica estaba diseñada para un propósito específico, como si el clan hubiera perfeccionado el arte de ser letal en un solo movimiento. Naruto se dedicó a leer durante horas, sumergido en el flujo de conocimientos que detallaban las habilidades y secretos de su herencia paterna.

Entre las técnicas más destacadas, encontró varias que captaron su atención:

Hikari Shunpo (Destello de Luz): Una mejora avanzada del Shunshin no Jutsu, que permitía moverse a velocidades casi imperceptibles, dejando un rastro de luz cegadora para desorientar a los enemigos. Rasen Yaiba (Espada Espiral): Un jutsu que comprimía chakra giratorio en una hoja de chakra puro, capaz de atravesar defensas físicas y chakra por igual. Ten no Kazemaru (Corte del Viento Celestial): Una técnica que concentraba el chakra del viento en una ráfaga cortante, capaz de dividir montañas con un solo movimiento. Kekkai Kyūden (Fortaleza de Barrera): Una técnica defensiva que creaba una barrera impenetrable alrededor del usuario y sus aliados, basada en un control milimétrico de chakra.

Naruto frunció el ceño mientras absorbía la información. Estas técnicas requerirían un dominio perfecto de su chakra y reflejos impecables, pero el potencial que ofrecían era inmenso. Se dio cuenta de que necesitaría miles de clones para dominar todo lo que acababa de descubrir. El pergamino también mencionaba filosofía de combate, estrategias, e incluso consejos prácticos transmitidos por generaciones de los Namikaze. Todo indicaba que el clan valoraba la perfección y la efectividad por encima de todo.

Mientras procesaba esta abrumadora información, un sonido metálico interrumpió sus pensamientos. Instintivamente se giró hacia la derecha, justo a tiempo para ver cómo la pared se cortaba limpiamente, formando una entrada con la precisión de una hoja afilada. Una cuchilla hecha de acero líquido brillaba a medida que se deslizaba para revelar una figura conocida: Miyuki. Su cabello blanco con puntas negras se movía suavemente mientras una sonrisa ladeada decoraba su rostro.

Antes de que Naruto pudiera reaccionar, un segundo corte resonó desde la pared opuesta. Esta vez fue una cuchilla de hielo que talló la pared con la misma perfección. El aire se enfrió de inmediato, y cuando el hielo se disipó, apareció Haku. Su presencia era elegante y letal, con una mirada cálida que contrastaba con el filo de su entrada.

—Naruto-kun —saludó Miyuki, apoyándose contra el marco improvisado de la puerta mientras sus ojos ámbar brillaban con curiosidad—. Parece que te estás divirtiendo aquí. Aunque, debo admitir que estoy un poco celosa. ¿Qué es lo que encuentras tan fascinante como para olvidarte de nosotras?

Haku avanzó con la misma gracia que una brisa invernal, deteniéndose junto a Miyuki. Aunque su presencia era tranquila y acogedora, sus palabras cargaban un aire juguetón.

—Es raro verte tan concentrado, Naruto-kun. ¿Qué secretos estás desentrañando esta vez? —preguntó suavemente, con una pequeña sonrisa que iluminaba su rostro, aunque su tono revelaba una mezcla de interés genuino y provocación.

Naruto se rascó la nuca, sintiéndose atrapado entre ambas. Intentó no dejarse intimidar por sus miradas inquisitivas. Levantó el pergamino del clan Namikaze, mostrando los símbolos que decoraban su superficie.

—Es un montón de información sobre mi clan paterno —respondió finalmente, con un tono que oscilaba entre la emoción y la seriedad—. Técnicas, estrategias… Todo está aquí. Pero es mucho más complicado de lo que esperaba.

Miyuki arqueó una ceja, claramente intrigada, y dio un paso más cerca para echar un vistazo al pergamino. Mientras lo hacía, la temperatura a su alrededor pareció estabilizarse; el contraste entre su energía cálida y la presencia helada de Haku resultaba extraño pero, de algún modo, complementario.

—¿Complicado? —repitió Miyuki, con un toque de desafío en su voz—. Naruto, si puedes manejar las cadenas de chakra y ese dōjutsu tuyo, esto debería ser pan comido.

Haku asintió, cruzando los brazos mientras observaba con interés.

—Quizá Miyuki tenga razón, pero no deberías presionarte demasiado. Después de todo, no se trata solo de aprenderlo, sino de perfeccionarlo. Aunque… —pausó, mirando directamente a Naruto—. Puedo ayudarte si lo necesitas.

Naruto suspiró, tratando de mantener la calma mientras sentía las miradas fijas de Miyuki y Haku sobre él. La tensión en el aire era palpable, pero no era incómoda; más bien, era como si ambas intentaran descifrarlo, como si quisieran comprender cada uno de sus pensamientos. La intensidad de su atención lo hacía sentir como si estuviera atrapado entre dos fuerzas implacables, cada una tirando de él en direcciones opuestas. Pero Naruto, siendo quien era, dejó que una sonrisa cruzara su rostro. No podía evitar sentirse agradecido por su presencia, aunque el momento claramente requería un poco de humor para aliviar la atmósfera.

Cerró el pergamino con cuidado, sus dedos rozando los antiguos símbolos que decoraban su cubierta, como si absorbiera la historia y el conocimiento que llevaba consigo. Levantó la mirada, enfrentándose a los ojos ámbar de Miyuki y los ojos cálidos pero penetrantes de Haku.

—Gracias, chicas —dijo finalmente, con una sonrisa que denotaba tanto gratitud como algo de resignación. Sabía que su ayuda, aunque bien intencionada, a menudo traía consigo un caos particular—. Pero, bueno, creo que antes de seguir... —Hizo una pausa, señalando las enormes aberturas que ahora decoraban las paredes del refugio subterráneo—. ¿Puedo preguntar por qué le hicieron dos enormes agujeros a mi casa?

El comentario hizo que Miyuki soltara una risa ligera, inclinándose con un aire de superioridad juguetona. Se cruzó de brazos mientras miraba la abertura que había creado con su técnica de acero líquido, como si estuviera admirando una obra de arte.

—¿Agujeros? —repitió con una sonrisa burlona—. Prefiero llamarlos mejoras estructurales. No puedes negar que el lugar necesitaba un poco de ventilación, ¿no?

Haku, en contraste, se llevó una mano a la boca, cubriendo una pequeña risa que escapó de sus labios. Su presencia seguía siendo elegante, casi etérea, pero sus ojos reflejaban diversión al observar la interacción entre Naruto y Miyuki.

—Lo siento, Naruto-kun —dijo finalmente, con un tono que mezclaba sinceridad y algo de picardía—. Pensé que esta entrada sería más... llamativa. Pero no esperaba que te molestara.

Naruto puso los ojos en blanco, aunque la sonrisa en su rostro traicionaba cualquier intento de mostrarse molesto. Señaló las aberturas nuevamente, exagerando su expresión para enfatizar su punto.

—¿Llamativa? ¡Casi me da un infarto! Por un momento pensé que me estaban atacando. ¿Es demasiado pedir que usen una puerta normal como cualquier persona civilizada? —exclamó, aunque el tono de broma en su voz dejaba claro que no estaba realmente enojado.

Miyuki se acercó a él, inclinándose un poco mientras lo miraba directamente a los ojos, sus labios curvados en una sonrisa confiada.

—¿Y dónde estaría la diversión en eso, Naruto? Además, si quieres proteger secretos tan importantes, deberías asegurarte de que nadie pueda entrar así de fácil... —Sus palabras tenían un dejo de burla, pero también un trasfondo serio que no pasó desapercibido.

Haku dio un paso adelante, interponiéndose ligeramente entre los dos, como si quisiera equilibrar la dinámica. Su expresión seguía siendo serena, pero había un destello protector en sus ojos.

—Miyuki tiene razón en algo, Naruto-kun. Este lugar es viejo, y si algo nos atacara aquí, sería difícil defenderlo. Además, ¿cómo podríamos servirte mejor si no hacemos algunas mejoras? —Haku habló con serenidad, pero sus palabras llevaban una lógica incuestionable. Su mirada, cálida pero firme, se fijó en Naruto, como si esperara una respuesta definitiva.

Naruto tragó saliva, sintiéndose un poco abrumado por la intensidad de ambas chicas. Levantó una mano para rascarse la nuca, un gesto característico que lo delataba cuando estaba nervioso.

—¿Servirme? —repitió, su voz saliendo algo más aguda de lo que pretendía. Intentó calmarse, dejando escapar una risa nerviosa—. No necesitan hacer eso. Solo somos amigos, ¿no?

Miyuki soltó un bufido que resonó en la habitación, un sonido cargado de burla y una pizca de irritación. Su expresión cambió, transformándose en una mezcla entre diversión y algo más serio, algo más directo. Dio un paso adelante, invadiendo deliberadamente el espacio personal de Naruto. Sus ojos ámbar brillaban con una intensidad que lo hizo retroceder ligeramente, aunque no tuvo mucho espacio para moverse.

—¿Amigos? —repitió ella, alzando una ceja con escepticismo—. Claro, porque las amigas hacen todo lo posible por cuidar a su futuro esposo, ¿no es así? —Añadió con un tono despreocupado, pero la forma en que lo dijo hizo que el corazón de Naruto latiera más rápido de lo que le gustaría admitir.

Naruto parpadeó, atónito por lo que acababa de escuchar. Su cerebro tardó unos segundos en procesar lo que Miyuki había dicho, y cuando finalmente lo hizo, su rostro se tornó de un rojo brillante. Dio un paso hacia atrás, levantando ambas manos como si intentara defenderse de un ataque invisible.

—¡¿Futuro esposo?! ¡Espera, espera un segundo! ¿Por qué sigues repitiendo eso? —exclamó Naruto, su voz temblando entre incredulidad y un pánico apenas contenido. Su mente recordó fugazmente la vez que Miyuki había mencionado lo mismo durante el desayuno en la casa de Tazuna, aunque en aquel momento lo había tomado como una broma extraña. Ahora, la seriedad en su tono lo dejaba completamente desconcertado.

Miyuki sonrió con una mezcla de picardía y triunfo, disfrutando cada segundo de la reacción de Naruto. Su postura relajada irradiaba confianza, pero había algo en su mirada que parecía desafiarlo, como si lo invitara a entender un mensaje oculto. Era evidente que ella estaba en control de la situación, y el chico se sentía como si estuviera jugando un juego cuyas reglas le eran desconocidas.

—¿Qué? ¿No lo habías notado todavía, Naruto? —dijo Miyuki, cruzando los brazos con una teatralidad calculada. El movimiento, intencional o no, acentuó su figura de forma notable. Naruto, que hasta ese momento había tratado de mantenerse ajeno a ese tipo de detalles, no pudo evitar que sus ojos se desviaran por un breve instante. La belleza de su rostro, enmarcado por su largo cabello blanco con puntas negras, y su físico bien desarrollado lo hicieron sentirse repentinamente muy consciente de sí mismo. Su rostro comenzó a calentarse, el rubor extendiéndose rápidamente por sus mejillas.

—Yo… eso no… —intentó responder Naruto, pero las palabras parecían atascarse en su garganta. Desesperado por encontrar una forma de desviar la conversación, desvió la mirada, solo para encontrarse con la expresión de Haku. Ella lo observaba con una sonrisa serena, pero sus ojos brillaban con diversión, como si también disfrutara del desconcierto del chico.

—Miyuki, lo estás asustando —dijo Haku con un tono suave, aunque la ligera risa que escapó de sus labios dejó claro que tampoco estaba completamente seria. Dio un paso adelante con elegancia, colocando una mano tranquilizadora sobre el brazo de Naruto. Su toque era cálido y gentil, pero su cercanía solo añadía a la creciente sensación de incomodidad del joven ninja—. Naruto-kun, no tienes que preocuparte tanto. Miyuki solo está siendo... directa.

Naruto miró a Haku, tratando de encontrar algo de consuelo en sus palabras, pero la calma en su tono solo lo hacía sentir más atrapado. Intentó recuperar la compostura, aunque su voz seguía traicionándolo.

—¡¿Directa?! ¡Eso es más que directa! —protestó, mirando primero a Haku y luego a Miyuki, que seguía sonriendo como si todo fuera un juego para ella.

—¿Y qué tiene de malo ser directa? —preguntó Miyuki, inclinando ligeramente la cabeza mientras su sonrisa se ampliaba. Dio un paso más hacia él, cerrando la distancia entre ellos hasta el punto en que Naruto casi podía sentir su aliento. Sus ojos ámbar brillaban con una intensidad que lo hacía retroceder ligeramente, aunque no tenía mucho espacio para escapar—. Si ya sé lo que quiero, ¿por qué debería ocultarlo? Y te lo diré de nuevo, Naruto. Eres alguien especial para mí, y no voy a dar marcha atrás en esto.

El corazón de Naruto latía con fuerza en su pecho, su mente buscando desesperadamente una respuesta que no sonara ridícula. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, Haku intervino nuevamente, esta vez colocándose al lado opuesto de Naruto, creando una sensación de encierro.

—Lo que Miyuki está tratando de decir —comenzó Haku, su tono más conciliador, pero con una mirada que también mostraba determinación— es que ambas queremos apoyarte, Naruto-kun. No tienes que verlo como algo malo. Estamos aquí porque creemos en ti. —Sus palabras eran sinceras, y el calor en su voz logró calmar, aunque fuera un poco, el caos en la mente de Naruto.

Miyuki asintió, aunque su sonrisa traviesa no desapareció. Se inclinó levemente hacia él, su rostro peligrosamente cerca.

—Exacto. No importa lo que digas, Naruto. No voy a dar un paso atrás. Así que acostúmbrate, porque estaré aquí siempre —dijo con un tono firme, aunque la chispa de diversión en su mirada seguía ahí.

Naruto sintió cómo su propia declaración lo hacía entrar en un terreno aún más complicado. Apenas había logrado pronunciar esas palabras, y ya podía sentir el peso de las posibles consecuencias. Sus mejillas ardían, pero intentaba mantener una apariencia neutral.

—Bueno, de todas formas, no creo que quieras ser mi esposa, Miyuki. —Se rascó la nuca, tratando de encontrar una manera de suavizar lo que iba a decir—. Creo que voy a entrar en un programa para reconstruir mis clanes... y eso me permitiría tener varias esposas. Pero, sinceramente, no creo que alguien quiera pasar su vida con una persona así.

El silencio que siguió a sus palabras no fue el alivio que esperaba. En cambio, el sonido de la risa de Miyuki llenó la habitación. Era un sonido melodioso, pero cargado de una confianza que lo dejó aún más desconcertado. Antes de que pudiera reaccionar, ella acortó la distancia entre ambos, acercándose tanto que el calor de su presencia se volvió palpable.

—¿A quién le importa compartir? —respondió Miyuki con una sonrisa que parecía desafiar las normas mismas del decoro—. Después de todo, ya tenía planeado compartirte con Haku.

Naruto abrió los ojos como platos, el impacto de sus palabras cayendo sobre él como un balde de agua fría. Su mente trataba desesperadamente de procesar lo que acababa de escuchar, pero no encontraba una manera lógica de hacerlo.

—¿¡C-como que compartir!? —logró balbucear, dando un paso atrás instintivamente, aunque no había mucho espacio para alejarse. La cercanía de Miyuki y su mirada determinada lo hacían sentir como si estuviera atrapado.

Haku, quien había estado observando todo con una expresión tranquila pero curiosa, dejó escapar una risa suave, como si encontrara la situación sumamente entretenida. Dio un paso hacia adelante, posicionándose al lado de Miyuki, aunque su actitud era más conciliadora.

—Miyuki no está bromeando, Naruto-kun —dijo con una voz suave, aunque sus ojos brillaban con un toque de diversión—. Para nosotras, compartir no es tan inusual cuando se trata de alguien especial. Y, bueno, ya hemos hablado de esto. —Sus palabras eran calmadas, pero su sonrisa ligera dejó claro que tampoco estaba completamente en desacuerdo con la idea.

—¿¡Ya han hablado de esto!? —exclamó Naruto, mirando a ambas chicas con incredulidad. Era como si el suelo bajo sus pies estuviera tambaleándose. Sentía que estaba entrando en un territorio del que no sabía si podría salir con su cordura intacta.

Miyuki asintió, cruzándose de brazos y alzando una ceja con una expresión casi desafiante.

—Por supuesto. Haku y yo tenemos muy claro lo que queremos. Y si eso significa compartirte, entonces que así sea. No es algo que nos moleste, ¿verdad, Haku?

Haku negó suavemente con la cabeza, su sonrisa tranquilizadora contrastando con la intensidad de Miyuki.

—No, no me molesta en absoluto. Después de todo, Naruto-kun es alguien digno de eso. —Sus palabras eran sinceras, pero la calidez en su tono lo hacía sentir aún más abrumado.

Naruto llevó una mano a su rostro, suspirando profundamente mientras trataba de recuperar algo de control sobre la situación.

—Esto… esto es demasiado para mí. Apenas estoy entendiendo todo lo que está pasando en mi vida, y ahora… ¡esto! —exclamó, dejando caer los brazos con resignación. Miró a ambas chicas, tratando de encontrar alguna señal de que todo era una broma, pero solo encontró determinación en sus miradas.

Miyuki sonrió ampliamente, con una mezcla de determinación y dulzura en su mirada. Dio un paso adelante, pero esta vez no solo invadió el espacio personal de Naruto; lo abrazó con firmeza, rodeándolo con sus brazos. El gesto lo tomó completamente por sorpresa.

—Entonces será mejor que te acostumbres, Naruto —dijo, su voz firme pero con un toque de ternura que lo dejó sin palabras—. Porque ni Haku ni yo vamos a ir a ninguna parte. No tienes que cargar con todo solo. Nosotras te ayudaremos a llevar la carga, quieras o no.

Naruto sintió cómo el calor del abrazo de Miyuki lo envolvía, una sensación cálida pero desconcertante que lo dejó inmóvil por un momento. Apenas estaba procesando el significado de sus palabras cuando sintió que Haku se acercaba por el otro lado.

Haku se colocó junto a él, posando una mano suave sobre su brazo. Su expresión era serena, pero sus ojos reflejaban una profunda determinación que parecía igualar la de Miyuki.

—Estamos aquí para apoyarte, Naruto-kun. —Su voz era suave, casi como un susurro, pero había una fuerza inquebrantable en sus palabras—. No importa lo que venga, no estás solo.

Naruto cerró los ojos, tratando de calmar el torbellino de emociones que lo invadía. Por un lado, estaba la incomodidad de ser el centro de tanta atención, y por otro, una calidez que no podía ignorar, como si la compañía de ambas chicas aligerara el peso invisible que siempre había cargado. Respiró profundamente, dejando escapar un largo suspiro.

—No sé cómo hacen esto parecer tan sencillo… —murmuró, más para sí mismo que para ellas. Cuando finalmente abrió los ojos, la determinación en sus propias palabras lo sorprendió—. Pero gracias. No sé cómo será todo esto, ni si seré capaz de manejarlo, pero... gracias por estar aquí.

Miyuki sonrió, aflojando un poco el abrazo pero sin soltarlo del todo.

—No tienes que tener todas las respuestas ahora mismo. Solo recuerda que no estás solo. —Sus ojos brillaban con una confianza que parecía contagiosa.

Haku asintió, su mano aún sobre el brazo de Naruto.

—Y no importa lo que pase, estaremos contigo. —Había una suavidad en su tono que contrastaba con la intensidad de sus palabras, como si intentara calmar cualquier duda que quedara en el corazón de Naruto.

Naruto miró a ambas chicas, aún algo abrumado pero con una pequeña sonrisa formándose en sus labios. Aunque sentía que su vida se había complicado de maneras que nunca habría imaginado, no podía negar que la idea de tener a alguien, o en este caso a dos personas, dispuestas a apoyarlo era reconfortante.

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