Wu Chen no vino solo. A su lado seguía una dama en sus sesentas. Estaba vestida decentemente, con ojos amables y una figura ligeramente redondeada. Su expresión era una de confianza y humildad, al menos frente a Shen Li, se mostraba muy humilde.
—Esta es la Tía Zhang, quien siempre ha estado al servicio al lado de la Anciana Señora Shen —presentó Wu Chen.
Más precisamente, la Tía Zhang era la fiel confidente de la Anciana Señora Shen. Conforme la Anciana Señora Shen había envejecido, muchas de sus asuntos eran manejados por la Tía Zhang, y para este viaje a Suiza, la Anciana Señora Shen la había elegido especialmente para venir a ver a Shen Li en su nombre.
—Buenos días, señorita Quinta —dijo la Tía Zhang, con una voz suave y humilde, su comportamiento modesto sin ser adulador.
Shen Li asintió, respondiendo educadamente, —Hola, Tía Zhang.
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