—Parece que está aquí —dijo Cynthia entre risas—, su expresión se convirtió en una de diversión.
Arlot, quien oyó esos gritos, miró a la joven delante de él.
—¿¡Qué está pasando?! —exigió ansiosamente, sin embargo, no recibió respuesta.
Mientras se dirigía hacia la salida de la terraza, Cynthia envolvió firmemente su mano alrededor de su muñeca.
—Quédate —ordenó, sus ojos violetas brillando en la oscuridad de la noche.
Sin otra opción, Arlot apretó la mandíbula, sometiéndose a la demanda de Cynthia.
Unos minutos más tarde, Cynthia abrió la puerta de la terraza y volvió a entrar en la sala del banquete.
Los gritos se hicieron más fuertes y un gruñido resonó a través del salón. Las luces se habían apagado, mejor dicho, la energía se había cortado.
—Ahora, ahora... ¿dónde te fuiste? —Cynthia curvó sus labios con una brillante sonrisa mientras buscaba una figura específica en el salón lleno de gente.
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