Mientras me sentaba frente a Katie en el pequeño bistró, tomé un sorbo de mi té helado. Una cálida brisa se filtraba por la ventana, y el tintineo de la cubertería se suavizaba por el denso murmullo de los clientes cercanos.
Cerré los ojos y me permití olvidar el caos por un momento. Durante un breve instante, sentí que mi mundo no giraba fuera de control.
Katie encontró mi mirada, sus ojos abiertos de sorpresa y confusión. —No puedo creer que implantaran un embrión que no era tuyo —dijo, con la preocupación tejiendo su tono.
—No sabemos mucho. La clínica está llamándolo un error e investigando el incidente, pero Michael ha estado realmente agitado. Estoy empezando a pensar que él cree que no fue un accidente. Honestamente, después de todo lo que hemos pasado, ni siquiera me sorprendería en este punto.
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