Los ojos de Jamie eran fríos, y en ellos había una fuerte sensación de invasión.
Los dos se miraron durante unos segundos, y Ellen desvió la mirada en silencio.
El guardaespaldas la detuvo, y su rostro era indiferente —Nadie puede entrar. Espere el siguiente.
Ellen obedeció y se quedó en silencio con el documento en la mano.
En el momento en que la puerta del ascensor se cerraba, los delicados dedos de Jamie detuvieron la puerta, y sus ojos se oscurecieron —Entra.
Al ver que era alguien conocido de Jamie, el guardaespaldas se hizo a un lado con tacto.
Ellen no quería entrar. Dijo ligeramente —No es necesario, gracias.
Jamie se quedó quieto, un pie atravesado en la puerta del ascensor, y no se movió. Parecía que no se daría por vencido.
Ya había gente alrededor mirando hacia el ascensor.
No muy lejos, había un compañero de trabajo de Ellen.
Considerando esto, ella dio un paso adelante y dijo —Entonces gracias.
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