—Debe ser mi nueva pasta de dientes —comentó ella—. No solo huele a manzanas, sino que también sabe a ellas. ¿Quieres ver cómo es? No es de tu marca ordinaria de siempre, es especial.
Intentó levantarse, pero él le agarró el brazo y la tiró encima de él.
Con éxito, logró tomarla por sorpresa y ella jadeó. Levantó la cabeza lentamente y lo miró. Sus ojos se agrandaron y parpadearon confundidos unas cuantas veces. Mordió su labio inferior inocentemente.
Para él, esa mordida de labio era lo mismo que una invitación.
—No me interesa tu pasta de dientes —con el pulgar de la mano derecha tocó la esquina de su boca.
—Mmm, yo... —balbuceó ella.
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