Emily se sentó en el sofá, abrazando una almohada contra su pecho como si fuera un salvavidas. Sus ojos estaban rojos e hinchados de llorar, su respiración entrecortada con cada sollozo. La casa se sentía insoportablemente vacía sin la reconfortante presencia de Heather. Todavía podía ver la imagen de su madre siendo llevada esposada, con una mirada de resignación en su rostro.
Annie se arrodilló frente a Emily, sosteniendo con suavidad las manos temblorosas de ella. —Emily, escúchame —dijo ella suavemente, tratando de mantener su voz calmada a pesar de la tormenta que crecía dentro de ella—. Voy a la estación de policía. Voy a hablar con Fred y arreglar las cosas.
Emily levantó la vista, sus ojos llenos de lágrimas suplicando. —¿Pero y si no la dejan ir? ¿Qué pasa si
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