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Sueño

Desperté en el cuarto de la torre norte, envuelto en un sueño profundo y sin interrupciones. La noche había sido tranquila, sin sueños ni pesadillas, solo la placidez de mi cuerpo hundiéndose en el colchón suave, recuperando el cansancio de años de lucha.

En esa noche, el mundo se redujo a un simple acto de descanso. Al levantarme, empecé a explorar mi entorno. El cuarto era amplio y acogedor, aunque no tan majestuoso como mis aposentos en el Imperio de Cristal, era un refugio mucho más cálido que la celda o mi habitación en el orfanato. Las paredes estaban tapizadas en un tono magenta suave, y una alfombra celeste cubría el suelo. Mi atención se centró en los muebles de la esquina, donde un pequeño librero de diseño curvo estaba repleto de libros.

Intenté tomar uno, pero recordé de inmediato que mi magia estaba bloqueada por el hechizo de Sparkle. Sin otra opción, intenté usar la boca, pero mordí con tal fuerza que el libro se deshizo en pedazos. A veces olvido que mis colmillos pueden ser un problema, especialmente dado que no como carne; me criaron como vegetariano y no tengo intención de cambiar. Sin embargo, en una ocasión de hambre extrema, tragué un ratón que había estado comiendo mis mendrugos de pan. No lo saboreé en absoluto, pero no puedo evitar preguntarme si, de alguna manera, el sabor habría sido aceptable.

Volví a la realidad al mirar el libro que había destrozado, de los pedazos reconocibles de la página se veían unos trazos de acuarela lo que daba a entender que era un libro para potrillos.

Que pensaba esa tal Twilight al darle a alguien con mi porte un libro infantil.

Unos golpes en la puerta interrumpieron mis pensamientos. Al abrirla, ahí estaba Starlight de nuevo, esta vez sin la compañía de Twilight. Sorprendentemente, no mostraba el mismo temor que en el calabozo. A pesar de que su altura apenas llegaba a mi pecho, se mantenía serena y firme. Me habló con una cortesía que parecía más propia de un poni común, y me informó que Twilight quería que la acompañara al desayuno.

No asentí ni negué; simplemente la seguí hasta el comedor. A lo largo del pasillo, los sirvientes, al verme, me miraban con temor y recelo. Algunos se apartaban del camino o se ocultaban tras las cortinas. Enderecé el cuello, que había estado inclinado; aunque estaba a su merced, no iba a mostrar sumisión. Este gesto hizo que los que me miraban con desdén se acobardaron. Sentí un atisbo de orgullo: después de tantos años, mi presencia aún lograba imponer respeto, o al menos miedo, en los demás. Siempre me había sentido temeroso, pero en ese momento, experimenté un renovado sentido de poder.

Después de largos pasos por los corredores reales llegamos a la sala del comedor principal. El aura mágica púrpura de twilight abrió la puerta para nosotros. Estaba sorprendentemente vacía a pesar de la cantidad de sillas acomodadas para la mesa principal, era casi tan grande como mi cama.

Starlight se sentó al lado de Twilight y con un gesto con su pezuña me pidió que me acercara. Con algo de disgusto me senté al otro lado de la mesa mirándole seriamente, Twilight solo disimuló una risita burlona.

Pronto nos sirvieron los alimentos. Ellas recibieron unos pancakes esponjosos, bañados en miel y adornados con frutas silvestres, mientras que yo obtuve un generoso plato de avena acompañado de vegetales. Sin pensarlo, me lancé a devorar la avena con una avidez feroz, vaciando el plato en cuestión de segundos. Mis bocados eran tan abundantes que agradecía a mis colmillos por mantener la comida en su lugar. El hambre era tan abrumadora que sentía como si cada bocado tuviera que ser devorado con prisa para no ser consumido por la misma hambre.

Starlight me observaba con sus ojos reducidos a simples puntos, como dos pequeños guijarros, mientras Twilight me miraba de reojo, absorta en su propio desayuno.

—¡Vaya, estabas realmente hambriento! —dijo Twilight con una sonrisa.

Lamí el plato para no dejar ni una migaja y asentí levemente.

—No es nada. En el calabozo, la comida era tan insípida que ni me di cuenta cuando tragé un ratón —dije, en tono serio.

Starlight escupió su café al escucharme, y Twilight se apresuró a limpiar el desastre, mirándome con una mezcla de sorpresa y exasperación.

—¿Los Umbrun comen carne? —preguntó Starlight, claramente sorprendida.

—No estoy seguro. Solo lo hice porque tenía hambre, no lo pensé mucho.

—¿Y cómo era?

—Lo tragué tan rápido que ni siquiera noté el sabor. No era nada del otro mundo.

Un silencio sepulcral llenó el comedor; las yeguas quedaron paralizadas, con sus alimentos intactos. De repente, la puerta se abrió de golpe.

—¡Twilight, necesito tu ayuda! —gritó una pegaso amarilla. —El Everfree está...

La pegaso se detuvo en seco al verme. Sus alas se recogieron contra su cuerpo, como si intentaran protegerla de un peligro inminente. Temblaba visiblemente, apoyándose en la esquina de una columna con una expresión de miedo palpable.

Sonreí inconscientemente, dejando al descubierto mis afilados dientes. Antes de que pudiera dar un paso, Twilight se lanzó hacia la pegaso para consolarla. Volví mi atención al comedor y vi a Starlight mirándome con una mezcla de furia y desconcierto.

—Fluttershy, está bien.—Twilight le dio unas palmadas en el hombro.— Esta bajo mi hechizo, es inofensivo.

—¡TWILIGHT EL INTENTO MATARME!—Fluttershy grito.

Ahogué una risa antes de que Starlight me reclamará con un golpe en la pezuña.

Fluttershy seguía temblando en el abrazo de Twilight, preguntando por qué no le avisé que estaría allí. Antes de que pudiera responder, un ser extraño apareció de repente en la habitación.

Era horriblemente grotesco, más allá de cualquier monstruosidad en las pinturas medievales de gatos. Sus patas parecían una mezcla entre las de una cabra y las de un león, y su rostro era el de un poni viejo y enfermo. Ni siquiera los Umbrun podrían provocar una incomodidad semejante.

La criatura me miró con una intensidad inquietante antes de que sus ojos, de forma literal, giraran hacia Twilight, que ahora mostraba una creciente molestia.

—Discord, si Sombra fue traído por ti a Canterlot, ¿por qué lo encontramos en el Ártico del Norte? —demandó Twilight, su cuerno brillando con una furia contenida.

El ser llamado Discord trató de desaparecer pero fue retenido por el aura púrpura de la monarca. Fluttershy quien había estado temblando se acerco a él con una cara de decepción.

—Verás , hace años cuando elaboré mi plan de juntar a tus enemigos necesité un incentivo para hacer que trabajaran juntos. Pero reduciste mis opciones, así que cree el mio. Tome una de las criaturas de la prisión de las sombras y le di la apariencia física de tu amiguito presente. Claro que el tipo era un desquiciado y se salió de control.

Se quede al lado de Starlight que lo miraba con ojos de asesino, Twilight lo llevó a otro lado para discutir la situación. La pegaso quedo sola en el comedor sollozando al escuchar lo que había hecho. Hasta yo senti un quejo de coraje en el pecho.

Después nos quedamos comiendo en silencio el desayuno.

—¿Te gustó el desayuno?—preguntó Starlight tratando de aligerar el ambiente.

—El ratón tenía más sabor —respondí irónicamente.

—¡¿Comiste un ratón?!— gritó fluttershy con miedo.

—Bueno—. Twilight sacó un largo pergamino —He planeado unas cuantas actividades para ustedes dos; primero empezarán por reorganizar la biblioteca, luego podrían traer los sacos de alimentos para los pájaros reales.

—Twilight por favor dime que yo no tengo parte en este plan —suplico Fluttershy.

—No te preocupes Fluttershy, con nosotras basta —contestó Starlight, para el alivio de la pegaso.

Bufé quedamente al momento en que Starlight me sacó del comedor.

El pasillo tenía una apariencia muerta, la servidumbre se esfumó antes de que llegáramos a pasar. Nos quedamos los dos solos en la biblioteca 

En el suelo se esparcen montones de libros de varios motivos, que habían sido esparcidos por starlight para volver a organizarlos.

—Me encargare de este montón, tu puedes iniciar con aquel estante—,dijo starlight.

Con su magia levitar un gran montón de libros, ordenándolos en una fila en la parte de enciclopedias ponis importantes. Murmuró algo sobre un tal steedlin, supongo que habrá sido un mago importante o algo así.

El montón que me tocó eran libros de zoología, igual no importaba mucho siempre y cuando estuvieran en orden. Al tomarlos con mis colmillos perfore profundamente la cubierta, desgarrando las hojas, resonó mi acto en aquella sala.

Starlight sonrió aguantando una risa solo para decir.

—Si Twilight, estuviera aquí ya se habría infartado 3 veces—. Bromeó para después continuar con su tarea.

Toda la mañana había transcurrido de manera extrañamente tranquila, y me preguntaba qué estaría tramando esa unicornio. Pero en ese momento, esas preguntas eran lo de menos.

Me dedicaba a ordenar los libros, apretándolos delicadamente con las fauces. El librero parecía interminable; cada fila que llenaba dejaba muchas más por completar. Mi pila de libros parecía no tener fin.

Starlight, visiblemente frustrada con mi ritmo, se acercó.

—¿Solo has avanzado eso? Yo ya estoy por terminar el estante de historia —dijo, sorprendida. Con un hechizo, acomodó los libros en su lugar con facilidad.

—Intenta ordenar todo un estante solo con la boca —le respondí, masajeando mi mandíbula cansada.

—Vamos, no puede ser tan difícil. Mi amiga Applejack hace tareas mucho más duras que esta —afirmó Starlight, con un toque de desafío.

—Pruébalo tú —la reté con una sonrisa traviesa.

Con un aire de determinación, Starlight se puso a trabajar. Al principio, manejó una montaña de libros con gran agilidad, llenando la sección inferior en un abrir y cerrar de ojos. Pero a medida que se enfrentaba a los estantes superiores, su ritmo se fue ralentizando y su cansancio se hizo evidente. Finalmente, cayó al suelo con un gemido de dolor y estiró su cuello con un crujido.

—¡Esto es horrible! ¿Cómo hacen Pinkie Pie y Applejack para aguantar esto? —se quejó, estirando sus músculos. —Necesito un masaje.

—Parece que esto tomará un tiempo —dije con tono seco.

Starlight me miró con una mezcla de determinación y frustración. Su cuerno brilló con una ráfaga celeste, y una luz mágica envolvió los libros, haciéndolos girar en un torbellino. Cuando el resplandor se desvaneció, los estantes estaban perfectamente ordenados y el suelo, ahora despejado, brillaba con limpieza.

Dejé caer la mandíbula, asombrado. Starlight me devolvió la mirada con picardía.

—Creo que es suficiente por hoy —dijo con una sonrisa satisfecha.

El disco blanco pasaría por el cielo, bañando de luz la tierra varias veces, que siempre seguían por el manto oscuro de la noche. No estoy seguro de cuanto tiempo ha pasado desde que me sacaron del calabozo, no es que importe mucho. Los días eran lo mismo, en las mañanas venía starlight a despertarme, hablaba aún sin que le respondiera una conversación hasta que llegamos al comedor. Desayunábamos con Twilight para después hacer nuestras actividades; cosas ridículas como mantenimiento a los jardines o abastecer la biblioteca. A veces Starlight me presumió sus hechizos para prácticamente cualquier cosa, podrá ser una poni tonta pero la he llegado a tolerar. Twilight y yo solo nos tratábamos pasivo agresivamente, no he tenido intenciones de ser cercano a ella, pero no tengo la fuerza para enfrentarla.

Cada tarde mis fuerzas flaquean y con el alo de Twilight mi magia es inútil. ¿Será parte de su plan? Por ahora solo me centraré en seguir existiendo.

No es muy diferente a ser prisionero, pero era preferible a seguir en el hielo.

Paso a la noche, pase de ese cómodo colchón de plumas a un frío suelo duro, su blanquecina luz celeste hizo difícil identificar en donde me encontraba. Resonó el chirrido de cristal al pisar mis cascos, el sonido se esparce en un vacío, estaba en la intemperie. Reconocí el lugar, uno al que cualquiera hubiera llamado un hogar, para mí solo fue un pedazo en la tierra.

Sus bellos jardines y edificios de cristal no valían nada, estaba podrido por los ponis de cristal y maldito por la presencia de los Umbrun.

No tenía idea de cómo había regresado a este lugar, solo pasee superficialmente por las calles desiertas, no había ni un alma, nisiquiera las casas se veían habitadas. Sera que esa tal Cadence termino de joder el imperio de una vez por todas.

Un olor invadió mi nariz, resalta de la esteril vista de edificios inertes que había, se sentía una esencia viva, un sabor como de lavanda que era llevado por el calor de un poni. Estaba ahí mirando al estrado del castillo, una pequeña poni de cristal sola en aquel inmenso espacio.

Su crin clara ondeaba suavemente en la brisa nocturna decorando su textura cristalina por la luz de la luna. Distinguir aquellos hermosos ojos azules y brillantes como el zafiro virgen de las minas de cristal, solo que este reflejaba un alma pura, un alma compasiva, llena de…Esperanza.

Mi corazón latió salvajemente al verla, habían pasado tantos siglos y aun no llegaba a abandonar mi mente. Era una tortura, la tortura mas dulce que habia vivido.

Si me viera a mi mismo sé que me arrepentiré por no olvidarla. El raudo viento acarició mi pelaje mientras me acercaba cada vez más a ella, mis cascos se sentían flotar en el aire en vez de el duro suelo de cristal. Estaba detrás de ella, no se volteaba, solo miraba al horizonte melancólicamente. Mire en sus cascos un viejo medallón de plata, no lo había visto antes. Solo susurraba sus lamentos, casi imperceptibles al oído de cualquiera, los balbuceaba con impotencia.

No soporté más la espera, la abrace por la espalda, incluso con todo lo que había pasado, todo el dolor que me había causado. Simplemente necesitaba sus toque, la necesitaba a ella.

Sentí su cuerpo, era frío, más helado que el páramo. Su suave cuerpo ahora era rígido como el acero. Sus ojos ahora eran blancos, sus emociones desaparecieron en un semblante muerto.

Un escalofrío recorrió mi columna, al fin me separé de ella.

«No, no eres tu»

Intenté decir pero las palabras no me salían. Esto no era real.

Estoy en un sueño de nuevo, no he tenido desde que me visitó Luna. No era normal para mi este sitio tan tranquilo, daba más terror que mis pesadillas.

Trote hasta los límites del castillo pero por más que corriera no dejaba de estar en el castillo. Malditos sueños.

En un momento ya no estaba en el castillo, las bellas calles del imperio ahora eran montones de nieve en el desierto congelado. Ahí es donde me encontraron, ni una vista más que la blanquecina escarcha más que.

«El cristal rojo»

Esa puerta que me había hecho lo que soy ahora, no lo que me enseñó que era realmente. Su brillante exterior me provocaba su esencia hostil, era callado y frío como la cumbre del norte. Puse mi cuerno en su textura tratando de abrirlo, pero no sucedió nada.

De pronto me percate de que alguien pasó al lado de mi sin mirarme para encontrarse frente al cristal. Llevaba una capucha marrón oscura que tapaba cualquier rasgo reconocible, excepto su voz. Era tenue e imperceptible ante la tormenta de hielo en la que nos encontrábamos, pero conocía esa voz demasiado bien.

Mis pezuñas quedaron congeladas en la nieve, todo mi cuerpo se quedó inerte, ni el cosquilleo del miedo podía sentirse en mis huesos.

Vi aquella hermosa pony hablar con el monstruo que me había dado vida, intentaba sonar amigable y comprensiva pero sus ojos blancos se quedaron fijos en su presa. De un momento a otro abandonó su objetivo para verme de vuelta a mi.

Como una bola de cenizas se esparce a mi alrededor queriendo implantarme de su asquerosa presencia, mueve sus cascos de miasma alrededor de la nieve para posar sus cuencas blancas en un semblante demoníaco.

Soltó sus cantos guturales que tratan de sonar como palabras, con las que me quede impasible. Le gruñí de vuelta a esa criatura.

—Que tienes sombra ¿No reconoces a tu propia madre cuando la reconoces?— dijo la bestia. puso sus frías pezuñas en mi rostro dejándome inmovil.

—Tu no eres mi madre, yo no tengo familia —respondí gruñendo.

—Oh potro ingrato, te salvamos de esa horrible prisión. Solo para dejarnos ahí pudriendo. 

—Solo me querían como un arma, me dejaron a merced de Amore y su arma—gruñi.

—¿Qué querías? vivir en la prisión de lodo y penas.

Mi pecho se enfrió ante su respuesta, si los umbrun no me hubieran hecho un poni, viviría eternamente en la prisión de las sombras. Sin embargo tal vez no hubiera pasado la soledad y el desprecio de los ponis de cristal. No hubiera sufrido del arma de Amore. No la hubiera conocido. 

—Ustedes son seres despreciables—

—Y tu eres el campeón de esos seres despreciables, no te engañes sombra, podrás verte como un poni pero estas tan podrido como cualquiera de nosotros— canto con voz ronca—. Piénsalo, podrías llegar a ser el peor. Hacer que todos esos ponis se retuercen en dolor, suplicando de piedad. Con todo el dolor del mundo.

—oh, lo haré. Pero no los necesito a ustedes — Apunte mi cuerno a su garganta. —Si reinare será solo para mi. Ni umbruns ni ponis acabarán con mi camino.

Rabia me embistió contra la pared de hielo de una montaña, las estalactitas se agitaron ante el impacto cayendo a la nieve. Ella emana su magia oscura reflejándose en los pedazos de hielo.

—Fuiste un desperdicio de poder y tiempo ¡Ahora morirás!

Antes de clavarme una daga de hielo en la córnea, una luz azul fue lanzada desde lo alto del cielo, convirtiendo a la umbrun en escombros. Una silueta oscura y alada bajo el pálido cielo estrellado como un bello ángel de la muerte.

Al bajar ante mí vi esa melena etérea y oscura como el océano nocturno; era la princesa Luna.

—¿Entonces, todo esto era un sueño? —pregunte sin verla a los ojos.

—Así es —respondió serena—. He suprimido tus sueños estos últimos días, son tan extremos y enredados. Jamás había visto algo así en un pony.

—Considerando que no soy un pony, podría ser normal en mi especie —rezongue.

—¿No eres un pony?—pregunto incrédula.

—¿Twilight no te contó sobre mi raza?

—supongo que no lo vio necesario— tratar de justificar la.— Igual debí sospecharlo, te pareces fisicamente pero igual siempre he tenido la sensación de que no eras un pony.

—Yo también.

—Y qué eres exactamente.

—Aquella criatura, que acabas de derrotar dice ser mi madre. Así me veía antes de ser modificado.

—Un umbrun, eso explica tanto.

Me senté al lado de la cueva donde habían caído las estalactitas, mire mis cascos escarchados por los fragmentos de cristal. Hasta que Luna se me unio.

—Planeas liberar a los Umbrun.

—No, ya no. Ellos no les importo y no me benefician a mi.

—Aun asi todavia quieres esclavizar a los ponis.

 

Guarde silencio, mostrando una mueca de asco.

—He pensado en hablar contigo, investigado alguna manera de cambiar tu forma de pensar, pero siempre llego a la misma resolución: eres una causa perdida —declaró Luna con fastidio.

Por eso mi objetivo es moldear un mundo donde pueda vivir: un mundo sin amor, sin princesas, sin umbruns. Un mundo donde solo yo gobernare},

—Lo siento —dijo Luna quedamente. — No debí decir eso, he estado oxidada de este trabajo. Es hasta hipócrita de mi parte decir que no tienes remedio.

—¿A qué te refieres? —pregunte con curiosidad. Luna se quedó callada, viendo con melancolía las estrellas.

—Twilight, te lo diría si lo piensa necesario — luna se quedó pensativa —. Si piensas en cambiar, creeme que te ayudaremos. Pero si no, no esperes que te dejemos ileso.

En una rafaga se disipó aquel sueño, solo quedé yo en la habitación de la torre, tendré que salir de aquí lo antes posible.

Otra mañana en el castillo de canterlot, starlight y yo nos dirigimos a los jardines reales para abastecer la comida de las aves. El cuidador se había resfriado así que Twilight tuvo la brillante idea de encargarlo a nosotros.

Lleve alrededor de 3 costales en el lomo, mientras que starlight simplemente levito los suyos. Era desesperante no poder usar magia: siempre que quería un objeto tenía que usar mis mandíbulas y cuidar que no se dañaran. Era un agobio intentar leer cambiando la página con las pezuñas. Por eso cuando gobernaba el imperio llegué a capturar un Bardo de cristal para que se encargará de hacer eso por mí, una vez se lo conté a Starlight y quedó bastante disgustada; incluso la muy chismosa se lo contó a Twilight.

Fluttershy estaba ahí en el jardín, alimentaba a los polluelos de una pequeña pajarera de madera. Ignoro completamente mi presencia, cantando una bonita melodía.

Dirigí mis oídos para escucharla, ese suave canto me transporto a memorias más simples antes de presenciar mi reflejo en el corazón de cristal. 

¿Cómo sería tener una madre?, alguien que te cante con tanto amor por el simple hecho de estar vivo.

Chestnut Falls la cuidadora del orfanato, fue lo más cercano que tuve al cariño materno; inteligente gentil y comprensiva con todos los potrillos. No me trataba como si mereciera afecto, era igual que todos sus niños. 

Aunque tal vez ni siquiera fui especial para ella.

La única que proclamó ser mi madre jamás dio algo por mi, fui una simple herramienta para sus planes maléficos. Tal vez ni siquiera fuera mi progenitora, está dentro de ella mentir.

Un crujido me sacó de mis recuerdos, la rama del árbol donde se encontraba Fluttershy estaba empezando a despedazarse, si llegaba a caerle en la cabeza seguro la mataría.

Antes de que la pegaso pudiera reaccionar, me coloque encima de ella en un parpadeo. Ella me miró casi teniendo un infarto, hasta que la rama se partió encima de mi espalda.

Los escombros se esparcieron por mi melena, ,mientras fluttershy se apartó de mí, en su cara luchaban un semblante de terror y alivio con posicionarse en su rostro.

—¡Sombra!, Salvaste a Fluttershy —dijo Starlight conmocionada, una enorme sonrisa adornaba sus labios.

Al escucharla rompí mi posición, bufando con una mueca de fastidio. No estaba pensando en ese momento.

Luna rebuscaba entre los viejos archivos de su casa, desenterrando todo lo que podía, pero el objeto de su búsqueda seguía esquivo. Ese nombre, debía recordar quién era.

—Hope —murmuró entre dientes, con una frustración palpable.

Celestia observaba a su hermana con creciente preocupación. Desde su regreso del castillo de Canterlot, Luna no había cesado en su búsqueda frenética de documentos, susurrando palabras apenas audibles. Celestia deseaba intervenir, pero prefería mantenerse al margen, lidiando con sus propios sentimientos amargos sobre el regreso de Sombra. Sin embargo, en ese momento, su hermana era lo más importante.

—Hermana, ¿qué buscas? No has dejado de revolver entre nuestras cosas desde que volviste —preguntó Celestia, su voz cargada de inquietud.

—Sé que he escuchado ese nombre antes... esa poni morada con crin celeste.

—¿Una poni de cristal?

—¿La conoces?

—Radiant Hope. Era nuestra alumna —respondió Celestia con nostalgia.

—No la recuerdo.

—Fue hace mil años, antes de tu transformación en Nightmare —explicó Celestia con un suspiro—. Era una joven unicornio de gran talento, irradiando vitalidad a su alrededor. Amore y yo estábamos convencidas de que se convertiría en una líder formidable con el tiempo.

—No encuentro nada sobre ella.

—Como ocurrió con el Imperio de Cristal cuando desapareció. Abandonó sus estudios prematuramente. Intenté persuadir para que continuara con su vida, pero estaba decidida a hacer todo lo posible para salvar a su amigo.

Celestia le mostró un retrato de Hope. Era como en los sueños de Sombra: una hermosa unicornio morada con una crin azul claro. Sus ojos azules brillaban como zafiros, y su pelaje resplandecía con el fulgor del cristal.

—Sombra debió haberla querido mucho. Es lo único en su mente que no ha sido corrompido por el miedo.

—Ella también lo amaba, Luna —respondió Celestia con tristeza.

Lo que comenzó como una mañana tranquila se transformó rápidamente en caos cuando Starlight tuvo que arrastrarme hasta la escuela de la amistad de Twilight para enfrentar a una planta mutante. Ella había dejado a Sunburst a cargo mientras se ocupaba de las tareas que Twilight le había encomendado. Sin embargo, ese día Sunburst, como cristalizador, debía asistir a una ceremonia en el Imperio de Cristal, dejando la responsabilidad en manos de Trixie.

Parece que Trixie no era la más adecuada para el trabajo. Al enterarse, Starlight se puso histérica y me teleportó con ella, jurando que no me dejaría solo ni a mí ni a Trixie.

El poco tiempo que Trixie pasó al mando fue suficiente para que lanzara un hechizo arriesgado que convirtió las inofensivas enredaderas en monstruos que se expandían por los salones, aterrorizando a los alumnos. Al verme, Trixie soltó un grito de terror. Starlight rápidamente la encerró en una burbuja de silencio y me ordenó que bloqueara las enredaderas con mi cuerpo. Quería protestar, pero su mirada furiosa me hizo callar. Embestí las ramas fuera del salón mientras Starlight desintegraba la planta con un hechizo brillante.

Una vez restablecido el orden, los alumnos nos miraban con curiosidad, incredulidad y, en algunos casos, con temor o rencor.Incluso uno de ellos con mirada burlona sacó un cuaderno de notas, que enseño unos dibujos curiosos de mi, en unos aparecía con las princesas en situaciones amistosas. Una niña con picardía se atrevió a preguntarme si Luna y yo habíamos tenido algo en el pasado. 

Starlight me aparto de los alumnos y les explicó que no causaría más problemas y nos dirigimos al salón de descanso del profesorado para tomar café y galletas.

Trixie seguía nerviosa por mi presencia; su café se derramaba por sus constantes temblores. Yo, por mi parte, sorbí mi taza de café, que estaba amarga y sin sabor. Nunca entendí el gusto por el café.

Unos minutos después, llegó el subdirector Sunburst, un unicornio de colores cálidos y melena despeinada. Sus lentes estaban empañados por el sudor de haber corrido.

—¡Trixie, solo te dejé un par de horas! —exclamó Sunburst—. Tuve que abandonar la ceremonia antes de tiempo. Los ponis de cristal van a pensar mal de mí.

—Qué tragedia —dije con tono burlón.

Sunburst me miró con sorpresa, y pensé que iba a gritar de terror o atacarme, pero solo se acercó a Starlight para reclamarle por no haberle avisado sobre mi presencia. Ella explicó que no lo había planeado y lanzó una mirada irritada hacia Trixie.

Sunburst comenzó a bombardearme con preguntas sobre magia oscura, el Imperio de Cristal y cómo era Equestria hace mil años. Me aparté fríamente, ya que, aunque quisiera responderle, mi conocimiento era limitado.

Starlight lo distrajo hablando sobre sus recientes actividades con Twilight, y él escuchó con atención. Era evidente la conexión entre ellos, un vínculo entre dos ponis que era difícil de ignorar. Alguna vez había sentido algo similar, o al menos lo creí. Ella había sido mi única amiga, siempre estaba allí en los momentos más difíciles. Pero cuando descubrí mi verdadera naturaleza, envió a las princesas a matarme. Los ponis son así, llenos de hipocresía y mentiras sobre la amistad.

Mientras discutían, unas jóvenes potras llamaron a la puerta: una pegaso naranja, una terrestre amarilla y una unicornio morada con melena rizada. La terrestre se acercó a Starlight.

—Esto no hubiera pasado si nos hubieras dejado a nosotras a cargo de vez en cuando —dijo la poni amarilla.

—Applebloom, ya lo hablamos. Aún son demasiado jóvenes —respondió Starlight en un tono severo.

—No es justo, somos más capaces que Trixie —replicó la pegaso, dejando a Trixie visiblemente ofendida.

Mientras discutían, la joven unicornio se colocó frente a mí. Estando peligrosamente cerca, me miró con sus enormes ojos verdes que parecían penetrar en mi ser. Se quedó peligrosamente callada por unos segundos hasta finalmente decir.

—¿Quién eres? —preguntó con inocencia.

—Sombra —respondí sin pensarlo.

Starlight mostró preocupación por el comportamiento de la unicornio llamada Sweetie Belle, pero yo me mantuve impasible. A pesar de su aura dulce, sentía una sutil hostilidad que, curiosamente, me resultaba relajante. Acepté ayudarles con sus actividades, ya fuera por aburrimiento o curiosidad.

Fue un día que rompió con mi eterno aburrimiento y mis insaciables deseos de tortura, o al menos con mis penurias. No me había sentido así desde que era un potrillo. Una lástima que esa sensación nunca vuelva a ser la misma.

Al caer la noche, regresé a mi cuarto en la torre como solía hacer, pero esta vez Twilight me esperaba en la entrada. Su semblante, normalmente sereno, mostraba una seriedad molesta.

—Así que salvaste la vida de Fluttershy —dijo Twilight—. Y has pasado tiempo con las Cutie Mark Crusaders. No pensé que avanzarías tan rápido. Debo admitir que estoy impresionada.

Le dirigí una sonrisa falsa mientras entraba en mi cuarto. En un destello de luz, ella apareció frente a mí, extendiendo sus alas en una postura defensiva.

—No soy tonta, Sombra. Sé que estás tramando algo —declaró con rabia—. Quisiera creer que te estás reformando, que realmente te importan los ponis que te están ayudando. Pero sé que no es verdad.

Se dio la vuelta y se dirigió a la ventana. Se preparó para volar a sus aposentos, sólo para detenerse y decir:

—Solo quiero que sepas que nosotros no estamos fingiendo cuando decimos que nos preocupas.

Batiendo sus alas, se elevó en la luz nocturna, desapareciendo entre las estrellas. Yo me quedé en el ventanal, con los cascos fríos deslizándose sobre el reluciente piso de mármol.

Debo alejarme pronto, antes de que sea doloroso traicionarlos. Sería tan fácil usar a los ponis para dejarlos en la miseria, pero ser un pony normal ya es imposible para mí. He marcado mi destino: seré el gobernante de toda Equestria, no, de todo este mundo.

—Lo lamento, Twilight... lo siento, Hope —murmuré, dejando que una lágrima se deslizara por mi mejilla.

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