Fue una situación cómoda para ambos, y para cuando terminé mis deberes, Miguel todavía fruncía el ceño frente a un montón de papeles en su escritorio.
No quería molestarlo, ni quería dejar su lado, así que lo observé.
De alguna manera me quedé dormido en el cálido estudio con el agradable aroma de Miguel. Entonces, sentí que alguien me levantaba suavemente. Sabía que era Miguel, así que me dormí con más confianza.
Este sueño fue muy profundo y cómodo.
Al despertar, el cielo afuera ya estaba claro. Vi que me habían cambiado a mi pijama y me sentía muy refrescado. No sabía si Miguel me había lavado cuando me llevó de regreso la noche anterior.
Me giré para mirar el rostro de Miguel. Me había quedado dormido en el estudio el día anterior, preguntándome a qué hora terminaría Miguel de trabajar.
Miguel estaba de frente a mí, sus largos brazos y piernas descaradamente expuestos bajo las cobijas, sin miedo a resfriarse.
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