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Capítulo 25: Thomas

—¿Es aquí? —pregunté.

—Déjame ver —Niel sacó su teléfono—. Sí, sí. Aquí mismo.

—Pero no hay nadie —observó Sion.

—Es porque llegamos muy antes —comentó Elicia.

—¿Nos bajamos?

Como respuesta a Sion. Niel saltó del jeep. Y se dirigió a la gran entrada. Hizo una señal y todos nos bajamos para acompañarlo.

Me aseguré de traer conmigo el celular, la navaja y las llaves.

Terminé siendo último de la fila que formamos para entrar. Niel nos comandó. Pasándolos por el lado me le uní. Logré ver mejor como iban. Elicia, con su pelo largo, que llegaba casi hasta su cadera, iba con unos jeans cortos y un polerón gigante, dejando su piel de las piernas expuestas. Me preguntaba si en la noche no le daría frio. Sion, iba con un jean azul oscuro y un polerón negro minimalista. Sin gorro, ni bolsillos, ni diseños. Niel, con unos jeans negros ajustados en la pantorrilla y una chaqueta de mezclilla por sobre otra. Todos iban con zapatillas blancas en mayor o menor medida, incluso yo, solo que las mías también llevaban negro.

La casa era increíblemente enorme. Seguía siendo pequeña comparada con la del señor Philip, aunque si lo pensaba detenidamente la del señor Philip era una exageración de mansión. Aun así, era más grande que la de mis abuelos.

Un chico demasiado alto, que debía medir 1.94 metros. se percató de nosotros y llamó al dueño de la casa.

—¡Thomas!

Pasó de nosotros y entró. Enseguida, el que coincidía con el aspecto de dueño de la casa, salió a recibirnos. Tal como indicoó Niel, el chico alto de 1.89 metros, con rasgos algo asiáticos por los parpados, tenía un Mullet como estilo de peinado. Su pelo, café oscuro, se iba aclareciendo a medida que se bajaba el degrade de los lados. No llegaba a ser ni ondulado ni liso.

—Llegaron demasiado temprano. Jaja.

—Al parecer si —respondió Niel revisando el panorama.

—No se preocupen. Siempre pasa —sonrió alegre.

El chico vestido con un buzo cortaviento de conjunto gris claro, con zonas amarillas en los bordes y en los hombros, dejaba ver una camiseta blanca y una cadena plateada colgando de su cuello. Unas zapatillas de basquetbol blanco con rojo resaltaban.

—Aprovechando que llegaron antes. ¿Qué tal si nos ayudan a dejar todo listo?

—No hay problema —nos miró Niel intentando confirmar.

Respondimos lo mismo.

—Bien. Entonces, si es que alguien puede ayudarme a traer los parlantes, mientras los demás ordenan el interior con mis compañeros sería genial.

—Yo te acompaño —dije sorprendiéndome a mí mismo.

—Genial. Ven, la camioneta del DJ ya llegó —apuntó por donde acabamos de entrar—. Los demás le preguntan a mi amigo de gorra que le falta o que hay que ordenar.

Niel, Sion y Elicia se adentraron en la casa. Yo seguí al chico unos pasos por detrás, al no saber cómo iniciar la conversación.

Llegamos a la camioneta de una cabina.

—¿Cómo estás?

—Un poco emocionado —respondió el chico que descendió de la camioneta.

—Me imagino —continuó el dueño de la casa.

—Realmente espero hacerlo bien.

—Cálmate. Es solo "La fiesta". La primera de muchas en las que estarás.

Viendo que estaba tenso, le dio una palmada en la espalda para intentar animarlo.

—Eso espero.

—Bien, entonces, primero llevemos los pequeños y después vemos como llevamos los grandes grande.

Agarró uno de los parlantes pequeños y se dirigió adentro de la casa. Así mismo hizo el chico de gorra que manejaba la camioneta. Realicé la misma acción y en una fila entramos a la casa. La recepción era un poco pequeña, pero al dar unos pasos te encontrabas con la sala principal, que era enorme. Esta, por la derecha, se conectaba de inmediato con una sala que tenía una gran mesa, la cual estaban corriendo a una orilla, esa misma sala se conectaba con una cocina completamente abierta, con una mesa en forma de media luna en el centro, que separaba la sala de la cocina, entre medio de estas aparecía una puerta a la que se podía acceder a otra zona, pero estaba cerrada. En la esquina lejana de la cocina también existía una puerta, esta estaba abierta y se podía observar una lavandería y un baño. A mi izquierda, justo al lado de la entrada, una sala envuelta en tres paredes. Por las cosas del interior, dejaban saber que era una biblioteca. Por esa misma dirección, un pasillo se extendía para llegar a la habitación principal, antecediendo a esta, una puerta que parecía ser de un baño u otra habitación. Frente a mí, luego de la amplia sala principal una terraza se dejaba ver, esta también era amplia y estaba techada hasta la mitad justo donde comenzaba una piscina de tres sectores; las escaleras, la parte profunda y una de descanso en la que uno podía sentarse teniendo la sombra de un pequeño techo. La terraza se conectaba con otra que daba la sala de cena; la que sostenía la gran mesa, por una escalera de dos ligeras alturas. Estaba techada por completo y se encontraba sellada por amplios ventanales. En un lado de la sala principal, orillada, estaba la escalera para llegar al segundo piso.

—¿Dónde los dejamos? —pregunté.

—Por acá. Síganme —respondió de inmediato al ver que hacía como que no me quedaba fuerza.

 Pasamos por al lado de la mesa que Sion estaba ayudando a mover y llegamos a la terraza ligeramente más alta. A una orilla, en una entrada diagonal, pasamos a una pequeña sala con unos sillones individuales, sillas y una tele colgada de una de las paredes.

—Dejémoslos aquí. Luego los ordenamos bien.

—¿Aquí vamos a poner la consola? —preguntó quién sería el DJ de la fiesta

—No. Aquí vamos a poner una mesa para los tragos. Así solo el bartender va a poder estar dentro. Ya que ahí vamos a dejar todo el alcohol. La consola para que puedas hacer lo tuyo la vamos a dejar ahí —dijo apuntando a un lado, en el término de la terraza—. Así ponemos los parlantes grandes a tus dos lados y los demás los repartimos en varias zonas.

—Me gusta —se frotó las manos el chico de gorra jockey—. ¡Esto va a estar buenísimo!

—Esa es la idea.

Fuimos por lo restante. En el trayecto no hubo ninguna conversación aparte de preguntas con respuestas concretas y casi obvias. Tocaba llevar el parlante grande. El chico de la gorra que iba a hacer de DJ comenzó a arreglar a su comodidad las cosas en una mesa que los demás chicos le llevaron.

—Tómalo de abajo. Es grande, pero no es tan pesado.

Asentí. Claramente no decía la verdad, el parlante era pesado e incómodo de llevar. Con precaución, lo llevamos de un solo tramo al lado de la mesa con las consolas, el computador y los cables conectores.

Volvimos para llevar el faltante.

—Espera. Descansemos un poco. Era más pesado de lo que creí.

—También lo creo —respondí con sinceridad.

—Por cierto. Ya te había visto en el colegio, pero no nos conocíamos. Soy Thomas de quinto año. Voy en el 5-C

—Absalón. De segundo año, del 2-A.

—¿Eres amigo de Lie?

—Sí. Es como mi hermano.

—Lo mismo. Es muy chistoso pasarla con él.

—Jaja. Te creo.

Lie era bien conocido por tener varias amistades incluso fuera del colegio. Si bien sus habilidades en estudios no eran nada buenas. Eran compensadas con su carisma y habilidad de poder llevarse bien con quien sea. Incluso con adultos no le es difícil establecer amistades. Cosa que no se ve muy seguido, ya que normalmente uno los trata como superiores. No sé si lo que logra es llevarlos a todos a su misma jerarquía o él es lo que cambia.

—¿También conoces a Niel? —pregunté.

—Un poco. A veces nos juntamos cuando Lie organiza las cosas, pero si no hay nadie en medio no somos propensos a hablar mucho. Aunque igual conozco todo lo del rumor.

No pensé sacaría lo del rumor. Si bien es algo que sucedió en nuestro colegio, debería perecerle algo poco advertible en el año que ocupa.

—¿Cómo te enteraste del rumor? Yo no lo sabía hasta hace poco.

—Fue comentado por todos lados y en mi curso, al menos mis amigos cercanos me lo mencionaron bastante. Aunque, no me gusta cuando hablan mucho de los rumores la verdad.

—Te entiendo. Los rumores no son algo que tomar a la ligera. Creo que todos tiene pegado alguno en la espalda.

—¿Tú los tienes?

—Sí. Aunque es algo de hace poco, no me gusta que hablen de ello.

—No sé si te ayude, pero no creo que se hayan esparcido tanto, al menos no en mi clase.

—Eso espero. ¿Y tú?, ¿Tienes rumores de los que sabes?

—Sí y si te soy sincero, me presionan demasiado. Creen que soy un tipo de ídolo o prodigio.

—¿En basquetbol?

—Exacto. Todos dicen que seré un gran basquetbolista, que ese es mi futuro, que nací para eso. Pero solo lo veo como un hobby.

—Perdón que te lo pregunte, ¿de verdad te invitaron a jugar por la selección nacional?

—Sí, es verdad. Pero ese es el problema. No sé si realmente quiero eso. Si lo acepto, mi vida tendrá que dedicarse a eso por siempre.

—¿No es eso lo que quieres?

—No lo sé, me gustaría ser algo más. Quiero cambiar la vida de las personas. Pero en el básquet, siento que solo las entretendría.

—Eso significaría que ya haces algo por ellas. Los haces sentir bien. Los emocionas. Incluso aunque pierdan y les generes tristeza les estás haciendo sentir emociones a la gente, incluso puedes ser la motivación de muchos que no son capaces de seguir adelante.

—Sabes. Eso es muy profundo. Tus palabras pesan para estar en segundo.

—No es mi intención —sonreí, llevándome la mano a la nuca—. Solo pienso en que hagas lo que hagas interferirás en las vidas de otros. Así que porque no hacer lo que mejor te haga sentir a ti mismo.

—Me vas a hacer sentir mal antes de la fiesta —sonrió sarcástico.

No sé si en realidad quería ser basquetbolista o no. Sin embargo, si lo que quería era cambiar la vida de las personas esa es su mejor carta. De todos modos, si mis palabras le van a hacer sentir mejor, es suficiente para mi autosatisfacción.

Autosatisfacción… Si hubiera pensado en que, es suficiente para mí, hubiera sonado mucho más amable. Al final es lo mismo, ¿no?

—Vamos. Tenemos que llevar esto. Luego seguimos hablando —apresuró Thomas, el dueño de la casa.

Llevamos los parlante y acomodamos todo a ambos lados del DJ. El chico comenzó a conectarlos por una única señal, para que se sincronizaran sin necesidad de estar conectados por cable. Con Thomas los fuimos posicionando en distintas zonas para que el ambiente de fiesta estuviera en cada rincón. Colocó música, algo despacio para comenzar, como todo funcionó correcto nos dimos un merecido descanso.

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