—Así que digo, los hombres son como pepinos podridos, poco fiables. Una vez que pones tu corazón allí, es demasiado difícil volver a recogerlo. Si, por algún milagro, consigues recuperarlo, tienes que protegerlo con tu vida, ¿sabes? Si no puedes mantenerlo a salvo, las consecuencias podrían ser aún más trágicas—. Elly Campbell escuchaba en silencio mientras ambas bebían sus tragos, sin saber cuánto habían consumido, hasta que ambas estaban mareadas.
El bar se estaba llenando cada vez más y más hombres comenzaban a abrirse paso hacia ellas.
—¿Por qué estas dos bellezas beben tanto? Beber es dañino para la salud. ¿Qué tal si les hacemos compañía y charlamos de la vida, eh? —algunos hombres de complexión media se abrieron paso hacia ellas, con una mirada lasciva en sus ojos que tenía un aspecto agresivo simplemente repulsivo.
Elly frunció el ceño, mientras Helen Melendy se levantaba de su silla.
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