Aila giró en el lugar dejando que la falda de su vestido se abriera a su alrededor. Sus tacones la hicieron tambalearse ligeramente y derramar algo del champán del flautín en sus manos. Se apoyó en Casio, agarrándose de su brazo, impidiéndose caer más. Estaba ebria por el alcohol y por los dos alimentadores de los que se había alimentado; ambos yacían en los sofás, pálidos, con sus cuellos casi desgarrados. Pero sus corazones aún latían y Davian se estaba ocupando de ellos, dejándola disfrutar de la música y la compañía de Casio.
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