Esa voz era tan angelical, que Aila pensó que podría colapsar por lo dulce que sonaba. El cuerpo de Aila se sentía calmado en su presencia como si nada en el mundo pudiera hacerle daño. Mantenía su cabeza inclinada, sin atreverse a mirarla a los ojos, y podía saber por su aura sola quién podría ser.
La mujer se rió entre dientes, el sonido tan hermoso, que hizo sonrojar a Aila. —Puedes levantar la cabeza, Aila Cross. Soy Selene, la Reina de la Noche. Desafortunadamente, solo puedo hablar contigo brevemente; mis poderes no pueden evitar la hipotermia de tu cuerpo por demasiado tiempo.
Aila levantó la cabeza y entrecerró los ojos ante la deslumbrante luz de la Diosa de la Luna. Era un ser tan etéreo que era imposible mirar directamente su rostro. Pero por lo poco que había visto, era increíblemente hermosa; parecía un insulto usar una palabra tan básica para describir su belleza.
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