—Que la muerte de tus padres fue toda tu culpa —las palabras de Darren resonaron en su mente. ¿Su culpa? Aila sentía como si su corazón se hubiera detenido y el silencio en la habitación se hizo espeso y ensordecedor. En ese momento, no había nadie más en la habitación con ellos; la atención de Aila estaba completamente enfocada en la sonrisa burlona en su rostro y el brillo malvado detrás de sus ojos.
—Tú eres la razón por la que están muertos... Tú solo te quedaste allí parada... —susurró con malicia, enviando un escalofrío por su espina dorsal.
Una imagen cruzó ante sus ojos, sangre. ¡Hay tanta sangre! Tan rápido como vino, se fue, y no pudo comprender el resto de lo que vio.
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