—¿Qué tiene de hermoso en mí? —preguntó.
—El verte como marido es hermoso —dijo ella—. Nunca pensé que podría ser feliz en un matrimonio, pero a pesar de todo lo que está sucediendo, soy feliz contigo.
Rayven sintió otra cosa extraña en su corazón que nunca antes había sentido. —¿Lo eres?
Ella asintió. —Sí.
—Acabo de gritarte —dijo él, y eso fue después de que ella le dijo que no se sentía bien.
—Todavía tienes algunas cosas que aprender —admitió ella—. O tal vez no tan pocas.
—Lo siento. No debería haber gritado —dijo él.
Ella tenía toda la razón para estar enojada y él debería haber escuchado en esos momentos difíciles. Solo había tanta preocupación y miedo que ella estaba cargando sola y él, después de todo, le había dicho que gritara si necesitaba hacerlo. Desahogarse y dejar salir sus emociones ya que siempre las mantenía dentro. Estaba contento de que esta vez no se contuvo.
Ella asintió. —¿Y las reglas?
—No más reglas estúpidas.
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