Angélica estaba trabajando en el jardín cuando de repente sintió algo extraño. Era una sensación alarmante, como si el peligro estuviera cerca. Miró alrededor y vio a un hombre de pie fuera de la puerta.
Al levantarse, fue a ver quién era. Al acercarse, la sensación se intensificó. El hombre vestía pantalones negros y un largo abrigo negro con una camisa gris debajo. Su cabello era largo y oscuro y sostenía un bastón en una mano. Su rostro le resultaba de alguna manera familiar y hacía que su corazón latiera de una manera extraña.
—Buenas noches, Mi Señora —su voz era como un ronroneo y le causó escalofríos.
—Buenas noches —ella respondió mirando sus ojos felinos.
—Debe ser usted la esposa del Señor Rayven. Estoy aquí para encontrarme con su esposo —dijo él.
Angélica recordó las palabras del Señor Rayven sobre no dejar entrar a nadie aunque dijeran que lo conocían. Pero ella no dejaría entrar a este hombre incluso entonces. Él le asustaba. ¿Dónde lo había visto?
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