—Rasgad ese aparte —en el momento en que sus labios se separaron y su voz tranquila perforó el aire silencioso, los sirvientes dentro se detuvieron. Miraron en su dirección por instinto, con confusión evidente en sus ojos.
—Aries señaló al primer maniquí que lucía un hermoso vestido de novia de encaje blanco —Es un horror. Quemadlo —su ceja se arqueó, viendo que nadie se movía después de varios segundos.
—Olvidadlo. Quemad los tres —cambió de opinión, alzando su barbilla. Sus ojos no mostraban el más mínimo vestigio de arrepentimiento ante las órdenes.
—Pero Vuestra Real... Su Majestad, Su Majestad dijo que necesita elegir uno de las tres piezas nupciales para su boda —explicó el sirviente que estaba ajustando a los maniquíes junto con la costurera, quienes fueron forzados a hacer los últimos retoques una vez que la princesa heredera se los probara.
—¿Cómo me has dirigido? —Aries respondió, ignorando la explicación del sirviente.
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