Mientras tanto, en el castillo en ruinas cerca del Palacio Zafiro donde Román estaba escondido. Conan caminaba de un lado a otro inquieto. Román estaba todavía profundamente dormido, pero su complexión había mejorado respecto a la noche anterior. Dexter, por otro lado, estaba sentado en el sillón junto a la cama, con los ojos fijos en la persona en la cama, pero su mente estaba en otra parte.
—¿Un poco de ayuda aquí? —exclamó Conan cuando ya no pudo más—. ¡He venido aquí para que me ayudes a averiguar cómo convencer a la Dama Aries!
—Ya te dije. No puedo ayudar —dijo Dexter, parpadeando muy lentamente y desviando la vista hacia la persona que estaba a varios pies de la cama.
—¡Ugh...! ¡Pensé que lo estabas pensando! —Conan se agarró el cabello angustiado—. ¿Entonces para qué estoy aquí?
—No lo sé —respondió Dexter.
—¡Estoy aquí, sufriendo cada segundo con tu presencia porque me dijiste que me ayudarías! —Conan continuó.
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