Elías se giró bruscamente. Sin previo aviso, la agarró y comenzó a arrastrarla por los pasillos.
—¡Espera, Su Majestad, la reunión con!
—¡Que le den por culo! —gritó Elías a sus espaldas.
—¡Suéltame! —gritaba Adeline, tirando y forcejeando con sus manos.
Elías la ignoraba. Pasaba de largo por delante de las caras confundas de la gente de Adeline. Continuaba arrastrándola, aun cuando ella comenzó a tropezarse con sus propios pies y casi cayó al suelo. Ella resistía, arañando y pellizcando su antebrazo, pero él ni siquiera parpadeaba.
Elías empujó a Adeline hacia una habitación aislada y vacía. Cerró de golpe las puertas tras él con un estruendo de "¡bang!"
Adeline saltó. Estaba bien familiarizada con todo tipo de armas, pero él había ejercido demasiada fuerza contra la puerta. Buscó la perilla, sin darse cuenta de que era su primer error. Cuando abrió un poco la puerta, una mano golpeó al lado de su cabeza.
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