—¡No puedes simplemente decir algo así! —Adeline siseó, colocando una mano sobre su boca como si él estuviera loco.
Elías simplemente agarró su mano y rió fuerte nuevamente. Sacudió la cabeza entretenido y apartó la palma de ella de su rostro.
—¿Qué se supone que diga o haga cuando te comportas tan descaradamente así? —ella agregó, intentando retirar su mano.
Elías simplemente apretó su agarre en su muñeca, colocándola junto a su cabeza. Contempló la idea de tener otra comida de ella. Pero luego miró el reloj y decidió que ella debía dormir.
—No es ser descarado si estoy diciendo la verdad. —Elías soltó su muñeca y se irguió. Se deslizó fuera de la manta y la empujó hacia su clavícula.
—Ahora duerme —él ordenó.
—No.
—Adeline.
—No estoy tan cansada. —Adeline se sentó, abrazando las mantas a su pecho. Las apretó contra ella, sus ojos vagando hacia el suelo donde su ropa estaba descartada.
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