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—Deja de halagarme —el Abuelo Zhuang no pudo evitar sonreír a su vivaz y adorable nieta—. No tiene sentido halagarme. Abuelo no te ayudará a hacer trampa.

—¡No necesito que me ayudes a hacer trampa, abuelo! —Zhuang Yu apretó sus pequeños puños para animarse—. Dado que acordamos que es una competencia justa, definitivamente derrotaré a Zhuang Li con todas las de la ley y lo haré aceptar completamente su derrota.

—Él es tu primo —el Abuelo Zhuang le tocó la frente, pero había un tono de satisfacción en su voz—. Tienes ambición. Tu personalidad es como la mía. Esfuérzate. Abuelo espera el día en que ganes.

—Lo sabía... —Zhuang Yu sonrió astutamente—. Abuelo también es más optimista sobre el desarrollo del lado oeste de la ciudad, ¿verdad?

—Chica tonta, ¿quieres tantear mi opinión? —el Abuelo Zhuang sonrió misteriosamente y levantó la taza de té de la mesa de centro—. Deja de soñar, ve a hacer tus cosas.