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Cuentos del todo - Parte IV - Mei, puede ver la muerte

El síntoma del Doppelgänger

 

No entiendo lo que sucede, sé que hay muchos por allí, allá, y en todos lados. Intento esconderme para no ser alguien más, pero soy todos, y no sé si soy yo.

 

 

Estaba en la parada del semáforo, cuando dio luz verde, y crucé, allí de frente el hombre de gafas me miraba de reojo, tenía los mismos rasgos lineales de un rostro que hasta parecía al mío. No quise precipitarme en devolver la mirada, pero insistía en observarme. Al llegar a la vereda del otro lado una clara sensación de escalofrió invadió mi ser. Me detuve unos instantes, ladee la cabeza, y proseguí para ingresar al negocio de abarrotes a fin de comprar unos víveres. Me quite el sombrero, para saludar. El hombre que estaba allí, recibió mi lista de pedidos.

 

 

Por la puerta ingresa otro ser. Una mujer de unos cuarenta años de edad. Ella se compenetra en mirarme, sin pudor de vergüenza a que le pregunte ¿si necesitaba algo?

 

 

Unos rasgos de ella me parecieron peculiares a los míos. Como si algo de ella fuera parte de mí. El mismo escalofrió fue el que me invadió al cruzar la calle de la avenida. Pague la cuenta, luego de que el dueño del local me trajera mis elementos. Pedí, unas bebidas tónicas, unos paquetes de arroz, y fideos, y una horna de queso. Al salir proseguí directo hasta la siguiente calle del otro lado. Un bello cartel publicitario de Perfume denotaba el éxito comercial, ante un hombre de traje y corbata que observaba a las personas que pasaban. Un cartel sin vida, que al mismo tiempo parecía que tenía realidad propia, distinta de su artista creador.

 

 

Mantenía unos rasgos que premiaban al parentesco, lo que generó inquietud tanto en mí, como en otros que pasaban, que al mismo tiempo generaban inquietud en la persona que soy. Todo fue en definitiva una confusión. El cartel no podía hablar, pero se comunicaba de alguna forma con aquel perfume que una atractiva dama pretendía comprar para su novio, sin saber que el hombre del letrero podría ser él. Y ella lo imaginó en un momento por cierta alucinación al parecerse, que al mismo tiempo se asimiliaba a ella.

 

 

Unos obreros la cruzan, aunque no dicen palabra alguna como suelen hacerlo en los clásicos piropos de la calle, sino que se miran extrañados ante alguien que podría ser un familiar por sus características. Y el escalofrió continuaba en ellos que mezclaban ideas

 

 

en sus mentes. Uno se alejó al cajero del banco rascándose el lóbulo derecho de la frente, por el desconcierto. Al llegar a la fila desordenada, pregunta ¿quién era el último? La mujer levanto la mano para señalarse ella misma como, luego el anciano del medio le comentó a ella, sin pretéritos que lo reduzcan a vergüenza si era pariente de tal. Y como todo inicio de conversación, generó, que otro pregunte lo mismo.

La aberración continuaba en una ciudad plagada de seres que iban y venían con rasgos que hacían a las veces de dobles. Y el pensamiento, era una única sensación de escalofrío. Nadie entiende nada, de nada. Me di cuenta, cuando luego del cuarto día de salir a las calles, y cruzar personas, que éramos tan iguales en rasgos faciales. La atrocidad fue cada vez peor. Todos eran uno de mí, y de mi todos. Y así cada cual pensaba lo mismo. Se decretó una emergencia, pues la ciencia no podía discernir lo que ocurría. Algunos hablaban de un virus, otros de conspiraciones. Los iguales deben que darse en sus casas, pero era tarde, todos somos iguales. Un científico llamo a este síntoma. El síntoma del Doppelgänger, un doble misterioso, que en definitiva era millones de uno. No sabían si era producto de la psiquis, pero todos nos veíamos como la otra persona nos ve. La sociedad está por extinguirse o deberá adaptarse a vivir en un mundo de idénticos rostros de carne y hueso, según la información que nos provee los ojos oculares al cerebro.

La locura no tarda en asesinar a quienes se parezca. Quien sean similares, eran guardados en campos de concentración para eliminar la masa de análogos. Inútil al respecto, con relación a los sucesos que se fueron premeditando. La sociedad debe resignarse a que todos seamos así de semejantes.

Se redujo la población en cierto aspecto, sin embargo las nuevas criaturas que llegaban al mundo eran el mismo producto en exacta forma, sean de sexto femenino o masculino. Habrá que adaptarse se expresó, hasta que haya respuestas. Aunque nunca las hubo. Y aquí estoy cruzando la calle cuando el semáforo da luz verde, y el hombre de lentes me observa, y la mujer observa, al otro ser, y todos somos una misma persona, un mismo objeto creado a imagen y semejanza, y resignados a vernos al espejo del otro por siempre bajo el castigo de un doble, triple, cuádruple, o quíntuple nuestro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mei, puede ver la muerte.

Una historia de la hermana perdida de Belle Inosanto. Mei Inosanto. Hermanas que no saben que existen, pero algún día se encontraran.

 

Acto uno. Mei. La chica sumisa. -

 

Mei es muy introvertida. Lo ha sido desde muy pequeña. A ella le gustan las excentricidades. Se pude denotar con solo ver su aspecto. Oscuro, su uniforme, su bolso, su rostro, a pesar de ello, una vez, mencionó algo muy particular sobre la soledad, y se conjuga con el verbo pertenecer, ella no pertenecía a ningún sitio, y sus diálogos, solo eran actividades como jugar con las muñecas a pesar de su edad adolecente. Son sus únicas amigas. Ella asiste a la lúgubre escuela de EEUU, una secundaria del Barrio de Versalles, frente a la plaza principal, con un jardín de arboles enorme. De la cual también participo como miembro de una elite de marginados. Ella, la principal. En ese malaventurado recinto, se han establecido pautas coactivas severas, y castigos insoportables, por la terrible manera en que los chicos deciden portarse, a niveles altos de violencia. Pero aún así, siguen las cosas como son. Los Profesores, alumnos, alumnas. Todos llevan un rencor en sus mentes. Incluso se ha manifestado en las noticias que no solo es aquí, sino que en todo el barrio se configura ello.

Mei, la chica extravagante, es tímida, e inocente. Por desgracia, siempre la molestan amedrentando su mente y corazón. Sus compañeros, y compañeras la toman como un ser extraño. Un juguete, en el cual descargar su ira. Ese rencor desgraciado. Le dejan cartas insultantes por debajo de su pupitre, y hasta llegan al extremo de gritarle con su deficiencia o discapacidad de la vista. No puede ver de uno de sus ojos, desde hace unos años. Así ello, siempre se mantiene calmada, a pesar de padecer aquel síndrome del bulling, no permite que su interior de mancille de temor, pero su pasado es un desquicio. Su deficiencia, es un vinculo; contrato con la muerte.

Fue de la siguiente manera. Tiempo atrás, un problema psiquiátrico de la hermana, que no supo contenerse al probar con una soga con actividad muy especial para quienes sufren de esquizofrenia. Dicen que hay voces, Mei, también me lo ha mencionado. Su hermana, mayor, se la había colocado en su fino cuello aquella cuerda, y Mei lo había visto, pero no podía participar. Ella, lo sabía muy bien. No te involucres, fue la consigna. Y, el no intervenir, o no poder, fue más fuerte. Cuando su hermana mayor, se mantuvo colgada desde la viga al espacio de aire y el suelo, el suicidó delante de ella fue inminente. Ahorcándose. La pequeña entendía a que estaba apostando su hermana, y no quiso intervenir hasta que la lengua de ella, se salió de la boca, y el grito de Mei, fue lo última palabra sonora en ese entonces en todo el cuarto. La niña tuvo entonces un desmayo cayendo al suelo y golpeándose la cabeza y el ojo derecho con un marco de madera como si algo la empujase. La linfa coagulada, comenzó agolparse como un lago siniestro, en cuanto el chirrido de la soga tambaleaba como péndulo, con un cuerpo. Despertó en un hospital, mucho después.

Sus padres no pudieron contenerse de la situación trágica. Y la niña, veía como uno por uno se iban de éste mundo. Mei, era la chica singular. Perdió su ojo, y la oscuridad jamás pudo ser cubierta en su lado derecho. 

Yo la conocí a ella, por ser del otro grado. Incluso me ha llegado a interesar, aunque muchos me han expresado que me alejara, pues, dicen como toda leyenda urbana, barrial, o escolar, que Mei Inosanto puede ver la muerte, o es la muerte. Y todo lo que está alrededor de ella, tiene un trágico final. Aunque no está comprobado, pues nunca sucedió, nada.

Al transferirme de grado, pude verla más seguido. El interés, se desató en mí cuando unos chicos la molestaron como siempre, y me coloqué entre su indefensa figura y unos malhechores. Fue en uno de los pasillos, cerca de los casilleros de pertenencias de los alumnos. .

¡Déjenla en paz! –¡¡Tú!! ¡¡Que te metes, para defender a la inútil!! – Y un golpe en el rostro me valió un moretón, y una caída al suelo frívolo. –¡Vámonos…!... Dejen a este tonto héroe…¡Ja!..¡Ja!..'Ja!..¡Ja! – Seguían riéndose los otros. -

Entre las burlas en el pasillo de la escuela, las figuras siniestras de aquellos se alejaban, en cuanto mi sombra en el suelo se desdibujaba. Estaba allí, pasando mi antebrazo sobre mis labios. Parte de él sangraba. Mi camisa se había manchado con una tonalidad roja. Ella, firme frente a los casilleros en donde se guardan útiles, confrontaba el alrededor. Hasta producía miedo por ello, y se acercó. Fue la primera vez que nos vimos cara a cara. O por lo menos que ella supo de mi existencia. Se colocó de cuclillas a donde estaba, y pasó su dedo en mi labio.

¡Gracias! –¡No te preocupes! No te volverán a molestar. Son unos tontos.

Ella no expresó nada. Siquiera, debía saber mi nombre, y tampoco tuve interés en decirlo. La situación ya era bastante calamitosa. -

Ya es parte de mí – Expreso. –¿Eh? – Hice un gesto frunciendo el ceño. Mei, se retiró con sus manos tomadas detrás de su espalda, como meditabunda. -

Ese día, llegué a tener cierto contacto con ella. Un acercamiento efímero, y locuaz, fue cuando todos me veían como algo raro, al correr la voz de quien era el que la defendió.

¡Aléjate de ella! Es lo mejor. Esta maldita. –¡No digas tonterías!¡Como quieras! – Expresó un conocido del curso en el cual estaba. Como era de saber tampoco tengo amigos, y en algún punto me identificaba con ella. Solo conocidos. Otros.

 

Me negaba a pensar que fuera tan desdichadas las personas al punto de tratar a una niña de esa manera. Yo no lo creí hasta que un día la vi, a Mei, señalar con su dedo a una persona determinada. Un transeúnte cualquiera. Digamos que soy bastante racional al respecto, pero Mei es un conjuro diabólico. Sí, que lo és, pues ese efecto y causalidad, no era una visión del futuro, era peor. Un presente abominable. 

 

 

Acto dos. Ella me habla.

 

¡Hola! – Saludé sin reparos. Fue un día nublado, luego de salir de la escuela. Me dirigí al parque de la plaza. Entre los columpios. Algunos se mecían solos, como si los usasen. Ella estaba entre medio de dos. Se balanceaba de un lugar al otro. Su mente estaba insumida en un mundo interno, y no me prestó atención. - ¡¡¡Hola!!! – Cumplimenté nuevamente, y ella se asustó. Como mecanismo de defensa tendió a cubrirse, como si no quisiera que la lastimaran. Quizás no me recordaba. De ser quien se entrometió con esos muchachos malcriados. Comprendí como primera medida que Mei, tenía miedo. Miedo a todos. – ¡Tranquila! – Sonreí – Soy Octavio Couspide de 3º 3º de la escuela EEUU, tú misma aula. Somos compañeros. – Al mencionarlo, ella no dijo nada, y me miró con rostro de pena. Luego procedió a querer comentarme algo, aunque no podía. No podía explayar palabras, y solo generó un gesto usual de asentimiento. Calculo que me había recordado. -

Se produjo, pues un momento de silencio. Un estado en donde el tiempo se transformó en un puente interminable. Allí fue que ella se prolongó firme modificando la ubicación de su mirada a un hombre que estaba cruzando, en plena avenida circular de vehículos. Una pequeña lágrima la sedujo, en su ojo izquierdo, mientras que el otro no decía nada al respecto. Ella agacho la mirada.

El camión fue directamente contra aquel que cruzaba con su celular en la mano, concentrado en unos mensajes. Me lancé al suelo del susto, en cuanto parte del cuerpo explotaba. La sangre comenzó a escapar libre, junto a los órganos. Una mujer vomitó de la impresión, mientras una madre se llevaba a su hija, para no ver el acontecimiento. Otros gritaban del espanto en su asombro. Comencé a toser del es asco, y la impresión de un mareo ante la representación.

Mei se levantó como si nada del columpio saltando. Estaba perfecta en todas sus condiciones, y se acercó a mí, que encontraba en el suelo de la tierra y la arena, sin poder respirar bien, tomándome el pecho con la mano derecha. Detrás, sentí la caricia en la espalda de la palma de su mano.

¡Todo va estar bien! - Sin expresión alguna, me lo dijo. A partir de allí el contacto se amplió – Éste mundo es tan cruel, que tal vez una muerte, sea un hermoso momento. Algo para atesorar ¿No los crees? Algo que no podamos olvidar. Mejor que una vida repleta de congoja.¿Cómo dices? – Pregunté, cuasi aliviado. -

Mei, no declaró nada más. Mantuvimos el silencio, que era corrompido por la sirena de una ambulancia, y dos patrulleros de policía. Me incorporé, y luego ella.

Volvimos juntos de camino de la escuela a nuestras casas, pero ella no hablaba. No le gustaba conversar, y me intrigaba con solo verla a cada centímetro. Desde su cabello oscuro corto y salvaje, y su rostro pálido, a su fino y escuálido cuerpo. Algo de alguna manera me atraía. Y ello depararía eventos muy interesantes, que solo ella sabía. Pregunté por su venda en el ojo, y el misterio de su interior.

¿Tu ojo está bien? – Fui simple. -Lo está. Siempre lo estuvo.¿Y por qué el parche como vendaje?Es para no ver todo lo maravilloso. Es una penitencia. Y también un alivio.¿Un castigo? – Fruncí el ceño. - ¿Creo que no entendí?Hay cosas desagradables que es mejor no verlas dentro de esa maravilla.¡Entonces no es maravilloso….!Lo es, cuando se trata de ello, pero lo maravilloso, es doloroso.Pienso que algo puedo comprender. – No sabía bien, pero entendía que ella guardaba allí su secreto, y era mejor respetarlo.¡Gracias!.. y hasta mañana. . – Saludó yéndose por el otro camino..¡Eh!..¡Hasta mañana…! –

Así fue como fui teniendo relación con Mei, con los días que se iban plasmando. En la escuela con el pasar de las actividades se intensificaron los hechos violentos. Incluso las calles del mismo barrio percibía hedores, ambientes adversos. De la ciudad. Del país. El mundo. No había una explicación para ello. Era como si la locura se adueñase de las mentes. Mei que lo veía todo, señalaba a cada condenado. Y siempre sin entrometerse. Y continuó siendo el blanco directo de los abusos, y la que es mi compañera, no reaccionaba. Si no que yo lo hacia por su bien.

¡No dejes que te molesten Mei!

Ella estaba sumisa en el suelo

No es necesario, defenderse.

Como siempre no entendí, porque su resignación.

 Agosto 10 del corriente año…

Había faltado a clases. Observando mi celular, comencé a ver las noticias. Un hombre asesinado de diez puñaladas. Crimen atroz en el barrio de Versalles. Un choque múltiple, por actos de violencia entre manifestantes. Varios muertos. Incendio intencional en una fábrica.

Es aquí cerca. Todos es aquí cerca. Me pregunto si Mei, lo habrá visto. ¿Quién haría tal monstruosidad? ¿Quiénes lo harían? Bueno ello no me incumbe. El día se traslado al otro tan rápido como los desastres.

 

Acto tres. La escuela, es una pesadilla.

 

Agosto 11 del corriente año..

Como a toda hora, asistí temprano a la escuela secundaria. El día estuvo más nublado que de costumbre. Algo sombrío de camino al recinto, me rosó la espina. Sentí que mi alma quería escapar de su sitio. Detrás de mi Mei, con una parsimonia inusual.

¡Hola! – No quise decir nada más. Realmente estaba asustadoHola...

Ella no traía su parche en el ojo. Era de saber que todos los días lo cambiaba por cuestiones de higiene. Esta vez no. Su cabello, en flequillo tapaba aquel.

¡No te has puesto tu parche!.....¡Veo!

Ella, negó. Y me mantuve callado.

¡No quería traerlo!¿No te hará daño?Tal vez. Lo que pueda llegar a ver. Un viento sopló desde el horizonte. Estábamos en épocas muy gélidas. Y pronto vendría un gran diluvio.

Los inviernos aquí en la zona austral, cerca del rio son crudos, y todos los días parecen que fueran un campo de neblinas, y penumbras. Mei, podía ser la reina de aquel paisaje si se lo propusiere.

Entramos al horario normal, y cada cual se sentó en su pupitre. Todos estaban calmados, y algunos se encontraban conversando como de costumbre. Como siempre me coloqué del lado de la ventana en el segundo piso. Allí, podía apreciar la nocturnidad de un cielo opaco, y como las primeras gotas del aguacero caían si cesar. Y luego, voltee, hacia Mei. Estaba hermosa, y asustada. Ella se corrió el cabello que cubría su ojo derecho, y eso me produjo un malestar, como si mi estómago se retorciera. No tenía retina, ni iris, era como una bola de color roja, y negro. No parecía un ojo normal, incluso, quizás, no lo era. Era un vacio como un agujero negro. Ella observó el perímetro del aula, y de inmediato se tapó su rostro con ambas manos con un pánico que exponía la adrenalina, ante sus atacantes. Dos de las chicas se acercaron a mofarse de Mei.

¡¡Ayy!!.. ¡¡Ella está asustada!!, - Le dijo con sarcasmo, y tiró de una de las líneas finas de su cabello. -¡Esta tontita!..siempre obediente. – Golpeó la cabeza de ella con la palma de la mano, lo que produjo las risas de los alrededores.

Al ver semejante acto, me levanté de mi asiento y fui directo a ella. Uno de los chicos se colocó frente a mí.

¿A dónde crees que vas…herooee? – Expresó con alevosía – Y me empujó. Del otro lado veía como maltrataban a Mei, y ella dejó ver su ojo, lo que produjo repugnancia alrededor, no obstante no cesaban los abusos.

El profesor estaba tardando, y decidí solucionar el asunto. Empujé a mi compañero que resbaló cayendo contra un banco. Nunca me había sentido tan bien. Ella, me vió, y se dio de un susto, en cuanto me iba acercando hacia su pupitre. Fue como si viera una bestia que me acompañase. Las demás chicas, se reían, y resolvieron, dar una pausa, en cuanto me ubiqué a su lado. Las maldiciones, y blasfemias del tonto de mi compañero no cesaban. Su nombre Rudolf, y los siguientes, Aron, Ernesto, las chicas, Clarire, Beatriz, Anela. Y podía contar otras, y otros.

¡¿Estas bien?!... – Pregunté, sin éxito de respuesta.¡Tengo miedo Octavio! – Dijo con la cabeza gacha, su cuerpo era un terremoto de temblores y nervios. En voz baja, me susurró. Veo un baño de sangre. Veo cosas terribles. Rostros desdibujados. Sus semblantes parecen disfrutar del dolor.¡Calma!.. Estamos en clase. – Expresé. Asombrado. La locura quizás la consumió. Temí por Mei, ante el pasado esquizofrénico familiar. - ¡Ayy!.. la niña ve rostros malvados…¡Pobrecita! – Confesó Julieta, una más del todo que escuchó nuestra conversación. -

La puerta se abrió, y el profesor se hizo presente. Llegando a su escritorio fue confiando sus efectos.

Buenos días – Saludó, y depositó su portafolios en el suelo. Sus apuntes en la mesa. Con sigilo nos miraba a todos. Su semblante, se estaba descolocando como si un síntoma de alguna afección lo corrompiese. Era como si estuviera extremadamente cansado. Mei, se volvió a tapar su rostro, y luego dirigió la mirada a mí. Parecía que estaba escupiendo una lágrima de esa bola que tiene en un orificio izquierdo, donde se mantiene su único ojo sano. Y del otro lado su plutónico orificio también. 

El profesor se sentó en su silla, y leyó por sus adentros los apuntes, que algo especial decían. Luego cruzó sus manos como queriendo rezar. Era un tipo al cual se le prestaba para las burlas, las cuales en no le importaba. -

Hoy es un gran dia. Alumnos – Nos miró a todos – Hoy asesiné a mi esposa, y mis dos hijos .. – Sonrió de forma macabra - ¡Je!..¡Je! – Su risa fue como un sobresalto.

Todos se quedaron estupefactos por los comentarios. Y eso fue lo peor. –

¡Ja!..¡Ja!..¡Es un broma alumnos! Bien comencemos la clase. Gerardo, por favor al pizarrón, te dictaré un texto.

Gerardo, otro de la banda de Rudolf, se iba adelantando. Se reía por sus adentros. Algo tramaba. Ni bien llego al pizarrón se reflejó el matiz verde, con la lluvia desde el exterior. Todos estábamos quietos. El profesor dictaba, y él, escribía. Las chicas, algunas comenzaron a burlarse colectivamente, y luego los chicos. El Profesor de nombre Abelardo, con sus sesenta años, no pensaba en lo que decían las palabras que le esperan. Al concluir, todos se mofaron, menos Mei, y yo, y algún que otro. 

No había copiado lo que él dicto, sino que decía: El profesor es un terado…y un dibujo de su rostro. Gerardo era así de intrépido, y debido a una familia de poder, pensaba que podía hacer lo que quisiese en el sistema educativo.

Éste se rió al ver ello.

¿Qué te llevo hacer eso? – Preguntó Abelardo confuso y dubitativo. No era común que lo hiciese¿Hay algún problema con ello….?

El hombre se levantó, y acercó al pizarrón, y Gerardo con su rostro de altanería, espero lo que dijese él. Una amonestación sin importancia, con seguridad.

No es eso, sino que está mal escrito, la palabra tarado. –confirió un rostro serio. - ¡MMM!....¿Y qué con ello? ¡Teradoo!Es que, la ortografía es indispensable en estos días. – Y lo observó fijamente con ojos endiablados, y chico nuevamente se rió. Abelardo respiró hondo – Hoy será un día interesante, parece.. ¿No chicos? – Volteó a nosotros. -Si, profesor, tarado. – Dijo Gerardo, mofándose. - ¡Nooo!..Grito Mei, desde atrás de todo. Los demás voltearon con sus rostros malditos por el grito, y conversaciones de por medio, luego al profesor. ¡¡¡Que divertido!!! – Se alegró el docente, y de su interior de sau guardapolvos, sacó una afilada cuchilla. Gerardo se quedó estupefacto y retrocedió hasta la pared del pizarrón – ¡¡Escribe bien maldito!!.. ¡¡Escribe bien basura!!..¡¡¡Es tarado!! – Y clavo su cuchillo contra el rostro de Gerardo atravesando la pared por la furia desmedida. La sangre comenzaba a escapar – ¡¡¡¡¡Escribe, bien maldito!!!! – Una y otra vez , le iba abriendo la cabeza, hasta dejar un agujero que veía el otro lado. Todos comenzaron a gritar desesperadamente. – ¡¡¡Escriban bien malditos!!! – La lengua se escapó de aquel como queriendo devorarlos, y se arrojó contra otro de los alumnos cortando su cuello.

 

Acto cuatro. La matanza escolar.

 

El alboroto por las dos muertes, comenzó hacer eco en las demás aulas. Algunos de los alumnos empezaron a sentirse mal, y violentarse por todo el barullo, hasta pelearse entre ellos. Era como si estuvieran poseídos. Mei se incorporó de su asiento, y fue hasta donde me ubicaba. Una de las chicas se interpuso.

¿A dónde vas?..¡¡Tonta!!....

Mei la empujó cayendo al suelo la muchacha. –

¡¡¡Octavio!!!..... ¡¡Debemos irnos….!! ..¡¡Pronto!! ¡¡¡¡Todo está maldito aquí!!!!¡¡¡¿Eh?!!! – Pregunté, un tanto mareado y descolocado. Ella me tomó de la mano, para intentar salir de alguna manera en esa anómala habitación, que mudó a una contienda de terror.

Algunos alumnos se habían escapado, y el Abelardo continuaba su matanza. Otros y otras, se unieron a la fiesta de muerte. Estaban sedientos de producir dolor, y la carne estaba reflejándose en sus rostros risueños. 

Rudolf – Dijo Cristian – ¡¡¡¡Córrete!!!!..¡¡Malditoo!!!¡¡¡Cállate!!!..¡¡¡Estúpido!!! - Y lo golpeó apuntando con su bolígrafo en la frente de aquel.¿Qué hiciste Rudolf? – Gritó asustada Beatriz, y de inmediato recibió un golpe de Anabel. Ella cayó al suelo, y comenzaron a pelearse como una guerra tirándose de los pelos hasta generar las heridas. Una mordida en el cuello de Anabel por Beatriz, cortó una de sus venas. La sangre se iba acumulando, y todos comenzaron una batalla campal, riendo como si disfrutaran, mientras otros se asustaban. Y Viceversa.

Un cachetazo de Mei, me hizo reaccionar, y fuimos velozmente entre el alboroto, hacia la puerta. Al salir, todo era un caos total. Uno de los porteros, arrojó a un alumno desde el segundo piso. Su cuerpo se desplomaba en el suelo quebrándose la cabeza en partes, y estallando sus sesos en direcciones. Uno de los alumnos del grado siguiente, golpeaba sin cesar a su compañero, y detrás de él, alguien tomó una soga y comenzó a ahorcarlo. Eran un desquicio de gran magnitud. Fuimos en dirección a la planta baja a fin de poder escapar. Mei, me guiaba, y en el apuro, ella veía como todos se estaba insumiendo en un infierno. Veia sus fantasmas con risas macabras y ojos lujuriosos de deseo de matar. Delante de nosotros, caminando lentamente una profesora con parte de sus entrañas en las manos. Había sido acuchillada en el vientre, y un golpe recibido, la arrojó al suelo. Era la enfermera que venía con una jeringa. Sus dientes chirriaban de placer. No avistó y fue directo a nosotros, y atacó a Meí, que se cubrió, pero no logró con su lance poder lastimarla. En ese entonces, el aura de mi ser se sentía pesada, y la respiración, parecía no querer salir de mí. Tenía un palo en mi mano que recogí ante el cataclismo, y armándome de valor dude, pero la vida de Mei estaba en juego. ¡¡¡No puedo!!!, - Dije, ¡¡¡No puedo!!!, y la sangre me consumió. En mi interior un fuego inusual e inverosímil creía, y mi sonrisa se hizo plasmar; también podía estar contaminado, y retorciéndome cerré mis ojos, y arremetí. Al abrirlos, la enfermera estaba en el suelo. Le había atravesado la punta del arma en la boca a ella que se desvanecía en el suelo. Lo solté de inmediato. Jamás había cometido un acto igual. Y volví a la normalidad, cuando Mei, se asustó por mi presencia.

¡¡¡Tranquilo!!! - me abrazó ella. Se ira, pronto de ti… ¡¡¡Debemos irnos!!!...

Y continuamos corriendo, entre los ríos de sangre, y cuerpos que se amontonaban. Todo parecía una guerra sin bando alguno, con la única voluntad de matarse mutuamente. El corredor se hallaba tapado de varios cuerpos del consejo de estudiantes que se agrupaban. Como una montaña.

Vamos por aquí – Mei, dijo en el apuro – y fuimos en otra dirección. Allí una puerta que lindaba con un depósito de artículos de limpieza de la escuela. No metimos, para escondernos, hasta esperar que mengue la situación.Esto..es…esto – ¡¡Cuaf!!.. ¡¡Cuaf!! – Comencé a toser, tomándome el estómago – ¡¡¡¡No puede ser!!!!Todos están destinados a matarse – Expresó Mei. -¿Qué dices?Es por ello que tapo mi ojo…No quiero ver lo que ocurre. Desde pequeña lo he sufrido. Desde el accidente, tengo mi parche. Algo me dijo que no sería un buen día. Coloqué mi venda como siempre, y fui en el camino a la escuela, y al entrar en ella se rompió. Al ingresar, pude ver todo a mi alrededor manchado de sangre, y no veía a mis compañeros, sino a espectros que se reían con sonrisas macabras y diabólicas. No aguanto lo que veo. Tape con mi cabello como podía. – Ella se lanzó a llorar colocando sus mejillas en mi pecho. – Por lo menos si tuviera mi parche, no vería tanto dolor. – ¡¡Snif!! ¡¡Snif!! – Lloraba ella. -¡¡¡Tú no tienes la culpa de lo que sucede!!! – Le grité abrazándola – ¡¡¡No tienes la culpa de ese don de ver lo que no…!!! – Taparemos tu ojo, ¿Si? – Expresé con todos mis lamentos. Saqué un pañuelo extenso de mi sacó, y se lo fui pasando por su cabello hacia su ojo derecho. No era gran cosa, pero servía para evitar su sufrimiento y desazón. -

Por primera vez ella estaba conversando fluidamente y llorando lo que nunca. No lloraba por esa vez, sino por todas las veces desde que su hermana murió. –

Es preciso quizás, que ocurran calamidades para explotar como es debido, y lanzar los sentimientos al abismo. Ella se calmó, y continuamos conversando, pero su mirada modificaba su ser en otra persona. 

Es como si pudiera ver un demonio que sonríe con su rostro desdibujado en cada cual, y que luego morirá. Nadie ha de salvarse a ello. Todos disfrutan. – Expresó con la cabeza, mirando al suelo de mis zapatos lúgubremente - El hombre es violento por naturaleza. Ama la sangre, ama la tortura, el suplicio, el tormento, en todos y cada uno de los aspectos de la vida. Al decir ella, esas palabras, me asusté, ¿De qué, o quien podría ser Mei? ¿Ella es natural? ¿Ella es de verdad? ¿Es una maldición? ¿un fantasma?.. no seas tonto Octavio, ella es real, y está aquí contigo – Ladee entonces la cabeza por mi desenfreno pensativo. -¿Qué podemos hacer? – Pregunté nervioso. Ahora yo, era quien convulsionaba. Quien confrontaba el miedo con el terror, ante la muerte. Quien no entendía los sucesos. ¡¡Solo escapar Octavio!!¡No!..¡No! - Se me escaparon unas lágrimas. Ella me golpeó nuevamente.¡No seas estúpido! Debemos sobrevivir….Tu me trajiste y ahora yo te traeré a ti. No estamos solos, nos tenemos ambos. – Confesó ella, en cuanto me miraba a los ojos con su rostro cubierto del paño.

 

Acto cinco. Sobrevivir.

 

Estaba un tanto calmado, no obstante, aún teníamos un problema principal, y era salir de la escuela. Los gritos de desesperación se oían desde las afueras.

Mis nervios van a explotar. ¡¡Dios!! ¡¡Debo pensar!! – Respiré, hondo y la voz se me carcomía con la carraspera. Un golpe fuerte en la puerta nos advirtió. Por debajo de ella, una línea de líquido espeso y coagulado penetraba como un rio, que se iba en dirección a una rejilla. - ¡Qué demonios! ¡Mei!, estaba buscando otra salida de aquel, cuarto que era muy amplio, y un sonido se hoyó en un lugar oscuro. Ella se colocó frente a una diminuta figura que estaba de cuclillas, llorando sin hacer un mínimo ruido. No nos habíamos percatado de ello. Fue como si se hubiera escondido perfectamente que podría pasar desapercibida. 

Era una niña de un grado inferior. –

¡Tranquila! - Le dijo Mei. Ella temblaba. Fui hasta donde se ubicaban.¿Quién es? –Debe haber escapado. – Concluyo Mei¡¡Debemos buscar una salida urgente!!¡¡Vamos!!...!!Ven con nosotros…!!

Apenas podía moverse, y la ayudamos a incorporarse. Me acerqué tomando un fierro que estaba allí en un armario. Me adelanté por seguridad, y detrás de mí, Mei. Un ruido de un metal se sintió alrededor. Ante los sucesos no prestamos atención, aunque la reacción por otra persona se podía producir. La sangre continuaba traspasando los límites de aquel sitio. Y una emanación negativa produjo un hedor. La niña se dibujó como una figura grotesca, que podíamos ver desde la sombra que se reflejaba en un foco de luz nimio. La puerta continuaba haciendo ruidos estrambóticos y recibiendo los fluidos. La figura se agrandó. Mei me empujó de repente.

¡¡¡Cuidado!!! - Gritó y recibió una cortada en su hombro de un destornillador – ¡¡¡¡¡¡AHHH!!!!!..¡¡AHHH!!.. -Se lanzó al suelo. Pronto, la silueta macabra sonreía. Sus pómulos parecían lo de una expresión diabólica que disfrutaba, y se abalanzó contra ella, que pudo sostenerla con sus manos como podía en cuanto se corría su velo en el ojo. Fui hacia la niña, y la patee con fuerza para quitarla de aquel lugar. Ella volvió al ataque, y estoqueaba con un arma, intentando apuntar a mi estómago. Era una fiera salvaje, y repleta de odio. Un empujón, me llevó contra una estantería, quedando indefenso. Al no poder responder, estaba en aprietos. Y con un último ataque fallido, ella se desplomó en el suelo. Mei la golpeaba con una botella, partiéndola en su cabeza. La chica se desvaneció totalmente, y la puerta desistió de hacer ruidos. 

 

¡¡¡Debemos irnos de aquí!!! – Expresó temblando. Estábamos totalmente conmocionados por cada hecho maldito. - ¡¡Huyamos!!

 

Asentí, y abrí con cuidado. Algunos estaban luchando, otros yacían agonizando, recibiendo los últimos golpeas de gracia de muerte.

¡¡Vamos, ahora!! – Grito Mei, y comenzamos a correr. Era como si fuera una marea de zombis sedientos de violencia, y logramos llegar a las escaleras.¡¡¡Cuidado!!! – Le avisé a Mei. Ernestina, la chica de lentes de nuestra clase, bañada en sangre, intentó empujarla, y ante la falla, ella se resbaló con el escalón golpeándose la mandíbula contra el filo del mármol. Nosotros corrimos descendiendo a toda velocidad, pues tras de nosotros venían parte de alumnos que armaron en grupos. Ernestina, levantó su brazo y fue cercenada por Clarise, que disfrutaba clavando en su cuerpo, luego una cuchilla. La misma que era del profesor, quien yacía en partes en el aula.

 

Mei… voy por ti…ven a jugar – Movió el dedo índice como llamándola, Clarise.¡Larguémonos de aquí! – Dije en el desespero. -

Ella comenzó a perseguirnos. Logrando llegando a la puerta con mi compañera, tropecé con unos de los cuerpos. Al caer, algunos respiraban, o intentaban hacerlo. Mei se colocó frente de mí para protegerme.

¡¡Rápido Octavio!! –

Ladee la cabeza, y la desesperación me consumió. Clarice se arremetió contra Mei que no podía reaccionar, e intentó picar en el orificio del ojo de Mei.

Ese ojo, así que ahí tenías tu parche y no lo tienes en el otro. ¡Qué bello es! – Dijo riendo - ¡Ja! ..¡Ja!...¡¡¡JA!!! ¡¡¡¡Meiiii!!!! – Grité y recibió la punzada en él, sin éxito. Era como un vidrio forzado dentro de esa oscuridad. Mei, la tomó por el cuello, y ante la furia, podía ver como la comenzó a estrangular. Clarice cedía poco a poco, - ¡¡¡Meiii!!! – Volví a gritar. Su aura se contaminaba y su rostro disfrutaba de ello. Clarice fue apagando su vida con algunas risas, y ella se detuvo, y miró sus manos marcadas y el cuello de Clarice – ¡¡¡Huyamos Mei!!! ¡¡¡Por favor!!! – Le tendí la mano y ella no reaccionaba. Ahora me tocaba a mí ayudarla – ¡¡Vamos!! – Dije, y ella asintió. Al incorporarse, una mano tomaba su pie. Era Clarice. –¿Dónde crees que vas idiota? - Preguntó, y alguien la remató con un machete. Era Rudolf. Al verlo sediento de placer, huimos con todo el terror. -¡¡Ven aquí Octavio!! ¡¡¡Deja a tu novia!!!... ¡¡¡Ven aquí héroeee!!!

Entre los inconvenientes, Rudolf se atrasó matando a quien se interponía. Pero él venía por nosotros.

Fuimos directo a la salida con la torrencial lluvia, hasta dar con el parque de arboles de la escuela. Rudolf, nos seguía el paso como un lobo, queriendo atrapar a su presa. Había un manojo de los primeros árboles entre el descuido de los pastos, y la lluvia que no cedía.

¡¡Por aquí Octavio!! – Escapábamos con toda la desesperación en las manos. El lodo del charco de agua se iba fundiendo en nuestros zapatos, nuestros pies, y en la exasperación. Los charcos se intensificaban, y el aguacero fue más profundo e intenso, con un granizo excepcional que impedía el avance. 

Era como un infierno, ver las calles, y todo alrededor desde lejos del minúsculo bosque, y frente a un roble nos detuvimos. Mei no podía respirar bien.

¡¡¡Mei!!!, No te preocupes. ¿Estás bien? – Le pregunté. Ella me abrazó nuevamente.¡¡AHH!! – Gritó ella.

Detrás de mí, alguien tapó mi boca, mis ojos se desorbitaron, empujándome hacia otro espacio. Mei veía un fantasma, una moribunda forma, queriendo consumirme. Rudolf, era ya un monstruo, en todos sus aspectos. Endiablado. Su semblante oscuro en el cual solo veía su sonrisa feliz de muerte. Había llegado hasta nosotros. Cortó mi brazo con su machete, produciendo una herida profunda y me arrojó al suelo. El lodo se mimetizaba con mi rostro pálido, y las gotas de agua, piedras que caían sobre mí, y arriba, un gesto de demonio alzando su arma. Como pude me trabe en combate, intentando sostenerlo. El suplicio de la herida me lo impedía. Él, un engendro, dispuesto a cortarme en pedazos no cesaba de su empréstito. La respiración comenzó a fallar nuevamente. Mei estaba contra el árbol, llorando; su ojo oscuro la torturaba, y cerré los míos para un final diferente, e imaginé que podría estar en casa, como un día normal. Que todo se calmaba como siempre lo fue, y que Mei venía por mí. Su voz, llamándome. ¡¡Octavio!!..¡¡Octavio!! – Ella venía corriendo a mí, pero no lo era así…¡¡Octavio!! Al abrirlos, el cuerpo de Rudolf, era atravesado por una rama filosa en su punta, cual estaca. Su estómago se abría como una flor. Mei lo había rematado. Él caía a mi lado estrujándose.

¡Idiota! - Fueron sus últimas palabras, y allí se apagó su vida, cayendo al precipicio en manos de la parca.¡Mei! – Dije débilmente con una voz tibia, y frágil, y las gotas de la lluvia empapaban mis labios, mis ojos que sentían el cambio, mi rostro un mero alivio. Lo único que observaba recostado, era a Mei que por primera vez sonreía. No como algo extraño, sino con la presencia de la felicidad. 

 

Acto seis. Después.

 

Fuimos trasladándonos, a las afueras de las calles. Había incendios, y matanzas que iban menguando hasta desaparecer. Tenía mu brazo vendado, y Mei me cargaba sobre sus hombros. El caos se había apoderado del barrio. La razón era solo una subjetiva respuesta, que no podía responderse. Veía lo que supuestamente conocemos como un infierno. Un apocalipsis. No eran los cuerpos de aquellos humanos que van y vienen, eran sus almas convertidas en espectros. Y una figura espectral con una bata iba caminando

¿Lo ves? – Pregunté. Ella asintió. Te dije que lo que vieras no te gustaría – respondió ella – Por eso el parche en mi ojo.¿Tendré que cubrirme también?

Ella asintió.

Si quieres. Todo se está calmando.¿Y ahora?¿Ahora? Debemos seguir con nuestras vidas como siempre.

El barrio, fue el único lugar que ha sufrido aquellos episodios terribles, en pos de matanzas. No se sabe, si fue un virus, el poder mental, alguna otra forma externa, o interna. Ese día se conoció como la masacre de la escuela. Mei y yo seguimos viendo aquellos desastres, en menor medida. Ella dice que somos esclavos de otros que nos manejan a su gusto. Dicen que cuando la parca elige a su victimas, no perdona, y peor aún, es ver ello.

 

..¿Estamos a salvo? ¿Quién sabe?. Una mujer extraña a mi lado de la mano, viendo el mundo moverse como una pareja. Mei, puede ver la muerte.

 

 

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