Un suave toque en la puerta me saca de mis pensamientos matutinos difusos mientras termino de empacar mi pequeña maleta. Vanessa debe haber llegado temprano para acompañarme de vuelta al aeropuerto.
Esa no es Vanessa. Los pelos de Selene se erizan, un gruñido bajo retumbando en su garganta. Algo anda mal.
Me quedo helada, con la mano suspendida sobre la cremallera. —¿Qué pasa?
No estoy segura. Su nariz vibra. Pero no huele bien.
Inquieta, contemplo ignorar el toque, fingiendo que no estoy aquí. Es un pensamiento estúpido. Cualquier lobo puede olfatearme aquí.
Abrí la puerta entornada, sorprendida de encontrar a Margot Mitchell de pie ahí, con el rostro demacrado y pálido.
—Ava, gracias a la Luna —ella entra a la habitación sin invitación, sus ojos recorriendo el lugar como si buscasen amenazas ocultas—. Necesitamos hablar.
—Margot, ¿qué...? —mis palabras salen en un grito ante la audacia de su intrusión.
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