—Buenos días —dice Clayton con una sonrisa, y doy un paso atrás para dejarlo entrar al apartamento. Se detiene por un momento cuando ve a Selene, y espero las preguntas, pero no hace ninguna.
Es educado en ese sentido.
Honestamente, más allá de mi paranoia y de no querer depender de él, parece ser un tipo bastante bueno.
Clayton se dirige a la cocina como si fuera suya, que, quiero decir, lo es, mientras yo me quedo parada sintiéndome incómoda y fuera de lugar en este lujoso apartamento. Él parece tan a gusto aquí, como si perteneciera.
—¿Todo bien con el teléfono? —grita desde la cocina—. No me has enviado un mensaje esta mañana.
—Oh, eh, no hay problemas —respondo, mirando el nuevo y elegante dispositivo sobre la mesa auxiliar—. Recién me desperté hace un rato y todavía no lo he configurado.
Hay una breve pausa, y luego el sonido de una olla chocando contra la estufa. —¿Has comido?
Niego con la cabeza, aunque él no puede verme. —No, todavía no.
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