Susie cruzó sus brazos, y noté los moretones que decoraban sus muñecas, como si alguien la hubiera encadenado o sujetado con tanta fuerza como para lastimarla.
Claramente, alguien había sido castigado.
—No digas eso de ti misma —repliqué con una sonrisa mientras hacía alarde de crujir mis nudillos—. Bonito collar, por cierto. Solo le falta una correa.
Un elegante cuero negro rodeaba su cuello, con una placa con el número diez en ella. Me pregunté qué significaría. Había múltiples chupetones adornando su cuello, y no pude evitar preguntarme si eran de Damon o Blaise. No me sorprendería si esos dos eran camaradas de túnel y también compartían sus mujeres.
Era una locura total, pero a juzgar por la manera en que Damon respondió tan fríamente a la proclamación de Blaise de que yo también era su pareja predestinada, parecía como si aún estuviera abierto a compartir con su hermano gemelo.
Psicótico. Compartir parejas era algo inaudito. Éramos más como prostitutas glorificadas.
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