Felissa miraba el Castillo con asombro. No esperaba que la 13.ª manada tuviera un lugar tan gigantesco para vivir.
—¡Guau, este lugar es enorme! —exclamó Felissa mientras bajaba del carruaje. Idola se puso a su lado, pero Vicenzo no estaba por ninguna parte.
—Por favor, entre, señorita Felissa —dijo Ambra e hizo un gesto hacia la puerta del castillo.
Felissa sonrió dulcemente y avanzó con Idola. Miró hacia atrás y vio aparecer a Vicenzo desde el bosque, pero no le prestó atención.
—¡Guau, este lugar es mejor de lo que imaginé! —exclamó Idola con asombro. Miró alrededor los gigantescos candelabros colgando del techo con docenas de velas ardiendo.
—Sí, pensé que la 13.ª manada es... —Felissa no pudo continuar sus palabras ya que era inapropiado. Pensaba que la 13.ª manada era pobre y estaba moribunda.
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