Rosina golpeaba el suelo con los pies mientras miraba a la mujer inconsciente frente a ella, que estaba colocada en una jaula.
—No sabía que me ayudarías, Vanda —suspiró profundamente Rosina y miró a la mujer con una amplia sonrisa.
—¿Por qué no lo haría? ¡Este es uno de los mejores momentos que me han pasado después de tantos años de vivir una vida aburrida! —exclamó Vanda y rodó los ojos.
Rosina negó con la cabeza. No estaba enfadada ni frustrada por la acción de Vanda. Después de todo, ella era la razón por la que aún respiraba.
—¿Qué quieres como pago por ayudarme con mis planes? —preguntó Rosina, ya que sabía que Vanda no lo haría gratis.
—Me siento herida de que pienses así, ¿Rosina? —Vanda se llevó la mano al pecho y actuó como si las palabras de Rosina la hubieran herido.
—Deja el teatro, Vanda —Rosina negó con la cabeza divertida.
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