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Silvio empujó a Rosina alejándola de sí mismo con una expresión de sorpresa. —¡¿Qué estás haciendo?! —exclamó y dio un paso atrás mientras se limpiaba los labios.
—¿Sientes algo? —preguntó Rosina con ojos llenos de esperanza. Aunque ella no sintió nada.
—¡Ah sí, siento asco! —gruñó Silvio, pero se calmó ya que no quería faltarle al respeto a Rosina.
—Ya veo —suspiró Rosina profundamente antes de darle unas palmaditas en los hombros a Silvio y alejarse como si nada hubiera pasado.
Silvio estaba atónito y no pudo decir nada respecto a lo que Rosina le había hecho. Después de todo, fue su primer beso, y ella se lo robó.
A Rosina no le importaba un carajo el beso ya que, para ella, era normal. Siguió adelante y buscó a los dos Príncipes. En el camino, pasó por la tienda de Gastone, y su aroma inundó sus pulmones.
—Está dentro —susurró Rosina y giró a la derecha, entrando en la tienda de Gastone sin anunciar su presencia.
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