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La Oferta del Contrato

Rosina se paró al lado de Dragón y observó a sus hombres arrastrando el cuerpo de Amato y metiéndolo en un saco, mientras el cuerpo de Felissa era llevado en el otro carruaje para devolverla a su habitación.

—¿Quién eres? —susurró Rosina sin mirar a Dragón.

—Lo sabrás mañana —respondió Dragón. Miró el desgarrado vestido de Rosina, lo cual no ayudó a mejorar su humor.

—Asegúrate de apretar bien el cordón del saco —ordenó Dragón, y observó a sus hombres añadir otro cordón para asegurar el saco aún más.

—No podrá respirar —comentó Rosina mientras miraba el saco que habían colocado en el baúl trasero del carruaje.

—Señora Rosa —llamó Dragón y abrió la puerta del carruaje con la mano lista para asistirla.

Rosina suspiró y se dirigió hacia él, pero no aceptó la mano de Dragón y entró en el carruaje por su cuenta.

Dragón soltó una risa divertida, siguió detrás de Rosina y se sentó frente a ella. No tardó mucho en partir el carruaje.

Rosina miró por la ventana y vio el otro carruaje que contenía a Felissa avanzando. —¿Estás seguro de que estará segura?

—Sí, mis sirvientes se harán cargo de ella. No te preocupes. No le harán daño —respondió Dragón con una sonrisa socarrona. Se quitó los guantes que habían tocado el hombro de Amato y los descartó a un lado.

Dragón sacó un pequeño recipiente de su bolsillo que contenía un gel aromático y lo vertió en su mano.

Rosina levantó una ceja ante su acción pero no dijo nada. Dragón agarró el frasco y se lo pasó a ella.

—Necesitas limpiar los gérmenes del campesino —dijo Dragón y exprimió el gel en la mano de Rosina.

El gel se sintió frío en su piel mientras lo esparcía.

El viaje en carruaje transcurrió en silencio mientras cada uno se sumergía en su propio mundo de pensamientos. Los dos volvieron a la realidad cuando el carruaje se detuvo y el cochero abrió la puerta.

Rosina se deslizó y bajó primero, tomando la mano del cochero para ayudarla a descender. Vio cómo Dragón lanzaba una mirada fulminante al cochero, el cual temblaba bajo su mirada.

—Por aquí, Señora Rosa —dijo Dragón con una sonrisa y señaló hacia la puerta de madera.

Rosina observó una cabaña abandonada. Había enredaderas dispersas por las paredes, pero las pequeñas flores rosadas le daban un aspecto bonito.

Dragón desbloqueó y abrió la puerta para que Rosina entrara. Había velas encendidas por todo el lugar.

Rosina se asombró del diseño interior de la cabaña. —Este lugar parece cómodo.

—Lo es —respondió Dragón y cerró la puerta. Se dirigió hacia la mesa y sacó una silla para que Rosina se sentara. —Por favor, no rechaces mi gesto, Señora.

Rosina resopló y se sentó en la silla que Dragón había sacado. Aunque, originalmente había planeado sentarse en la silla opuesta.

—Gracias —Dragón sonrió ampliamente, y era evidente que su humor se había aligerado. Fue hacia los armarios y buscó un sobre.

Mientras Dragón estaba ocupado, Rosina miró hacia afuera y olió los distintos aromas de los lobos que los rodeaban, pero vio que no había nadie afuera excepto el cochero.

«¿Un enemigo?», pensó Rosina, y su cuerpo se tensó preparándose para un ataque.

—No te preocupes, son solo mis hombres vigilando el lugar —dijo Dragón al notar el cambio en el aura de Rosina antes de sentarse en la silla y colocar un sobre frente a ella.

—¿Qué es esto? —preguntó Rosina y miró el sobre negro.

—Un contrato —respondió Dragón y se recostó, observando la reacción de Rosina.

—Estoy escuchando —dijo Rosina y no tocó el sobre aún, ya que quería oír la explicación de Dragón y ver si podría traerle alguna ventaja.

—Rosina Greco. Primera hija nacida de la manada de Palecrest. 20 años. Fuiste enviada por el Alfa fuera de la manada a los 15 años sin razón alguna, pero algunos chismes alrededor de tu nombre decían que te habías convertido en

Dragón fue interrumpido cuando Rosina golpeó la mesa tan fuerte que la mesa de madera se rajó.

Las emociones de ira, odio y sed de sangre brotaban del cuerpo de Rosina, y ni siquiera intentaba ocultarlas.

—¿Has terminado? —habló Rosina profundamente con un gruñido. Sus palabras eran lentas e intensas, como un depredador listo para matar a su presa.

—Estás aquí porque tus padres te obligaron a participar después de que rechazaste la invitación al evento de la Temporada de Apareamiento dos veces. Quieren que encuentres una pareja que pueda ayudar con sus problemas financieros y de dote —continuó Dragón. Aunque podía sentir la poderosa aura de Rosina que lo sofocaba. No le tenía miedo; al contrario, estaba asombrado por su fuerza y poder.

—¿Qué quieres? —dijo Rosina y se calmó. Quería romperle el cuello a Dragón, pero también se interesó en su oferta.

—Quiero que aceptes mi propuesta de contrato y convertirnos en parejas —dijo Dragón con una sonrisa enorme. Se sentía feliz de poder finalmente decirlo.

Rosina se quedó sin palabras ya que esperaba algo diferente. Miró a los ojos de Dragón y se rió a carcajadas al darse cuenta de que hablaba en serio sobre su oferta.

—Eso no es como funciona el apareamiento, señor Dragón —dijo Rosina y negó con la cabeza de manera divertida.

—Así es como funciona cuando aceptas que nos convertiremos en parejas contratadas —dijo Dragón y le hizo señas para que abriera el sobre.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Rosina y sacó el papel donde estaban escritas las condiciones del contrato.

—Necesitas una pareja para presentar ante tus padres y evitar que te sigan molestando. Es similar a mi situación. Necesito una pareja para presentar al Rey y la Reina, así me dejarán en paz —explicó Dragón con una sonrisa de suficiencia.

Rosina se quedó en silencio y entrecerró los ojos hacia él. Sintió que había algo más que la razón que él había dado.

El silencio fue suficiente para que Dragón entendiera. Suspiró profundamente y entrelazó sus manos antes de inclinarse hacia Rosina. —Además, no quiero conformarme con una sola mujer. Después de todo, soy un hombre de mujeres.

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