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El Invernadero

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—Entiendo, pero no creo que el Príncipe Heredero me vaya a notar. Muchas damas elegibles llamarán su atención de inmediato —afirmó Rosina y miró su rostro.

—Eres atrayente, Señora —dijo Sal.

—Gracias, Sal, pero no espero nada de este evento —Rosina les sonrió—. Quería decir que no tenía planes de conseguir pareja, pero no quería perder la motivación.

«No será un problema siempre y cuando no llame la atención del Príncipe Heredero», pensó Rosina con satisfacción. Después de todo, Dragón era el único que había encontrado en el evento.

—Pero quería que disfrutásemos del evento sin la presión de llamar la atención —añadió Rosina ya que no quería que se agitasen solo porque el Príncipe Heredero la notara.

—Entendido, Señora —dijeron tanto Fina como Sal al mismo tiempo.

Las dos volvieron al trabajo. Sal sacó el kit de maquillaje recién comprado y empezó a trabajar.

Sal no usó colores intensos y eligió un maquillaje natural que resaltaba las características de Rosina.

—Eres buena en esto —elogió Rosina y se quedó mirando su rostro—. Estoy satisfecha con el resultado. Gracias.

—A la orden, Señora —Sal hizo una reverencia y se apartó para que Rosina tuviera espacio para examinar sus rasgos faciales.

—Señora, he terminado de alterar su vestido —dijo Fina y se apartó de la cama—. Tomó la ropa desgarrada y el kit para que Rosina pudiera contemplar el vestido.

—Guau, esto es hermoso —Rosina quedó asombrada de cómo Fina había arreglado el horrible vestido en uno bello.

Las mangas fueron quitadas, haciendo el vestido sin tirantes, lo cual halagaba el diseño de mariposa en el pecho. La tela restante se transformó en pequeñas flores cosidas en la parte baja del vestido, creando un aspecto que se asemejaba a una diosa.

Las sirvientas ayudaron a Rosina a ponerse el vestido y arreglaron cualquier defecto que pudieron encontrar.

Rosina estaba divertida por su agudo ojo. Estaba agradecida de tener sirvientas agradables con las que trabajar.

Rosina caminó hacia el espejo de cuerpo entero para ver su reflejo. Sus cejas se levantaron ante lo que vio.

—¡Señora, luce impresionante! —Sal rió emocionada.

—Luce deslumbrante, Señora —declaró Fina mientras contenía las lágrimas de su duro trabajo.

Rosina se giró y fue a darles un abrazo, lo que sorprendió a las dos sirvientas por el amable gesto.

—Gracias por su duro trabajo —susurró Rosina y les dio palmaditas en la cabeza.

—¡Señora! —exclamaron sorprendidas.

Rosina fue la primera loba noble en abrazar y mostrar afecto a los plebeyos, mucho menos a las sirvientas. Era común y normal que los lobos nobles tuvieran orgullo y se distanciasen de aquellos de rangos más bajos.

Rosina les sonrió mientras las dos estallaban en lágrimas. Se sentían bendecidas de tener a Rosina como dueña de su invitada y alimentaron su motivación para hacer de Rosina la loba más hermosa en cada evento que viniera.

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—Bueno, mejor me voy, sino llegaré tarde —dijo Rosina y estaba a punto de salir cuando las sirvientas la detuvieron.

—Señora, su máscara —dijo Fina y le pasó a Rosina la máscara personalizada que hizo con las telas extra del vestido para que combinara en color.

—Gracias —Rosina sonrió, pero aún así la retuvieron—. ¿Cuál es el problema?

—Señora, creo que es mejor llegar tarde, aunque solo sean 10 minutos —musitó Fina nerviosamente. Miró a Sal, quien también estaba pensando lo mismo.

—¿Por qué? —preguntó Rosina, pero intuyó sus motivos.

—Señora, si llega tarde con esa apariencia, toda la atención estará en usted en cuanto llegue al lugar —explicó Fina y bajó la cabeza, a lo que Sal siguió.

Rosina se quedó atónita por unos segundos antes de reír, pero en su interior quería gritar y decirles que no quería atención alguna de hombres lujuriosos.

—Pero tendré una mala reputación por llegar tarde —dijo Rosina suavemente. Recordó haber llegado tarde al baile de ayer, pero nadie notó su presencia.

—Es mucho mejor llegar a tiempo y socializar con ellos —afirmó Rosina con una gran sonrisa, actuando inofensiva y amigable.

—Tiene razón, Señora —murmuró Sal y ambos hicieron una reverencia.

Eran ya las 7:45 de la mañana cuando Rosina salió de su habitación con las dos sirvientas siguiéndole.

Afuera, las lobas del lado izquierdo se apresuraban hacia el lugar del evento pero estaban solas, sin sirvientes.

La cuarta puerta se abrió y una dama con un vestido rosa brillante salió con dos sirvientas. No vio a Rosina ya que estaba delante de ella.

Rosina notó la diferencia entre las lobas. Se inclinó y susurró hacia Fina, que estaba a su lado derecho —¿Sabes la diferencia entre la distribución de habitaciones de este edificio?

—Sí, señora, el lado derecho fue construido para que se alojen los nobles, mientras que el lado izquierdo es para los plebeyos que asisten al evento —dijo Fina con orgullo.

—Ya veo —Rosina sonrió y continuó caminando. Notó que las sirvientas de otra dama noble frente a ella miraban atrás y lanzaban miradas fulminantes a Sal y Fina, quienes también les devolvían la mirada.

«Esta competencia...», pensó Rosina con diversión. No se había dado cuenta de que las sirvientas también estaban compitiendo entre ellas por el bien de los nobles a quienes servían.

—No se involucren en peleas con ellos —susurró Rosina. Las dos sirvientas asintieron y sostuvieron sus cabezas altas con orgullo.

Cuando llegaron a las escaleras, los sirvientes que trabajaban allí daban prioridad a los nobles y detenían a los plebeyos para que no bajaran.

De alguna manera, a Rosina no le gustaba el trato especial que recibía por ser hija de un Alfa. Si fuera posible, quería vivir normalmente fuera del centro de atención.

«Sería interesante si la pareja del Príncipe Heredero fuera una plebeya», pensó Rosina riendo ante el pensamiento, haciendo que Sal y Fina se confundieran ante su repentina reacción.

Cuando llegaron al lugar, que era el invernadero del Palacio, Rosina quedó maravillada con los colores vibrantes y diversos de las flores del área.

—Señora, nos retiramos —dijeron Fina y Sal e hicieron una reverencia antes de dejar a Rosina sola en la entrada.

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