Eli pasó el resto del trayecto vigilando cuidadosamente sus palabras, esquivando cualquier conversación que pudiera llevar a temas sobre mujeres o su vida personal y, lo más aterrador, sobre Harper.
Estaba agradecido cuando finalmente llegaron a su destino, un restaurante llamado La Cantina. Aunque aún era muy pronto para respirar aliviado… porque sabía que lo peor estaba por venir cuando Harper les saludó desde la mesa que había reservado.
—Dios mío, Harp, luces tan diferente desde la última vez que te vi —Tyler saludó a su hermana con un abrazo entusiasta y una exclamación entusiasta, completamente ajeno a la crisis existencial que acababa de provocar en su amigo detrás de él.
—¿En serio? ¿Oh, te refieres al bronceado? —Harper sonrió—. Sí, un amigo también me lo dijo. Supongo que debería empezar a considerar vacaciones en la playa más a menudo.
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