—Me voy —Gu Ning abrió la puerta.
Pero una mano se extendió y le agarró la suya.
Sus dedos se contrajeron ligeramente. Había un toque de calidez en sus dedos callosos, una delicada sensación de piel, y la impresionante sensación de una corriente eléctrica pasando por su cuerpo.
Ni más, ni menos. Justo lo adecuado.
—¿Tienes planes para mañana? —Tang Yuxin le preguntó a Gu Ning. Ella no sabía mucho sobre él y raramente compartía sus experiencias militares con ella. Solo suponía que, ya que acababa de regresar, debía tener unos días libres, ¿verdad?
—¿Mañana? —Gu Ning se volteó, su mirada ahora fija en la parte superior de la cabeza de Tang Yuxin.
—Um, no tengo planes, puedo descansar un día.
—Qué bien —Tang Yuxin suspiró aliviada—. Es bueno que no tenga planes. —Tomó ambas manos de él y las sostuvo firmemente.
—No vuelvas hoy.
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