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—Ustedes están olvidando algo —llamó Kiba.
Los cuatro lobos se voltearon y miraron a Kiba con confusión. El hombre herido, por otro lado, sentía sus músculos tensándose con miedo.
—¿¡Qué quieres decir?! —el hombre herido intentó calmarse, pero por más que lo intentaba, su cuerpo se tensaba más. Sus manos y pies se volvieron fríos y sabía que esto no se debía al agua del arroyo.
—Estoy seguro de que sabes a qué me refiero —Kiba saltó desde la roca antes de girarse hacia los lobos—. No deberían olvidar su comida.
Los ojos fieros de los lobos se iluminaron al darse cuenta del significado de las palabras de Kiba. No solo les había perdonado la vida, sino que ahora también les permitía completar su misión original.
Estaban emocionados y una vez más expresaron su gratitud a Kiba.
—¡N-no!—gritó el hombre herido.
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