Mientras escapo y doblo la esquina de mi habitación, me topo con Carl. Me atrapa antes de que me tropiece y, de repente, se me rompe el maldito corazón. Empiezo a gemir y a llorar, incapaz de contener mi dolor por más tiempo.
Me lleva hasta la puerta y me hace entrar rápidamente, sentándome en una silla y arrodillándose a mi lado. Toma mis manos entre las suyas y me deja sacar todo; toda mi frustración, mi ira, mi tristeza. Lo suelto directamente en el pañuelo que me entrega.
—¿Señorita Raven? ¿Está usted bien? ¿Qué puedo hacer? —pregunta en tono comprensivo.
—Es que... no puedo soportar mucho más de esto. Lo está haciendo muy difícil —admito en voz baja.
—¿El Alfa? Pensaba que te alegrarías de verlo —comenta.
—Lo estaría, si supiera que se queda —respondo.
—¿Dijo que se iba? —me pregunta.
—Bueno... no. Pero es cuestión de tiempo que tenga que volver con su manada —digo.
—¿Te ha dicho eso? —pregunta.
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